Por Adrián Montemayor

Puede que no pienses mucho en los espectaculares que ves por la ciudad. Seguramente no recuerdas los que viste de camino a la escuela o el trabajo. Tal vez eran de una marca de coches, de una de pizzas o tal vez era un anuncio de un casino. Nos hemos acostumbrado a su presencia que entorpece nuestros paisajes, que nos obliga a verles pues invaden todo nuestro campo visual. Quizá pueden parecer una parte inofensiva del mobiliario urbano, pero lo cierto es que son peligrosos, innecesarios, y contaminan nuestras ciudades. Llegó el momento de pensar nuestras ciudades y cielos sin obstáculos.

En 2006, la ciudad brasileña de Sao Paulo puso fin a la ola de contaminación visual que invadía la ciudad. El Congreso local aprobó casi por unanimidad la Ley Ciudad Limpia que reguló fuertemente la publicidad exterior, prohibiendo espectaculares, pendones y carteles de gran tamaño en los frentes de edificios, azoteas, muros ciegos, mobiliario urbano y aquellos autosoportados. También se vetó la repartición de volantes y la publicidad en camiones y automóviles. Para 2007 se habían retirado 15 mil espectaculares y 300 mil carteles. Ése fue un triunfo calificado por Roberto Pompeu, cronista de la ciudad, como “una rara victoria del interés público sobre el privado, del orden sobre el desorden, de la estética sobre la fealdad y de la limpieza sobre la basura”. Ciudades como Chennai en la India o París han seguido el ejemplo de los paulistas en prohibir o reducir la publicidad exterior.

En el caso de la Ciudad de México, tenemos alrededor de 4,160 anuncios espectaculares en nuestras calles y edificios. Cerca de la mitad están colocados en azoteas. Esta modalidad es especialmente peligrosa en las áreas sísmicas del país, pues el peso de la estructura metálica afecta la integridad estructural de los edificios. La Ley de Reconstrucción tras el #19S prevé retirar los cerca de 2000 anuncios de las azoteas, sin embargo, queda sujeto a voluntad del dueño del edificio. Además, cada temporada de lluvias, los ventarrones tiran decenas de estructuras, causando varias muertes innecesarias cada año. Somos vulnerables a miles de estructuras de las que no tenemos información disponible sobre su condición actual, si su instalación afectó nuestros edificios y si reciben mantenimiento.

Foto: Shutterstock

Los espectaculares causan diversos impactos sobre nuestro pensamiento debido a su naturaleza inevitable. La Relatora Especial de la ONU para los Derechos Culturales preparó un informe donde señala que la evolución de la publicidad hasta invadir todos los espacios de interacción humana es un peligro para el goce de nuestros derechos culturales, especialmente de la niñez. La publicidad nos bombardea incesantemente con estándares de consumo y belleza insanos que busca imponernos, además que puede reforzar estereotipos para ciertos grupos y clases sociales. La relatora pide a los gobiernos reducir el nivel de publicidad comercial que reciben las personas a diario, limitando el número, la intensidad y la frecuencia de los anuncios, el volumen del sonido, la luminosidad, la ubicación y el tamaño. Llega, incluso, a recomendar que se prohíba toda publicidad física y digital enfocada a menores de 12 años.

Otro problema latente es que la publicidad exterior tiende a acrecentarse exponencialmente. A mayor número de espectaculares, llamar la atención del transeúnte es más difícil, por lo que se necesitan anuncios más llamativos, más grandes, más luminosos. Esto significa que si dejamos a los anunciantes sin restricciones, sólo tendremos más y más contaminación en nuestras ciudades.

En esta época, en la que pasamos gran parte del día enfrente de una pantalla, ¿qué necesidad tenemos de ensuciar la ciudad con carteles, espectaculares, pendones y volantes? Las marcas nos pueden encontrar en nuestros celulares, en la televisión o los diarios. Que nos dejen disfrutar la ciudad. Les toca a nuestras diputadas y diputados avanzar propuestas que pongan el interés de la mayoría sobre el de las marcas. Imaginemos una ciudad donde en un día claro se puedan ver los volcanes nevados sin el anuncio de una marca de coches arruinando la vista.

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Adrián Montemayor es miembro de Wikipolítica CDMX, una organización política sin filiaciones partidistas.

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