Colima es el tercer estado más pequeño de México. Su población no pasa del millón de habitantes. De acuerdo con cifras del Instituto Nacional de Estadística y Geografía, en 2015 la entidad contaba con 711 mil 235 pobladores. Según datos del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, el índice de desarrollo humano de la entidad hace cinco años era de los más altos de México, ubicándose en la sexta posición a nivel nacional.

Anteriormente, la entidad era conocida como una tradicional zona de descanso, “el estado más seguro del país” y hasta era publicitada en el extranjero como “el lugar donde no pasa nada“, hasta que algo pasó.

De acuerdo con cifras actualizadas del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública, 2016 ha sido el año más violento durante el sexenio del presidente Enrique Peña Nieto y Colima es fiel reflejo del problema: el estado que colinda con Jalisco y Michoacán lideró los índices de homicidio doloso. Además, fue el sitio que registró un mayor repunte en los índices de asesinato y también más incidencias.

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Durante 2016 los asesinatos crecieron cerca del 300% en el estado, respecto al año anterior, además de tener la triste distinción de tener el promedio más alto de homicidios en el país, con una tasa de 72 homicidios por cada 100 mil personas.  De acuerdo con una investigación realizada por el portal Animal Político, tres municipios de Colima (Manzanillo, Tecomán y Colima) se encuentran en los cincuenta poblados con más homicidios dolosos en el país, siendo Manzanillo—la ciudad que aporta hasta el 75% de los ingresos del Estado—una de los puntos más afectados.

La violencia los ubica en el deshonroso top ten de los municipios más sangrientos de México. El municipio conocido por su puerto y su actividad turística pasó de ser un paraíso vacacional a ser marcado por la embajada de Estados Unidos como un “destino riesgoso” para sus visitantes. Basta con despeinar el portal de noticias del Diario de Colima, un medio local, para dimensionar los tintes del problema:

“Hallan cuerpo sin vida de una mujer en la zona industrial de Manzanillo”, “Balean un taxi afuera de un autobaños en Punta Chica Manzanillo”, “Encuentran a otro ejecutado con presunto narcomensaje en una cartulina en Manzanillo esta mañana”, “Matan a golpes a un joven en Manzanillo”, “Hallan un ejecutado en una brecha de Santiago Manzanillo”, “Hallan a otro ejecutado con narcomensaje en la colonia Pedro Núñez de Manzanillo”, “Localizan a hombre ejecutado y con narcomensaje en Campos Manzanillo”, son algunos de los encabezados que se pueden leer solamente en el periodo de las últimas tres semanas.

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¿A qué se debe el repunte de asesinatos en la región?

El repunte de la violencia en Colima se trata de explicar a raíz de la incursión del Cártel de Sinaloa en 2015, liderado por Joaquín “El Chapo” Guzmán, para recuperar el territorio. Como siguiendo el manual de reglas del crimen organizado, el grupo delictivo anunció una “limpia” en el estado, que trajo consigo —en primera instancia— enfrentamientos entre organizaciones contrarias, asesinatos de secuestradores, sicarios, halcones y toxicómanos. La disputa entre el Cártel Jalisco Nueva Generación, los remanentes de Los Caballeros Templarios y el Cártel de Sinaloa ha sumido al estado en una tanda diaria de muertos.

“De tanto decir que aquí no pasaba nada los cárteles también se dieron cuenta y ahora es un rico botín para ellos. Al final nos alcanzó la lumbre”, declaró un jefe hotelero a la publicación española El País. La violencia en Manzanillo se explica, de acuerdo con declaraciones que ofreció Guillermo Valdés, exdirector del Centro de Investigación y Seguridad Nacional durante el sexenio del Felipe Calderón, al diario español. Después de que el puerto Lázaro Cárdenas, en Michoacán, quedara bajo resguardo militar en 2013, el movimiento de los precursores químicos necesarios para producir metanfetamina se mudó a la capital turística de Colima.

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El inclemente aumento de violencia en estados como Colima y Zacatecas ha quedado a la sombra de las mediáticas y cotidianas aberraciones de Guerrero, Veracruz, Chihuahua, Michoacán, Tamaulipas, Sinaloa o Morelos. Sus pobladores sienten que los han dejado solos. Sus autoridades denuncian que no han recibido apoyo federal. Mientras tanto, la violencia sigue cobrando víctimas. Colima cerrará el año siendo el estado más violento de un país bañado en sangre. “Antes, Colima era el lugar donde no pasa nada. Ahora es el lugar donde no pasa nada… bueno”, le confesó un taquero de Tecomán a El País.

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