Por Esteban Illades

Ha transcurrido ya una semana desde que Andrés Manuel López Obrador asumió la presidencia de México. Fiel a su estilo, el ahora presidente ha aprovechado el tiempo y ha acaparado todos los espacios posibles. Desde sus conferencias diarias a las 7 de la mañana hasta sus constantes giras por el país, López Obrador es el principal tema de conversación en la discusión pública mexicana.

Es interesante como estrategia mediática. El presidente sabe a la perfección que a las 7 de la mañana la mayoría de los mexicanos tiene encendido algún tipo de aparato; sea televisión o radio, a esa hora es cuando la gente se entera de las noticias del día anterior y de lo que el gobierno tenga planeado para las siguientes horas. Así, en lugar de pagar publicidad en algún medio, López Obrador dispone de los principales espacios sin gastar un solo centavo: los noticieros se enlazan a lo que está diciendo y así asegura que su mensaje se escuche, y al ser el primero en hablar, también asegura que su mensaje sea el que ponga la agenda del día.

En ese sentido, la política mexicana gira alrededor de él, como han buscado y han hecho los presidentes mexicanos desde tiempos inmemoriales.

El hecho de que continúe con sus viajes en vuelos comerciales y que dialogue con las personas que se encuentra en su camino –más allá de lo simbólico que discutimos aquí la semana pasada–, también lo mantiene en el reflector. En México los medios están acostumbrados a cubrir la política de manera permanente y cada detalle es amplificado, por más inconsecuente que sea. Por eso tenemos notas sobre lo que desayuna, sobre qué asiento ocupa en el avión, sobre cualquier cosa en torno a él. De cierta manera es una herencia de la prensa de corazón que cubría –y cubre– a las monarquías: el presidente, como persona, como objeto, como Dios, les es fascinante.

AMLO
Foto: Manuel Velasquez/Getty Images

Ahora bien, más allá de lo mediático y lo simbólico, la primera semana de la presidencia de Andrés Manuel López Obrador ha avanzado al mismo paso que la transición: no se detiene o no da la impresión de detenerse un solo segundo. En las conferencias de prensa se dan los grandes anuncios de la agenda del sexenio; son tantos que algunos incluso pasan inadvertidos o son difíciles de desempacar durante las siguientes horas, porque son remplazados por anuncios posteriores en los lugares que el presidente visita.

Estos primeros anuncios han seguido el guion establecido: una reafirmación del compromiso de campaña y el banderazo de salida consecuente, porque, al fin y al cabo, es poco y nada lo que se puede lograr en tan solo una semana en el poder.

Sin embargo, se empiezan a ver los cambios –tanto positivos como negativos– en las acciones de gobierno. Quizás el más importante, consecuencia de una toma de decisión durante la transición, es la estrategia que utiliza el gobierno para pagar los bonos a los inversionistas del aeropuerto de Texcoco, cuya cancelación había sido anunciada desde hace ya varias semanas. El complejísimo esquema de pagos hace que el gobierno tenga que echar mano de herramientas complicadas, y que dependa de una cadena de acciones de los inversionistas extranjeros para perder el menor dinero posible en el asunto. La cancelación tendrá impacto no sólo en la economía a corto plazo, sino en los proyectos posteriores del gobierno: de manejarse de manera incorrecta, los inversionistas privados que busquen involucrarse en el Tren Maya o en las refinerías que se quieren construir, solicitarán más dinero y mayores garantías para involucrarse, pues ya existe el antecedente de la cancelación de una obra de gran tamaño. Entiéndase: si se pierde la confianza con una primera obra, el costo de las posteriores aumenta.

Asimismo, López Obrador ya ha dejado su huella en el Poder Judicial. Primero, por la presentación de la terna de candidatos para ocupar una vacante en la Suprema Corte. De esos tres, el Senado elegirá a uno, o podrá rechazar al grupo entero para pedir una segunda propuesta. El Poder Judicial, diseñado para ser independiente del Ejecutivo y el Legislativo, no ha recibido con buenos ojos a los tres candidatos, pues los tres gozan de relaciones partidistas –dos de los tres han aspirado o tenido cargos públicos a nombre de Morena– e incluso de amistad con el presidente. A pesar de ello, dado que el partido de López Obrador tiene mayoría en el Senado, es casi un hecho que el presidente logrará meter a alguien de su círculo cercano a la Corte.

Diputado 2018
Foto: Facebook

También, y esto preocupa más, el presidente y el Legislativo, a través tanto de Ricardo Monreal, coordinador de Morena en el Senado, y Mario Delgado, coordinador de Morena en Diputados, han decidido emprender un choque frontal contra el Poder Judicial. El motivo son los sueldos que se asigna a sí éste último, que no se conforman a la nueva ley de austeridad impulsada por el gobierno federal. Aquí, y esto es importante decirlo, viene una gran discusión: si el poder judicial es en verdad autónomo y puede determinar la manera en la que se organiza –presupuesto, plazas, etc– o si debe responder a lo que le dicen los otros dos. Ésta será la primera gran batalla del gobierno, en particular porque involucra el presupuesto.

Ése es quizás el tercer gran tema de la primera semana de gobierno del presidente. A más tardar el 15 de este mes; es decir, el viernes, el Congreso deberá recibir el presupuesto para el próximo año de mano de la secretaría de Hacienda. Con ese documento sabremos en qué se enfocará el gobierno, qué buscará hacer y qué no entrará en su agenda.

Pero, dado el choque con el Poder Judicial –que debe decidir si la ley de salarios máximos cumple con la Constitución o no–, es posible que tengamos dos presupuestos. Uno que considera sueldos nuevos para todos los funcionarios en los tres poderes –y órganos desconcentrados y descentralizados, como el INE, el INAI y demás– y otro que considera los mismos sueldos que el año anterior. Una situación por demás extraña.

Así que, primera semana, y tres grandes frentes abiertos por el presidente. Los tres tendrán efectos a largo plazo, y los tres son consecuencia de sus propuestas de campaña, de sus decisiones durante la transición y sus acciones ahora. Esté uno de acuerdo o no con lo que está haciendo López Obrador, lo cierto es que en su primera semana ya deja marca en la vida pública y en las instituciones de México.

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Esteban Illades

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