Por Esteban Illades

Hasta el presidente vio los memes. Medio México los compartió. El avión afuera del OXXO, el avión en medio de casas de interés social, el avión en un motel. La pregunta de los últimos días: qué haría uno si se sacara el avión presidencial en una hipotética rifa en caso de que nadie lo compre.

Pocos esperan, con seriedad, que la tan discutida rifa se lleve a cabo. Antes de eso se intentaría ofrecer el avión una vez más, se le canjearía por equipo médico u otros bienes que el gobierno necesita, o se le desbarataría y se vendería por partes. La rifa es la última de cinco opciones que cavilan las autoridades.

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Porque la rifa es un recurso retórico, eso que tanto le gusta al presidente. Es parte de su estrategia general, que, como hemos escrito aquí en otras ocasiones, recae en el poder de los símbolos.

  1. Hablar del avión presidencial cambia el foco de la conversación pública. Días antes la agenda la dominó la entrada en vigor del INSABI, el Instituto de Salud para el Bienestar, y los múltiples problemas que han surgido por no implementarse bien. Pensar en qué puede ocurrir con el avión quita el foco de ese asunto.
    También de otros: mientras el presidente dice que le escribirá a Donald Trump para catafixiarle el avión, la frontera sur es, una vez más, militarizada para evitar el paso de migrantes centroamericanos que buscan llegar a Estados Unidos.
  2. Hablar del avión presidencial recuerda el dispendio de las administraciones pasadas. El avión fue comprado por Felipe Calderón y, como bien ha tenido a recordar el presidente actual en todo foro que se lo permite, contaba con lujos dignos de magnates petroleros. Que un Jefe de Gobierno y de Estado mexicano, en un país con niveles muy altos de pobreza, haya decidido que comprar un avión de ese estilo era buena idea, muestra lo desconectado que está del país. Entonces, traer a colación las pésimas ideas previas recuerda por qué se votó por la actual administración. El gobierno intenta resolver el desastre que se le heredó.
  3. Hablar del avión presidencial acerca a la gente común y corriente a la actividad de gobierno. Hace que se interese en lo que sucede. Después de tener mandatarios como Enrique Peña Nieto, que ni por equivocación se acercaba a la población, tener a un presidente que hable de ésta y otras frivolidades –en sentido amplio: frivolidad de haber comprado el avión, frivolidad de rifarlo– hace que la gente se identifique. A mí me dejaron un avión y no sé qué hacer con él. Ayúdenme ustedes a pensarle, es la idea. Nosotros, el pueblo, decidimos juntos cómo resolver el entuerto que nos dejaron los fifís.
  4. Hablar del avión presidencial es tirarle una bola de estambre a la oposición. Como cada ocurrencia de este gobierno, el avión tiene enojados y desesperados a quienes lo critican las 24 horas del día. Cómo es posible que esté pensando en eso cuando el país se cae a pedazos, es el comentario. Pero ahí están, en su guerra de tuits, poniéndole atención a todo lo que dice y hace. Más de un año con este presidente y aún siguen cayendo en sus garras en este juego mediático.
  5. Hablar del avión presidencial reafirma el apoyo de los defensores con mayor notoriedad del presidente. Salen ellos a burlarse de la oposición y a dar cuenta de lo obvio: le dan tres vueltas a quien los critica. Se reafirma así la visión en los círculos de análisis de que Morena no tiene competencia externa para las próximas elecciones.

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La rifa del avión presidencial y su discusión, para acabar pronto, cumple con muchos objetivos de un solo golpe. Distrae, enmaraña la discusión pública, acerca al presidente a sus seguidores, reafirma que la oposición sigue sin existir y hace que su mensaje central se mantenga: éste es un gobierno distinto a los anteriores.

Es una estrategia que ha repetido esta administración desde que ganó el 1 de julio, y que seguirá utilizando mientras le funcione. Lo triste de esto es que se trata de un juego de espejos y nada más. Porque el avión es un símbolo y podrá ser importante en el discurso, pero a la hora de la hora muestra que detrás del hombre que se para cada día frente al micrófono hay pura forma y poco fondo.

La economía, según los pronósticos internacionales, crecerá alrededor del 1% este año. Pemex con toda certidumbre perderá el grado de inversión y eso nos pegará a todos. La violencia se mantiene en niveles terribles y no da tregua alguna; en el gobierno no saben cómo reducirla. Los grandes cambios que sí se están llevando a cabo, como la creación del INSABI, ponen en entredicho la salud de los mexicanos más pobres. La Guardia Nacional hace el trabajo sucio de Donald Trump y trata a los migrantes centroamericanos como todo menos como humanos.

Pero a poco no estaría padre sacarse un avión en la rifa, ¿síonoraza?

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Esteban Illades

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