La mayoría de los miembros de la Unión Europea votaron recientemente una polémica ley que prohibirá la venta de cigarros mentolados en toda la región a partir de 2022. ¿Cuál es el motivo detrás de esto?, ¿cuáles son los tintes políticos que demuestra una política de esta naturaleza?

El principal argumento esgrimido por los miembros de la Unión es que el cigarro mentolado y otros tabacos saborizados hacen más atractiva la idea de fumar a jóvenes no iniciados en el consumo. En breve, comparan el  poner sabor al tabaco con  hacer una publicidad engañosa y pintoresca, lo que condenan moralmente.

No obstante, acorde con la revista Kernel, de 16 estudios sobre los efectos que produce el tabaco mentolado en la salud, 10 no encontraron ninguna diferencia con el tabaco habitual y los otros 6 sólo mostraron un menor abandono del hábito en el primer mes de consumo. Este menor abandono puede deberse más a cuestiones culturales que químicas o biológicas de cualquier clase.

De estos estudios, al menos dos arrojan que los consumidores de tabaco mentolado, fuman con menor frecuencia y ninguno muestra una tendencia mayor a desarrollar cáncer o enfermedades respiratorias de ninguna clase.

Para decirlo claramente: los estudios no han mostrado ningún efecto significativo del mentol sobre los niveles de toxina en los organismos, no han encontrado que a cierta edad se prefiera fumar tabaco mentolado, y tampoco han encontrado ningún efecto significativo que asocie causalmente el sabor del tabaco con su consumo.

Resulta aún más alarmante que, al margen de aquellos estudios, no existe ninguna investigación que busque (no se diga demuestre) establecer una relación entre los cigarros mentolados y el atractivo que éste ejerce sobre niños o jóvenes. No hay dato alguno que demuestre que un buen número de chicos no hubiesen optado por el tabaquismo si no hubiesen tenido a la mano un cigarro mentolado. No hay, ningún dato, por escaso que sea, al respecto.

La decisión de la Unión Europea y sus argumentos han sido sacados directamente de la nada, sin el apoyo de ningún científico de ninguna clase: ni biólogos, ni sociólogos, ni psicólogos. Los legisladores han hecho las veces a priori de “investigadores” y han considerado que sus ideas son lo suficientemente “sensatas” como para ser autoevidentes.

Sí existe, no obstante, un dato duro en torno al tabaco mentolado: es el preferido de la población de color. Tan sólo en Estados Unidos, el 70 de los fumadores negros prefieren el tabaco mentolado. Entre la población joven, este número asciende a 80%. Esta situación es constante en todo el mundo occidental, incluyendo, por supuesto, a la Unión Europea. Nadie sabe exactamente cuál es la razón detrás de esta preferencia, aunque podemos asegurar, con base en los estudios arriba referidos, que no se trata de ninguna razón biológica o química.

Sin importar el motivo de su preferencia, la nueva legislación no sólo carece de fundamentos adecuados, sino que resulta claramente racista con este grupo de consumidores.

Todo este contexto -o falta de él- parece llevar la discusión al terreno ideológico, pues en el de los hechos todo está perdido para los defensores de la prohibición. Bien plantados en el espacio de los principios morales y su relación con las políticas de Estado, un escaso grupo de liberales encuentran la prohibición no sólo improductiva sino amenazante con los derechos individuales. En efecto, el tabaquismo debe ser combatido, aseguran, pero esto ha de lograrse en el campo de la formación y la educación, con esfuerzos tanto familiares como estatales y nunca en una censura paternalista.

Más allá de la validez de argumentos de esta clase, sorprende que en el occidente de Europa, donde políticas liberales protegen la venta de alcohol, cafeína y el consumo ilimitado de otros productos igualmente perjudiciales, una prohibición tan absurda haya tenido un aplastante éxito como éste. Únicamente en Dinamarca el parlamento presentó resistencia.

¿Por qué el tabaco mentolado ha recibido un trato tan dispar frente a otros productos? Ésta podría ser una de las políticas más exitosas de la ascendente derecha europea, caracterizada por prohibiciones conservadoras y que últimamente ha ganado más adeptos entre los eurodiputados. Ya sea por motivo o únicamente como consecuencia, esta política estará especialmente dirigida a los consumidores negros europeos, quienes siempre han sido más estigmatizados que los blancos en el consumo de cualquier droga. Basta observar la mayor aceptación social que la cocaína blanca aspirable tiene sobre el crack, igualmente dañino, pero preferido por la población de color.

En la opinión de algunos opositores, lo que buscan los legisladores es lograr un impacto populista y moralino que siga permitiendo la venta de una sustancia dañina y que no interceda en la formación de nadie para no enfrentarse a una verdadera polémica social.

El consumo del tabaco resulta reprobable por sus efectos sobre la salud, y, secundariamente, sobre el presupuesto para seguros sociales, pero la prohibición de sustancias dañinas ha demostrado no ser la mejor solución para ningún problema, menos aún, la prohibición parcial basada en criterios absolutamente azarosos y absurdos, sin ningún fundamento científico.

Que algo deba ser combatido, no es argumento suficiente para combatirlo de cualquier manera.

Vía: The Kernel

 

 

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