Del sexenio de Miguel de la Madrid al de Enrique Peña Nieto, la Constitución ha sido modificada 395 veces.

En su momento, Carlos Salinas habló de “la reforma de la revolución”. Durante la primera mitad del actual sexenio, las reformas han sido la bandera de progreso con la que ha navegado la administración. Sin embargo, los resultados no son palpables: las modificaciones en el papel no se han traducido en crecimiento económico, justicia social ni bienestar generalizado. Algo falla en la estrategia, señala el columnista Carlos Fernández-Vega.

Recientemente, el premio Nobel de Economía Paul Krugman, señaló:

“¿Cuándo se dará este milagro mexicano? Si la gente ya se está cansando de esperar, yo ya me cansé de esperarlo. La liberalización tiene 30 años de antigüedad y claramente eso no bastó. No hablamos de un desempeño terrible, pero no fue lo que se esperaba. De modo que dudaría en predecir cuándo se espera este milagro”.

Durante los últimos 30 años, el país ha crecido un promedio de 2% anual, que es apenas suficiente para mantenerlo a flote. Se trata de un innegable estancamiento económico.

El grupo en el poder de entonces, el mismo de ahora, continúa apostando a la modificación constitucional y olvidando la puesta en marcha efectiva de las estrategias implicadas en tales transformaciones. La estrategia parece pretender magia: cambiar el texto constitucional para que, así, sin más, México se mueva. “Las reformas en marcha abrirán mejores perspectivas de desarrollo”, son palabras de Miguel de la Madrid que bien, podrían ser atribuidas al actual presidente.

En el campo económico, los efectos de una estrategia que persiste como si hubiera funcionado por décadas, siguen siendo los mismos. De la Madrid prometió un crecimiento a razón de 5.5% tras la implementación de su estrategia. Lo único que pudo lograr fue uno de 0.34% efectivo.

Salinas continuó con la tendencia, reformando incluso artículos que su antecesor ya trastocara, con la intención, claro está, de:

“resolver a favor del pueblo; volver al Estado que se planteó originalmente la Revolución Mexicana, capaz al mismo tiempo de garantizar la soberanía de nuestra nación y de dar justicia a nuestros compatriotas; el Estado se reforma para desencadenar la transformación social de México; estamos modernizando el país, reformando la Revolución”.

Salinas prometió un crecimiento de 6% anual, del que sólo pudo lograr un 3,9% que debe ser atendida siempre frente a la crisis económica de aquel sexenio.

Ni que decir de Zedillo, quien anunciara que:

“emprenderemos todas las reformas económicas indispensables y nos aseguraremos de su ejecución exitosa […] reformas legales tendientes a impulsar la inversión social y privada en ferrocarriles, telecomunicaciones, aviación civil y transporte, y distribución y comercialización de gas natural”.

El 5% de crecimiento anual prometido se tradujo en un 3,5%, que debe ser relativizado con el respectivo Fobaproa.

Más tarde Fox prometería:

“impulsar las reformas estructurales pendientes, para dotar de un signo plenamente democrático a las instituciones nacionales, para hacer más eficiente el desarrollo de la economía, enfrentar debidamente los graves desequilibrios sociales, mejorar el lugar que hoy ocupamos en la economía mundial”.

En el campo legislativo, cumplió. En el económico, no: del 7% de crecimiento anual que prometiera al inicio de su sexenio, sólo logró un promedio de 2.3%.

Calderón no hizo la diferencia. Sus reformas laboral, electoral, energética y hacendaria fueron anunciadas como

“las reformas y las transformaciones que México necesita y nos permitan construir el México que queremos”.

Además de emprender su fallida estrategia de seguridad, Calderón prometió un 5% de crecimiento anual. Sólo logró un lamentable 1.8%

La actual administración no difiere en lo absoluto. Antes bien, el paquete de reformas propuesto para este sexenio es uno de los más ambiciosos en décadas. Hoy, frente a un panorama desalentador para una reforma energética que más bien parece salir sobrando, México debe encarar el problema de la caída del precio mundial del petróleo que hoy, ya redujo en u 50% la venta petrolera proyectada.

Los efectos, que debían traducirse en un crecimiento sin precedentes, son devastadores. El secretario de Hacienda, Luis Videgaray, afirmó recientemente que apenas existen las condiciones para que el país no decrezca en 2015 y advirtió que, de ahí en adelante, el panorama es tan incierto como alarmante.

En todo caso, las reformas no han sido absolutamente inútiles: en cada campo y ramo reformados durante los últimos 30 años, no ha dejado de haber beneficiados: los amigos de los gobernantes, que hoy disfrutan de la apertura industrial en diferentes rubros y de la creación de flamantes puestos burocráticos hechos a la medida.

Quizá sea hora de que todos juntos pensemos en una nueva estrategia, ¿no es cierto?

@plumasatomicas

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