El futbol tiene un antes y un después de Kaká. Pero el crack brasileño tuvo que luchar contra él mismo para brillar y ser uno de los mejores jugadores del mundo.
Hasta antes de Luka Modric, él había sido el único en arrebatarle un Balón de Oro a Lionel Messi o Cristiano Ronaldo. Es increíble pensar que la carrera de Kaká pudo nunca haber empezado. Cuando apenas tenía 12 años, le diagnosticaron un retraso óseo de dos años.
Su complexión era menor a la de un niño de 12 años. Mucho más pequeño y delgado que el resto. Lo que le costó el visto bueno de varios entrenadores, que no apostaban por él.
Kaká sabía que tenía que hacer algo si no quería dejar su carrera truncada. Con ayuda de su fisioterapeuta comenzó una dieta plagada de proteínas y el gimnasio se volvió algo así como su segunda casa. No había día que el brasileño no estuviera entrenando e intentando ganar masa muscular. Tres horas al día compitiendo contra él mismo.
Al paso de seis años, cuando ya era mayor de edad, Kaká ganó 13 kilos de puro entrenamiento y su capacidad de resistencia era sorprendente. Formado en las categorías juveniles del Sao Paulo, en Brasil ya veían al joven jugador como la próxima estrella del balompié carioca… y no se equivocaron.
Sin embargo a Kaká le esperaba otra dura prueba. Fue en el 2000, cuando junto con su familia asistió a un parque acuático. Se lanzó al agua pero su cabeza impactó directo al piso. De inmediato comenzó a sentir mareos y le dolía el cráneo. Se había fracturado la cuarta vértebra y otra vez, su carrera estaba en riesgo.
Evaluado por algunos doctores, todos coincidieron que era un milagro que no se hubiera quedado paralítico. Por la gravedad del golpe y de la zona donde se lo dio. Sin embargo Kaká atribuyó todo a Dios y el propósito que tenía.
Luego de tres años con el primer equipo del Sao Paulo, llegó una oferta del Milan. En Italia anotó 104 goles y dio 74 asistencias en 307 partidos, antes de fichar con el Real Madrid. En España tampoco decepcionó y aunque su cuota goleadora fue de sólo 29 tantos, también dio 33 asistencias en los 120 partidos como ‘merengue‘.
Volvió a Brasil con el equipo que lo vio nacer durante un año. Finalmente el Orlando City marcó el término de un sueño dentro de la cancha. 25 goles y 20 asistencias en 78 partidos en la MLS.
Kaká tenía cuatro metas: Firmar un contrato como profesional, representar a Brasil, jugar en Europa y ganar un Mundial. Todas las cumplió. Recordando que fue parte de la Selección que se coronó en Corea-Japón 2002.
La historia de Kaká es un ejemplo más de que los límites, te los pones tú mismo. Ningún obstáculo puede ser más grande que la voluntad propia de conseguir lo que te propones.
