Por Graciela Manjarrez

En 1917, B.C Forbes y Walter Day fundaron Forbes Magazine. En un principio esta revista se centraba en el análisis fundamentalmente económico y financiero de negocios, compañías e inversiones norteamericanas. Luego, con el paso de los años, y el cambio de CEO’s y editores en jefe, la revista fue expandiendo sus intereses a varios ámbitos que, en la actualidad, abarcan desde tecnología, inversiones, liderazgo y financiamiento para pequeñas empresas, “hágalo usted mismo”, hasta estilos de vida a nivel mundial.

De acuerdo con el New York Times, en 2009 la revista estaba valuada en unos 750 millones de dólares. Su frecuencia es bisemanal. En México tiene un tiraje de 180, 000 ejemplares.  Y es famosa porque publica, desde 1982, una lista con los hombres más ricos del planeta. El requisito para figurar en este listado es tener un patrimonio mínimo de 1000 millones de dólares. A cambio, Forbes Magazine escribe un meticuloso breviario de cómo se amasó la fortuna, el ramo de la compañía o empresa, y la edad y los grados académicos del dueño del imperio. 

El 11 de marzo de 2009, la revista incluyó en el lugar 701 a Joaquín Archivaldo Guzmán Loera, junto a los nombres de Carlos Slim, Roberto Hernández, Emilio Azcárraga Jean, Germán Larrea y Ricardo Salinas Pliego. El perfil que Forbes Magazine escribió para Guzmán Loera reza: “Joaquin Guzman Loera. Drug Trafficker, Sinaloa Cartel. CEO of the Sinaloa cartel, “El Chapo” is the world’s most powerful drug trafficker. The cartel is responsible for an estimated 25% of all illegal drugs that enter the U.S. via Mexico. Drug enforcement experts estimate, conservatively, that the cartel’s annual revenues may exceed $3 billion. This February the city of Chicago branded him the first “Public Enemy No. 1” since Al Capone.”. Tiene 60 años y no cuenta con ningún grado académico porque abandonó la escuela desde temprana edad.

La primera temporada de El Chapo, serie producida por Netflix y Univisión, narra el vertiginoso ascenso de Joaquín Archivaldo Guzmán Loera, alias El Chapo, en el mundo de las drogas. La primera temporada consta de 9 capítulos dirigidos por los cineastas mexicanos José Manuel Cravioto y Ernesto Contreras. Fue grabada en su totalidad en Colombia. Abarca los años de 1985 a 1993. Y desde el 16 de junio todos los capítulos están disponibles en la plataforma Netflix.

La serie arranca con una serie de clips de noticiarios internacionales sobre la última captura y presentación del capo. Una constante en los 9 capítulos de la primera temporada es que combinan material de archivo con la ficcionalización de los eventos más importantes que construyeron la carrera criminal de Guzmán Loera. Este recurso, probado en series como Narcos y The People vs O.J. Simpson, además de dar verosimilitud al relato, sirve para contextualizar los hechos. Y es un acierto de la serie, pues ésta no trata de hacer una apología del narcotraficante más buscado del mundo, no retrata ni exacerba la astucia o la maldad, la necedad o la “valentía” del personaje sino que apuntala que el ascenso de Guzmán Loera en el mundo criminal fue la suma de una serie de factores y de personajes en los que se incluye a altos mandos del gobierno mexicano. No fue Guzmán Loera solito.

El contenido de la serie está basado, pues, en una meticulosa investigación documental y de archivo (no en vano figura en el equipo de guionistas el ganador del Premio Gabriel García Márquez de Periodismo Alejandro Almazán) que si bien cambia nombres y escenarios son hechos que en la vida nacional actual están presentes en la memoria (y en la realidad): la guerra cruenta entre los cárteles para controlar el trasiego de la droga, o los magnicidios (el capítulo 4 es indispensable verlo para entender la narrativa oscura y confusa de las verdades históricas), o las agresiones a los periodistas; o el vínculo entre el gobierno y el dinero del narco.

En este sentido, la serie de El Chapo no es una lucha de buenos contra malos, sino una lucha de despiadados contra más despiadados, como lo demuestra el personaje de Conrado Sol, quien encarna la política oficial frente al problema del narcotráfico. Con ánimo de exagerar, este personaje se lleva la primera temporada. En un diálogo memorable que sostienen Guzmán Loera y Don Sol en el penal del Altiplano el primero señala: “Me cae que ustedes [el gobierno] son los que deberían estar encerrados”. ¿Acaso insinúa que los patrones del narco estaban al servicio y merced de las necesidades del gobierno en turno y ahora es al revés? En otro diálogo, el mismo Conrado le espeta al general Rubio que le debe dar el puesto porque: “Quiero ser presidente de este país y no me importa empezar lamiendo culos”… Y así empiezan las historias que terminan en un reguero de sangre y negocios: con ambición.

Para llegar al 701 de Forbes Magazine falta un largo recorrido. Ojalá que en este camino la producción de El Chapo pueda resolver los cortes violentos de tiempo y espacio (que le restan credibilidad al protagonista), o la tropicalización de Colombia por México que en algunas escenas se ve falsa, o el acento fuertemente marcado de algunos personajes secundarios y extras que hace dudar del lugar de origen de la historia, o la calidad de la imagen que no siempre es la óptima. Hay un ánimo, voluntario o involuntario, de asimilar el ascenso vertiginoso de Guzmán Loera con el ritmo de los hechos de la historia en cada capítulo, pero no queda bien trabado este recurso.

Ojalá que sea posible salvar estos pequeños obstáculos porque vale la pena conocer cómo es que un hombre pasó de servir a ser servido.

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Graciela Manjarrez estudió Letras hispánicas. Es docente en un bonito colegio privado, donde se dedica a formar lectores. Escribe su largometraje de ficción para el Centro de Capacitación Cinematográfica.

Twitter: @gmanjar

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