Ayer hace cincuenta años, un avión de espionaje U-2 de la Fuerza Aérea de los Estados Unidos, sobrevolaba la isla de Cuba buscando esto:

Un centro de construcción soviético de misiles balísticos de medio alcance R-12, con potencial de cargar material nuclear, que fue encontrado en San Cristóbal, Pinar del Río, al oeste de la isla.

Hoy hace medio siglo, el Centro Nacional de Interpretación Fotográfica de la CIA recibió las imágenes y a las 20:30 horas notificó al Departamento de Estado un informe que provocó dos de las semanas de mayor peligro, tensión y miedo en la historia: los soviéticos estaban construyendo misiles nucleares que podrían alcanzar territorio estadounidense. El joven presidente John F. Kennedy se enteró de todo la mañana del día siguiente pero informó a la población hasta el 22 de octubre.

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Con esto dio inicio lo que se conoce como la Crisis de los Misiles, momento considerado por los historiadores como el punto más álgido de la Guerra Fría, junto con la Crisis de Berlín de 1961, donde las tropas estadounidenses y soviéticas se vieron la cara en Checkpoint Charlie.

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Esto nos sirve de pretexto para reflexionar sobre los cambios que han pasado en las relaciones internacionales de poder en estos cincuenta años.

Tras el final de la Segunda Guerra Mundial, el planeta quedó dividido en dos bloques definidos por sus tendencias ideológicas, políticas y económicas: el capitalista encabezado por los Estados Unidos de América (EUA) y el socialista por la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS).

Cada uno buscó consolidar y expandir su área de influencia, pero nunca se dio un enfrentamiento militar directo. De esta forma, desde 1948 (algunos historiadores prefieren utilizar 1947 como la fecha de inicio) hasta 1991, el mundo vivió una competencia continua entre las dos superpotencias.

Cuando terminó la Revolución Cubana en 1959, el joven líder Fidel Castro, quien había derrotado al dictador Batista, tenía dos posibilidades: aliarse con su vecino del norte que lo había apoyado durante su movimiento, o aliarse con la URSS.

Por diversos conflictos diplomáticos con EU que desembocaron en la invasión de Bahía de Cochinos en 1961, cuando Kennedy acababa de ocupar la silla presidencial, los cubanos prefirieron aliarse con la URSS, dirigida en ese momento por Nikita Khrushchev, un experimentado político ruso que sucedió a Stalin.

Para la URSS, tener un aliado a las puertas de su antagonista ideológico fue ideal, en especial porque EU tenía misiles posicionados en Turquía. La arrogancia de Khrushchev, junto con la creencia de que Kennedy era demasiado joven, inexperto e inocente, ya habían provocado un momento de máxima tensión en Berlín, donde el presidente estadounidense demostró una gran determinación.

En 1962, el líder soviético cayó en el mismo error y creyó que su contraparte cedería esta vez a la presión, pero no lo hizo. Tras dos semanas de negociaciones al borde de lo que parecía un apocalipsis nuclear, los dos dirigente llegaron a un acuerdo el 27 de octubre: la URSS se comprometía a retirar los misiles y todo el armamento nuclear de Cuba, a cambio de que cesaran los intentos de invasión de EU a la isla  y que retiraran sus misiles de Turquía.

La tensión disminuyó pero el miedo a un apocalipsis nuclear continuó el resto de la Guerra Fría. En la década de los ochentas, la Unión Soviética entró en una crisis política y económica que concluyó con la entrada de Mikhail Gorbachev como presidente, quien realizó una reforma estructural (Perestroika y Glasnost) que eventualmente desintegró el bloque socialista, el cual desapareció oficialmente el 25 de diciembre de 1991.

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Si bien, la Guerra Fría se había concentrado hasta principios de la década de 1970 en el este de Asia (Corea y Vietnam), Europa Central (principalmente Alemania) y América Latina (Cuba), a partir de la Guerra de Yom Kippur en 1973 y del bloqueo petrolero que le siguió, el centro de tensión se trasladó a Medio Oriente.

Por una parte, la URSS inició su invasión a Afganistán en 1979 y terminó 10 años después. Durante este tiempo, EU apoyó a los talibanes para que dirigieran la resistencia contra los soviéticos, en especial a una figura ya muy conocida, Osama bin Laden. Además, en 1980 estalló la guerra entre Irán e Irak, conflicto durante el cual, el gobierno estadounidense apoyó al entonces líder irakí, otro personaje que les sonará familiar, Saddam Hussein.

Si bien EU había logrado ampliar su influencia en Medio Oriente –aprovechando que tenía un aliado muy poderoso en medio de la zona, Israel, y que la URSS estaba ocupada luchando en Afganistán– no fue sino hasta 1990, mientras su antagonista se desintegraba, que tuvo carta libre para intervenir directamente en la zona. Fue así que entró a la Guerra del Golfo, contra su antiguo aliado, Irak.

Después siguió un periodo de relativa paz, durante el cual gobernó Bill Clinton. China se convirtió silenciosa pero rápidamente en una superpotencia. Europa empezó un proceso de integración política y económica coordinado principalmente por Alemania. Yugoslavia se autodestruyó. Y Cuba sufrió su “periodo especial” (momento de crisis económica provocado por la caída de la URSS).

Pero llegó 9/11 y el terror regresó. Los estadounidenses lograron crear su nuevo enemigo, alguien contra quien luchar: los terroristas musulmanes, quienes reemplazaron a los “malvados comunistas come niños”.

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El gobierno de los Estados Unidos encontró un pretexto ideal para poder introducirse en Medio Oriente sin que ningún contrapeso lo detuviera o limitara. Invadió Irak, abriendo la posibilidad a grandes recursos petroleros, y Afganistán, posicionándose en un territorio estratégico contra China, la cual crecía económicamente a una velocidad sólo comparable con el milagro alemán y el japonés.

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Lo que nos lleva al día de hoy, 50 años después de la Crisis de los Misiles. ¿Cuál es la situación internacional? ¿Cuál es el balance de poder?

Los últimos 4 años han transformado todo. La crisis económica ha debilitado a la Unión Europea que se había posicionado como un bloque económico muy poderoso; ha provocado un desaceleramiento en EU y el mercado chino ha crecido de forma impresionante.

Aunque los estadounidenses tengan una posición estratégica en Medio Oriente, se han visto frenados, tanto por la política externa menos agresiva que adoptó su presidente actual, Barack Obama, como por la creciente influencia de los chinos y de otra figura política que ha renacido lentamente, los rusos.

Mientras las potencias se disputan por incrementar su presencia en la zona, inició un proceso que sorprendió a todos: la Primavera Árabe. Varios de los países musulmanes han vivido revoluciones, algunas más violentas que otras (ahora, la más problemática es la de Siria), que buscan la apertura democrática.

¿Pero qué ha sido de Cuba? La isla, de forma valiente, se ha mantenido firme en su política contraria a la intervención estadounidense, a pesar de sufrir un fuerte bloqueo económico. Aunque las consecuencias sociales de esto son muy duras, los últimos años ha mejorado su situación gracias al apoyo que obtiene de Venezuela y China, principalmente.

Además, desde la entrada de Raúl Castro en 2011, la rígida política económica socialista se ha relajado.

Así está el mundo ahora medio siglo más tarde. No sucedió ninguna catástrofe nuclear, pero el miedo a una Tercera Guerra Mundial sigue presente, sólo que el lugar donde iniciaría ha cambiado, ya no es el Caribe sino Medio Oriente, como lo muestra la declaración (entre otras) que hizo el 23 de septiembre Amir Ali Hajizadeh, comandante de las fuerzas aéreas de la Guardia Revolucionaria Iraní:

“No podemos imaginar que el régimen sionista (Israel) inicie una guerra contra Irán sin el respaldo de Estados Unidos, con lo cual una guerra sería contra ambos países (…) En ese caso, nada podría controlarse, ya que otros países se verían involucrados, ya sea a favor o en contra de Irán…. eso podría derivar en una Tercera Guerra Mundial.”

Por Julián González de León Heiblum (@JulianBuba)

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