Lo que necesitas saber:

Big Thief tocó por primera vez en México, y te contamos cómo se puso este conciertazo de la banda de Nueva York.

Hay conciertos que parecen más un ritual que un simple repaso de canciones, y lo de Big Thief en el Teatro Metropolitan fue exactamente eso: un ejercicio de vulnerabilidad compartida, de silencios cómplices y mucha catarsis colectiva. El cuarteto salió a darlo todo en una noche de sensibilidad y rock aventurado.

Con la brutal frontwoman Adrianne Lenker, que se lució en guitarra y voz, Big Thief tenía claro que había una deuda de casi 10 años de ausencia en México, por lo que prepararon un show especial. Con un setlist que recorrió gran parte de su discografía y algunos de sus himnos más recientes, los neoyorquinos ofrecieron una noche que se sintió entre confesión íntima y espacio de sanación.

Adrianne Lenker y Joshua Crumbly sobre el escenario del Teatro Metropolitan. Foto: Santiago Covarrubias para OCESA.

La apertura: un arranque desnudo y frágil

El concierto arrancó con un detalle inesperado: un “not a Lot, just forever”, donde Adrianne Lenker salió sola al escenario, guitarra en mano, para abrir un espacio de intimidad pura. Desde ahí quedó claro que el Metropolitan sería testigo de un show que se movería entre la crudeza emocional y la fuerza expansiva de toda la banda.

Canciones como “No Fear” y “Los Angeles” fueron los primeros momentos en que el público se dejó llevar por esa mezcla de ternura y tensión que caracteriza a Big Thief, con rolas de su nuevo disco, Double Infinity.

Buck Meek nos envolvió con guitarras con efectos y mucha distorsión. Foto: Santiago Covarrubias para OCESA.

Canciones que pintaron paisajes emocionales

El setlist viajó por piezas de gran carga poética como “Incomprehensible” “Words”“Little Things” y la ya emblemática “Dragon”, que sonó como un mantra colectivo. Hubo lugar también para la nostalgia en “Shark Smile” y la intensidad rockera de “Not”, quizá uno de los momentos donde la banda se desató más energía.

En el Q&A que tuvimos más temprano con la banda, nos dijeron que cada noche es distinta dependiendo de la conexión con el público, y esta noche fue simplemente inmejorable. Ante un público que no dejó de gritarles de pie, Big Thief también sintió algo especial. “¡Gracias por recibirnos!” Dijo Adrianne Lenker en el poco español que le escuchamos durante el show.

James Krivchenia se rifó en la batería y las voces, como un motor en la banda. Foto: Santiago Covarrubias para OCESA.

En canciones como “Terminal” y “Carry”, el público apenas respiraba, sosteniendo un silencio reverencial que pocas bandas actuales logran provocar en una sala tan grande. Y cuando llegó “12,000 Lines”, la sensación fue casi de un susurro compartido, como si Lenker cantara al oído de cada uno de los presentes. Su voz fue asombrosa, con falsetes y agudos que van más allá de lo que le escuchamos en el estudio.

La magia de lo experimental y lo vulnerable de Big Thief

Uno de los momentos más impactantes llegó con “Simulation Swarm” y “Time Escaping”, piezas que muestran la faceta más experimental de Big Thief, donde los arreglos se sienten orgánicos, caóticos y perfectamente imperfectos. La audiencia, lejos de perderse, se entregó a esas atmósferas, como si estuviéramos en medio de un bosque sonoro.

En vivo, la banda toca con la calidad de estudio pero se transforma en un Big Thief aún más grande: rolas como “No Fear” o “Shark Smile” se vuelven improvisaciones estridentes que por momentos sentimos que no acabarían. Con solos extendidos y hasta la voz de Adrianne inventando partes vocales, parecía una banda más similar al progresivo.

Big Thief es una de las bandas de culto más queridas de la últimately década. Foto: Santiago Covarrubias para OCESA.

Lo mejor es que disfrutan mucho sus nuevas rolas y prueba de ello es la inmensa “Time Escaping”, en una versión en la que James toma la voz para improvisar y se une a apoyar a Adrianne en los coros. Big Thief siente sus rolitas nuevas con una energía distinta y fresca.

Canciones como “Mythological Beauty” y “Certainty” reafirmaron lo que siempre ha distinguido a la banda: la capacidad de narrar lo más personal de una forma universal. Cuando sonaron, hubieron lágrimas, sonrisas y coros que en verdad fueron gritados por los más fans de la banda.

El cierre: una comunión absoluta con una gran faltante

La recta final fue un desfile de himnos: “Masterpiece”, que sigue sonando como una declaración de principios; “Spud Infinity”, y por supuesto, “Vampire Empire”, que desató uno de los coros más potentes de la noche. El final con “Beautiful World” cerró el círculo con un aire de melancolía esperanzadora, como si la banda nos recordara que siempre hay belleza en la fragilidad. Lamentablemente, aunque fueron casi dos horas y media de show, nos quedaron a deber “Change”, que sí estaba en el setlist, pero simplemente no tocaron.

Lo de Big Thief en el Metropolitan no fue un concierto más: fue un recordatorio de por qué esta banda se ha convertido en una de las más queridas bandas de culto de la última década. Con un sonido impecable, una entrega total y una conexión íntima con su público, lograron que cada canción se sintiera única e irrepetible, en una de las mejores noches que ha visto el Metropolitan en este año.

Adrianne Lenker es una frontwoman sensible y poderosa. Foto: Santiago Covarrubias para OCESA.

Entusiasta y nerd musical desde que tengo consciencia. Lector obsesivo y escritor. Ávido de escuchar y presenciar música en vivo. Músico novato a ratos. Egresado de Derecho y (casi) de Letras Inglesas...

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