Por Esteban Illades

En las últimas entregas hemos hablado en este espacio de la turbulencia en América Latina. Hace dos semanas platicamos sobre la desigualdad social y cómo había sido factor de protestas en Chile; la pasada sobre cómo el presidente Andrés Manuel López Obrador, de manera un tanto enigmática, había sugerido la (im)posibilidad de un golpe de Estado en México.

Pues bien, esta semana toca hablar sobre lo que ocurre en Bolivia, donde el presidente Evo Morales renunció tras lo que el Ejército de su país llamó “una sugerencia” para que dejara el cargo, cosa que puede –y debe– entenderse como un golpe de Estado. Como mencionábamos hace unos días, un golpe de Estado, según la definición más comúnmente aceptada, es cuando un grupo no electo democráticamente fuerza la salida de un gobernante.

Pero vámonos por partes, porque seguramente más de uno dirá en estos momentos que Morales no fue electo y por lo tanto lo que sucedió no es un golpe. Regresaremos a eso un poco más adelante (pero sí, sí lo fue, ya verán por qué).

Antes un poco de historia: Bolivia se independiza en 1825, en el mismo período que los demás países hispanoamericanos. Al igual que varios de los nuevos Estados de la región, Bolivia tuvo un siglo XIX turbulento, lleno de violencia, levantamientos, guerra y presidentes que no podían terminar su período presidencial.

En el siglo XX la cosa no fue tan distinta: durante la primera mitad del siglo sólo cinco de sus 16 presidentes lograron concluir su mandato. No fue hasta 1982, tras varios períodos de dictadura militar, que el país regresó a la democracia. La inestabilidad, sin embargo, se mantuvo: tres presidentes más renunciaron al cargo desde el regreso a la democracia.

Cabe mencionar, también, que desde su independencia, sólo un presidente había logrado reelegirse.

Ahora vayamos al año de 2005. En ese entonces, Evo Morales, líder sindical boliviano, competía por segunda vez en la elección presidencial. Esta elección se adelantó tras la renuncia de Carlos Mesa, quien, por cierto, fue el candidato opositor a Morales en estas últimas elecciones. Morales ganó en 2005 con más de la mitad de los votos y así se convirtió en el primer presidente indígena del país.

Hasta aquí todo más o menos claro, ¿no?

Foto: Reuters

Ahora un poco de contexto: Bolivia es uno de los países más pobres del continente. Rico en materia prima, en particular en litio, plata y estaño, así como en gas, pero el país nunca tuvo una buena distribución de ingreso. Y luego llegó Morales.

Bajo su mandato, el presidente redujo la pobreza extrema, redujo el analfabetismo, aumentó el salario mínimo y, sobre todo, hizo crecer la economía boliviana a base de la exportación de sus recursos naturales.

Sin embargo, por bien que lo haya hecho, Morales también tuvo su lado oscuro: alineó al país con los regímenes represivos de Cuba y Venezuela; modificó las leyes del país para mantenerse en el poder

También se enfrentó a diversas protestas durante su largo mandato, en particular por la firma de un acuerdo para la construcción de una autopista en medio de un área ecológica protegida. Autopista que, por cierto, fue cancelada tras las protestas y la renuncia de varios funcionarios clave.

Pero bueno, el caso es que, aun así, Morales era muy popular.

Tanto que después de reelegirse en 2008 y decir que sería su última vez como presidente, volvió a competir en 2014 y volvió a ganar con amplio margen. Esto tras la aprobación de la nueva constitución boliviana en 2009, cuya letra decía que el presidente sólo podría reelegirse una vez (pero como la constitución entró en vigor después de la segunda elección de Morales, entonces se interpretó que Morales podía reelegirse una vez más).

Aquí vale la pena recalcar algo: a partir de la nueva constitución, el sistema electoral de Bolivia es de dos vueltas. Si el candidato ganador vence con más del 50% en la primera, no hay necesidad de una segunda; si vence con menos de eso pero lo hace con 10 puntos de diferencia sobre el segundo lugar, también se proclama triunfador en una sola vuelta.

En su tercer período presidencial, segundo bajo la nueva constitución, Morales propuso un referendo para modificar la constitución que sus partidarios habían aprobado. El referendo era para permitir una nueva reelección. Se llevó a cabo en febrero de 2016, y ahí una mayoría le dijo que no, que no aprobaría un cambio nuevo. Sin embargo, Morales igual se presentó como candidato, esto bajo la aprobación del Tribunal Superior de Justicia, que en una controvertida, por decirlo de manera amable, decisión, dijo que la reelección no podía limitarse en el país.

Foto: Reuters.

Así, Morales hizo campaña una vez más. Pero en esta ocasión se enfrentó a una oposición mucho más organizada que en años anteriores, que en su mayoría se fue con Carlos Mesa, exvicepresidente y expresidente a principios de este siglo. La elección se llevó a cabo y los resultados comenzaron a publicarse. Sin embargo, cuando comenzaba a cerrar la cuenta y Morales aún no lograba la diferencia de 10 puntos con Mesa, los resultados se detuvieron por casi 24 horas. Cuando se volvió a publicar la información, Morales ya estaba por encima del mínimo necesario para ganar. La OEA, la Organización de Estados Americanos, dijo que la elección no fue limpia. Morales, no obstante, se proclamó victorioso y el gobierno mexicano lo reconoció de inmediato.

Las protestas empezaron a las horas de la proclama, y lo primero que hizo Morales fue acusar un golpe de Estado. Después tomó un paso para atrás y dijo que esperaría el informe de la OEA y acataría sus observaciones respecto al proceso electoral. Pero eso no detuvo nada, y este fin de semana varios policías en regiones opositoras a Morales desconocieron su autoridad. Varios funcionarios renunciaron a sus puestos. Morales, entonces, dijo que haría caso a lo publicado por la OEA y llamaría a una nueva elección.

Y entonces entró el Ejército, que se negó a acatar órdenes de Morales para detener las protestas y, no sólo eso, le pidió que renunciara. Si bien literalmente no le pusieron una pistola en la sien, en un país como Bolivia, con larga historia de levantamientos militares, no fue necesario. Sin el Ejército Morales no tendría control del país. En pocas palabras, lo obligaron a renunciar en un nuevo golpe de Estado. Y así fue: Morales acudió a la televisión y a las redes sociales para anunciar que renunciaba.

Foto: Getty images

Hablamos de golpe por dos motivos en particular. Por el que ya mencionamos: un actor no-democrático que obliga a renunciar a un gobernante. Y porque Morales todavía no asumía el nuevo mandato: seguía siendo presidente conforme a la elección anterior, la cual estaba legitimada por la constitución actual. Más discusión se podría tener si Morales en efecto hubiera ocupado la silla presidencial por cuarta ocasión, pero ni siquiera se llegó a ese punto. En Bolivia se quitó a un presidente cuyo período actual fue aceptado por las fuerzas políticas en su momento. Un presidente, en ese sentido, electo democráticamente.

¿Y ahora qué sigue?

Al momento de escribir estas líneas, en Bolivia hay un vacío de poder. Morales renunció públicamente, pero no ha entregado la carta formal al Congreso. Quienes deberían sucederle ya no están en sus cargos: su vicepresidente, la presidenta del Senado, el presidente de la cámara de Diputados, todos renunciaron en apoyo a él. El Ejército, por su parte, no ha tomado el poder como tal. Jeanine Áñez, segunda vicepresidenta del Senado y opositora al régimen de Morales, ha dicho que ella asumirá el cargo en lo que se convocan elecciones.

Por último, dado que ya nos extendimos un poco, y a manera de resumen, vale la pena recalcar lo siguiente: 

  1. Evo Morales era un presidente popular que aprovechó su mandato al máximo y logró resolver –o por lo menos disminuir– varios de los problemas más graves del país.
  2. Pero tampoco supo cuándo cambió la marea y se extralimitó al buscar, de mala manera, un cuarto período presidencial.
  3. La elección en la que participó no fue limpia, al grado de que él mismo aceptó reponerla.
  4. No obstante, el Ejército rompió el orden constitucional boliviano y metió al país en una crisis política mucho más profunda.
  5. A Bolivia le tomará bastante tiempo regresar a una normalidad democrática, porque cualquier resultado de una elección tras un golpe de Estado carecerá de credibilidad nacional e internacional.
  6. Es un mal mensaje para América Latina, donde, como se dice, el horno no está para bollos.
  7. En cuanto a México, no debe sorprender que le ofrezca asilo político, así estemos de acuerdo o no. En tiempos anteriores se le ha ofrecido asilo a gente de diversas corrientes políticas: republicanos y franquistas españoles y el sha de Irán, entre otros tantos.

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Esteban Illades

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