El Museo Universitario del Chopo busca retomar su espíritu inicial de rebeldía, por lo que ha montado diversas exposiciones para esta segunda mitad del año. Una de ellas es la del artista plástico estadounidense, David Choe, quien es conocido por el dirtystyle de su pintura: una frenética combinación de deseo, exaltación y degradación continua.

Choe nació el veintiuno de abril de 1976, hijo de inmigrantes coreanos, ha dedicado la mayor parte de su vida al arte, desde el graffitti hasta la novela gráfica, los proyectos de David Choe se han esparcido por todo el mundo. Tal vez el más famoso, seguramente porque lo hizo el artista plástico mejor pagado del mundo, es la oficina de Facebook. Sin embargo, David Choe ha hecho más que eso, sus graffittis políticos en el Medio Oriente, o las pinturas afuera de la casa del narcotraficante colombiano Pablo Escobar dicen mucho más de él que la famosa oficina.

Con sandalias y las manos llenas de pintura, Choe se presenta a la conferencia de prensa. Estamos en la cafetería del Museo Universitario del Chopo. Atrás, un inmenso mural de vívidos colores, raros en la obra de David, nos da la bienvenida. Es poco lo que dice, no habla muy bien español y se disculpa por ello.

—Mi español es horrible, así que hablaré en inglés por el bien de todos—, dice mientras ve a la traductora que se ha sentado junto a él—. Ha sido muy agradable vivir en el museo todo este último mes, haciendo la obra y conviviendo con las misteriosas piñatas.

Esta es mi primera exposición después de cuatro años de silencio. Fue una época muy dura para mí, tuve varios problemas personales, problemas de apuestas y un pre-infarto que me asustó mucho, así que estoy feliz de haber vuelto. Visité las ciudad de México por primera vez en marzo y me enamoré de ella, quisiera venirme a vivir aquí. Y es que para mí, como artista, lo mejor es crear la obra en el lugar de exposición. Así que, como podrán ver, el mural y la instalación están muy influenciadas por la cultura, la información y la gente que he visto durante todo este mes. Creo que es mejor hacerlo así que pintar algo en tu casa y después mandarlo al museo, por lo que he intentado tomar toda la ciudad y su cultura y crear los murales y las esculturas. Estoy usando todo lo que puedo: colores mexicanos, piñatas, materiales que compré en el tianguis. En fin, todo es mexicano.

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Después de esta breve explicación David decide abrir una pequeña sesión de preguntas para los que estamos ahí reunidos. Estoy un poco nerviosa, tengo más de veinte preguntas anotadas y no contaba con que se le iba a ocurrir comprar una tienda entera de piñatas. Decido lanzarme con la mejor pregunta que tengo, pero otros me han ganado el micrófono. David responde rápido, evita los temas. Cuando una chava le pregunta como Facebook cambió su vida él se limita a decir que bueno, Facebook es muy importante porque conecta a la gente y que a él le es útil porque así ya no tiene que salir de su casa para conocer mujeres. Sin embargo, el asunto no queda zanjado y, antes de que pueda pedir el micrófono, alguien más le está preguntado si es cierto que Facebook lo hizo rico. —Sí, y qué—, contestó David un poco molesto—, eso no es relevante para lo que está pasando ahora. Sin embargo, las preguntas sobre su dinero y su problema con las apuestas siguieron llegando. Yo sólo podía pensar que ya quería que fuera mi turno, quería hablarle de Oscar Wilde y de por qué hay gente que dice que su obra de arte más importante es su propia vida.

Estaba nerviosa, hace ya varios meses que no hablaba nada de inglés y no estaba segura de que lograra entenderme. No obstante todo salió perfecto, con una sonrisa en los labios David contestó mi pregunta y los clichés de la superación personal, que han logrado apropiarse de discursos estéticos y existenciales que deberían otorgar sentido real a nuestra vida, cobraron sentido. Porque cosas como que no te importe lo que los demás piensan sobre ti o lo más importante es ser libre, en boca de un graffitero como David no pueden tomarse a la ligera.

—Es una pregunta muy difícil—, me dijo—. Creo que vivimos en una sociedad donde hay mucha presión sobre las cosas que puedes hacer y las que no puedes hacer, pero cuando ya no te importa eso, cuando no te importa si te casas o si tienes un trabajo o si vives o mueres, cuando una vez que ya no te importa nada es cuando puedes hacer de tu vida una obra de arte. Y cuando haces eso sólo dos cosas pueden pasarte: te mueres o te haces muy rico. Así es como lo hago, olvidándome de la presión, olvidándome de todo.

Cuando terminó me limité a sonreírle, en realidad me estaba muriendo de envidia, porque ¿quién no quiere ser realmente libre?

Cuando la chica del museo me avisó que tendría otros diez minutos para preguntarle a David lo que yo quisiera me quedé en blanco. Había gastado mi mejor pregunta, ¿qué más podría preguntarle que no sonara ingenuo o estúpido después de su respuesta? Rápidamente repasé las veinte preguntas que llevaba y elegí las tres mejores. Nos hicieron esperarle junto al mural y las piñatas, recuerdo que Hulk agonizaba en el suelo cubierto por una masa de espuma amarilla, mientras Yoda, Alicia y algunos otros lo miraban preocupados, más por su propio destino que por su estado.

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David nos pidió que saliéramos al patio, lejos del olor a aguarrás y pintura. Mientras salíamos una célebre camioneta mexicana invadió el silencio —se compran estufas, refrigeradores, lavadoras…—

—Escucho eso todos los días y no logro entender qué es lo que quiere—, dijo David Choe con una sonrisa burlona.

Después saca la grabadora, toma la cámara, haz la prueba de sonido, ¡listo!, entrevista:

Yo.-He visto tu trabajo, y algunas de las cosas que haces son muy políticas, en especial me gustó mucho lo que hiciste en Medio Oriente, por lo que quería preguntarte por ese lado político de tu trabajo y del graffitti en general, porque  yo considero que hacer arte en las calles ya es un acto político.

David Choe.-Creo que cuando haces cualquier cosa en la calle es, primero que nada, muy valiente porque puedes ir a la cárcel por ello, especialmente en el Medio Oriente. Y, aunque fue muy bueno tener guardias conmigo, igual pueden matarte o cualquier cosa. Y pues, tener una exhibición en un museo o en una galería es un proceso de aceptación y aprobación. Te dicen, “está bien, nos agradas y nos agrada lo que haces”. Pero hacer algo en la calle es la forma más libre de expresión que puedas tener, es donde puedes expresar sin problemas tu enojo, tu frustración, cualquier cosa que sientas sobre tu situación romántica, económica, política. Es en la calle el único lugar real donde puedes expresar esas cosas. Y para mí, bueno, yo a veces escribo cosas políticas, pero la mayoría de las veces el arte para mí es otra cosa. En realidad hablar de arte me parece muy aburrido, la mayoría de los artistas son aburridos porque son personas muy creídas, así que a mí me gusta hacer arte en una especie de trance, sin pensar realmente en lo que hago, lo cual es una tontería porque en realidad siempre estás pensando en algo, pero trato de hacer cosas y después descubrir por qué lo hice. Ya sabes, es como si tengo la idea de pintar una tortuga sin piernas, algo que no sé de dónde vino, pero esa imagen estaba ahí y la hice, pero por qué, eso seguramente es una pregunta para mi psiquiatra.

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Yo.-Decías hace rato que amaste México, y me imagino que estás enterado de todos los problemas que estamos teniendo, en especial con las drogas, por lo que algunos políticos están pugnando por legalizarlas. Así que quería preguntarte, ¿cuál es tu opinión sobre legalizar las drogas?

David.- ¿Tú crees que deberían legalizarlas?

Yo.- Pues sí, pero no le digas a nadie.

David.-Pues yo pienso que toda la mierda y los problemas que hay en USA en torno a legalizar la marihuana o el matrimonio gay son una mamada. O sea, a quién mierdas le importan. Yo en lo personal no fumo mota, porque si lo hiciera me dormiría, me cansa y desmotiva mucho. Pero nadie fuma mota y va por ahí siendo un peligro, no es como manejar ebrio y matar a alguien. El que fuma mota se sienta en su sillón, mira televisión y come burritos, esos es todo. Yo creo que deberían dejar que la gente tomara decisiones adultas. Pero hay tanto dinero en eso… En realidad hacer cualquier cosa que no lastime a nadie no debería ser un problema. Es sólo mota, hombre, a quién le importa, nunca he sabido de nadie que tenga que ir a rehabilitación por fumar mota.

Yo.- Un amigo me pidió que te preguntara sobre los problemas que has tenido que superar para estar donde estás ahora, para ir de las calles al museo.

David.- Ah, como dije antes, hay mucha gente que piensa que soy muy afortunado y hay otros que piensan que hay mucho trabajo en lo que hago, pero a mí me gusta sobre-analizar las cosas, y ver la verdad en ellas. Esto que voy a decirte es algo que mi doctor me dijo: mi cerebro no produce suficiente serotonina para pensar en las consecuencias. A veces yo no puedo pensar que si voy y mato alguien iré a la cárcel o me meteré en problemas. Y tal vez eso sea una ventaja, pero viví la primera parte de mi vida sin pensar en las consecuencias.

A veces, ya sean los padres o la policía o la religión o lo que sea, la mayoría de la gente es controlada por el miedo a estas autoridades, ni siquiera es necesariamente una cuestión moral. Por ejemplo antes, cuando tenían que comprar un cd o un casette, la gente no iba a la tienda a robarse las cosas porque sabía que iría a la cárcel, pero ahora que saben que es virtualmente imposible que los agarren bajan la música sin ningún problema. Y no es como que tengan un problema moral por ello, todo el mundo roba.  Así es como funciona: si me porto mal mis padres me castigan. La gente es controlada por las posibles consecuencias que puedan traer sus acciones. Pero, ¿qué pasa cuando no te importa? ¿Cuando en vez de decir, “oh no puedo pintar eso porque alguien podría enojarse”, te vale madres? Si pinto en la calles iré a la cárcel, pero si no me importa ir a la cárcel, puedo pintar en las calles sin ningún problema. Así fue como hice muchas cosas cuando era joven, no pensando en las consecuencias, y en los momentos de claridad en los que sí pensaba decía, “bueno, ¿qué es lo peor que puede pasar? No me importa si muero, o voy a la cárcel, o alguien me madrea, y como no me importa nada soy imparable.” Y así, ¿qué va a detenerte. La única cosa que puede detenerte es el miedo, estar asustado y decir no quiero hacer esto, no quiero hacer lo otro. Por lo que no pensar en eso fue algo muy liberador para mí. Ahora que soy más grande puedo ponerlo en palabras, pero cuando era joven sólo corría como un loco, y como dije antes, cuando haces cosas como esas terminas famoso o muerto.

Yo.- Pero es maravilloso, eres la envidia de todos, eres libre.

David.-Pero la cosa es que cualquier persona puede hacerlo. Hay gente que me dice que sólo yo puedo hacerlo, pero no, cualquiera puede ser libre.  Y no digo que salgan corriendo y empiecen a dispararle a la gente, pero sabes, no debes dejar que nada te detenga porque al final del día no se trata de si vas a terminar en la cárcel o muerto, casi siempre es más sobre qué pensará la gente, qué pensarán mis amigos, mis padres, y eso no importa en realidad. Pensarán que eres raro, pero después se olvidarán de ello porque a nadie le importa en realidad.

Yo.- Si tuvieras que decidir cuál son tus cinco trabajos favoritos, ¿cuáles elegirías?

David.- La Ballena para mí es parte de todo lo que te he dicho. Cuando empecé a dibujar la Ballena tenía dieciocho o diecinueve, era cuando dibujaba principalmente comicbooks y tenía que hacer tantas líneas y cuidar tanto los detalles, que decidí dibujar algo simple, algo que me liberara. Sin embargo, sí llegué a pensar que si dibujaba algo como eso nadie creería en mi habilidad. “Pensarán que dibujas como un niño”, me dije, “pero a quién carajos le importa, a mí no.” Así que hice la ballena. Fuera de ese es muy difícil elegir mis cinco favoritos porque ya ni siquiera me acuerdo de todo lo que he hecho.

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La exposición de David Choe estará en el Museo Universitario del Chopo del 17 de agosto al 27 de octubre, los días martes a domingo de las 10 a las 19 hrs. El costo de la entrada general es de treinta pesos, aunque para estudiantes con credencial vigente e INAPAM está sólo a quince. Los martes la entrada es libre, ¡aprovechen!

Por: Lupi

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