En Amsterdam, 1928, el atleta canadiense Percy Williams de 20 años ganó inesperadamente el oro en los 100 y 200 metros; al llegar a su hotel, se unió a un grupo de hinchas que esperaban por el flamante vencedor

Por poco y  no va a los Juegos Olímpicos de Amsterdam de 1928. Pero había sido tan bueno su desempeño en los torneos previos, que al pobre Percy Williams, de 20 años, no le quedó opción. Nació en Vancouver, Canadá, llegó por la puerta de atrás a la cita olímpica. Y sin esperarlo, obtuvo dos medallas de oro, en los 100 y 200 metros, y se volvió en toda una celebridad.

El joven Williams, que llegó casi por accidente a los Juegos, no parecía saber lo que había logrado. Según cuentan, el atleta se topó con un numeroso grupo de canadienses en la puerta del hotel de la delegación. Esperaban a que el flamante campeón saliera, y hasta ese momento la figura de su país, saliera a saludar y festejar con su gente. Williams, que no entendía mucho lo que pasaba, nunca se percató que la figura era él (para nosotros que se hizo el sencillito). Y se quedó entre las personas esperando por el medallista dorado.

Con los años se convirtió en una persona reconocida en Canadá y fue declarado el mejor atleta del siglo. Fue agente de seguros y su muerte llegó con un disparo en la cabeza que se dio, irónicamente, con un revólver que le había sido obsequiado por sus logros en los Juegos de 1928.

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