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Hoy estamos exactamente a cuatro meses de que se inaugure una edición más de los Juegos Olímpicos, unos juegos que pasaron de ser la consolidación brasileña, a la más grande pesadilla brasileña.
Y es que cuando el Comité Olímpico Internacional otorgó la sede de los juegos veraniegos a Río de Janeiro, lo hizo en medio del ‘Boom Brasileño’, y aceptémoslo, nosotros también pensábamos que celebrar la justa en medio de Copacabana con unas caipirinhas, era una gran idea.
Sin embargo, vale la pena analizar, la manera en la que ha cambiado, tan drásticamente, la percepción que el mundo tenía de Brasil, pues en cuestión de meses, pasó de ser el paraíso de las playas, la zamba y las bebidas exóticas, a ser la tierra de las marchas, las protestas, el Zika y la corrupción.
Pocos quieren o pueden asistir
El panorama no luce amigable para Río 2016, que a cuatro meses del comienzo de la justa, no ha logrado vender más del 50% de los boletos disponibles para todas sus competencias, un escenario inédito en la historia del deporte olímpico, en donde las entradas para cualquier evento solían agotarse con mucha anticipación.
En el sitio oficial de los JJOO se avisa que aún quedan 7.5 millones de entradas disponibles para diversas disciplinas, las cuales como mínimo tienen un costo de 30 dólares, algo que representaría casi el 30% del salario mínimo que percibe un trabajador en aquel país, si se considera que en diciembre del año pasado se estableció en poco más de 227 dólares.
Y si la situación para los Olímpicos no podría ser peor, ya se podrán imaginar la tragedia que son los Paralímpicos, para los que sólo se ha vendido el 10% de las entradas, lo cual ha encendido las alarmas en el gobierno brasileño y sus brillantes políticos, que para evitar estadios vacíos, ha decidido comprar con cargo al erario público miles de boletos, para regalarlos entre la población, que claramente, está más preocupada por la fuerte ola de despidos que acarrea la grave crisis económica por la que atraviesa el país.
¿Es seguro ir a Brasil?
Por si fuera poco, el descontento social ha aumentado conforme se revelan las acusaciones contra la presidenta Dilma Rouseff por temas de corrupción, todo esto aunado a los problemas por el el virus del Zika, que ha obligado al COI a implementar medidas para reducir al máximo los riesgos de contagio, tanto para atletas como para espectadores y por supuesto, mujeres embarazadas.
Una de esas medidas ha sido la remoción de todos los estanques de agua que se encuentren próximos a las sedes de los estadios, con la intención de destruir los criaderos de mosquitos. Además, Embratur, el Instituto de Turismo de Brasil, asegura que se están tomando las medidas necesarias para erradicarlo, con lo que exhortan a los visitantes a no temer en su viaje.
De igual manera la Organización Mundial de la Salud, al enterarse del tema, asegura que no hay problema con realizar dicho viaje a Brasil, únicamente le recomiendan a los viajeros portar repelente en todo momento, vestir de camiseta manga larga, intentar no exponerse en lugares donde la humedad esté presente.
¿Cómo? ¿Tengo que cuidarme todo el tiempo en lugar de disfrutar mi viaje y pasarla a gusto en los Juegos Olímpicos? Porque al final de todo la enfermedad existe, afecta a unos menos que a otros, pero está ahí y puede dañar cuando menos te lo imaginas.
¿Y los atletas?
En todas partes del mundo se juegan clasificaciones para un boleto a Río 2016, México no es la excepción, y si bien en un principio hubo miedo, hoy se dice que no habrá problemas al respecto y de acuerdo a Cuitláhuac Ruiz Matus, quien hizo un viaje al país sudamericano para investigar, no hay probabilidad de contagio y si se da, se cuenta con las medidas necesarias.
Estamos a 120 días de Rio 2016 y pa’ como está el panorama, no sería tan mala idea encomendarnos al Cristo Redentor, y si este nos llegara a fallar, invoquemos a Zeus, quien en un par de días estará de fiesta en la celebración de los 120 años de lo primeros JJOO de la Era Moderna.
