Dejen esa costumbre de abrir la bocota cuando los agarra la lluvia. Por más cab%&/na que esté la sed, pueden darse el lujo de decir “de esa agua no beberé”… o bueno, ahí se acordarán de lo que dice la UNAM, cuando estén con en el baño con los dolorosos resultados.

Lo anterior nomás aplica con los habitantes de la CDMX, hasta donde sabemos (seguro en más regiones del país), pero en esta ocasión la UNAM dio a conocer que el agua de lluvia no es apta para hacer buches.. no de manera directa.

Foto: Notimex/ Guillermo Granados

¿Por?, preguntarán los que ya están alistando los botes para abastecerse del vital líquido en cuanto comiencen el aguacero, ahora que los de la Conagua han avisado del cortón que se avecina en los próximos días. Bueno, si quieren esa agua para el baño o algo parecido, pues seguramente no habrá bronca… pero si es pa’ tomar, ahí sí no: más que nada, debido a que, además de microorganismos, contiene aluminio, plomo, zinc, mercurio, arsénico y níquel, entre otros elementos de no deberían consumirse.

De acuerdo con un estudio realizado por el Centro de Ciencias de la Atmósfera (CCA) de la UNAM, en las grandes ciudades – como lo es la CDMX – los chipi chipi sufren de los efectos adversos que deja la industrialización y la alta densidad poblacional.

Lo anterior da como resultado que el agua de lluvia sólo puede ser utilizada para el disfrute del automóvil (al cual pueden darle su lavadita con las precipitaciones pluviales)… y, ya muy arriesgado, algunos tipos de ropa. Quizás para riego… pero nada de tomársela para bajarle la aspirina. “Para ello se requiere de procesos complejos de filtración y someterla a lámparas de ozono para eliminar microorganismos”, se aconseja en el estudio.

Esta información ofrecida por el CCA de la UNAM explica por qué cuando a la gente se le olvida el paraguas – y lo agarra la lluvia – termina enferma, no sólo de cuestiones respiratorias. Así que, si después de un aguacero, tienen síntomas como “dolor de cabeza, ardor o dolor de garganta, diarreas y fiebre”, pues ya saben a quién culpar: la proliferación de microorganismos en la lluvia, así como los altos elementos químicos que ésta llega a contener.

“Algunos de los metales pesados que se encontraron son aluminio, cadmio, cromo, vanadio, plomo, zinc, manganeso, hierro, mercurio, así como arsénico, rodio, paladio, rubidio y níquel, algunos de estos muy evidentes por provenir de las gasolinas y de los convertidores catalíticos”, explica la especialista Rocía García Martínez…

Y eso, sólo si se trata de una lluvia normalita. Si es con truenos, estos irradian amoniaco que, aunado  a la radiación y las condiciones atmosféricas, se convierte en amonio. Claro, esto no implica temerle a los regalos del dios Tláloc, nomás no se atasquen cuando hay demasiada contaminación en el ambiente. “el problema no son las precipitaciones, sino las condiciones atmosféricas”, aclaró la investigadora.

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