Fue el 15 de noviembre, cuando tras una elección interna de la que muchos no participamos, se hizo público que Marcelo Ebrard apoyaría a Andrés Manuel López Obrador, quien iría como candidato único de la izquierda por la presidencia del país. Los taxistas aplaudieron que Ebrard, el amo del terror vial y el Metrobús, dejara sus pretensiones hacia Los Pinos. Otros muchos, brincaron al saber que la izquierda definitivamente había perdido muchos, muchos votantes, que aunque apoyaban al PRD no necesariamente apoyaban los métodos que AMLO había usado hace unos 5 años, cuando peleaba por la legitimidad de su presidencia alterna.

Desde ese entonces, la lente pública se ha dedicado a escudriñar a las otras dos –insuficientes, repito– opciones presidenciales. El último mes del 2011 le correspondió a Peña Nieto, que gracias a sus múltiples y dramáticos errores, se logró colocar en las primeras planas de las redes sociales, los noticieros y los periódicos. Lamentablemente, el candidato del PRI –insultado o no; tan ignorante como al parecer ha demostrado ser; mal padre o no, asesino o no, corrupto o no– sigue peligrosamente cercano a las partes altas de las encuestas.

Inevitablemente debemos hablar también del debate que el martes tuvieron los tres pre-candidatos del PAN, una plática que tuvo más errores desafortunados para cada uno de ellos, que aportes de interés a los votantes.

No es de genios pensar que en una situación como la actual, el Partido de Acción Nacional, necesitaría presentar ante las urnas a un candidato que tuviese la suficiente elocuencia para matizar el ímpetu desbocado por la Guerra contra el Narcotráfico que su partido defiende y llevar su campaña a caballo entre la innovación y la continuidad de los logros panistas.

Hablando como un mexicano común, tal parece que el gobierno panista no tiene muchas metas palomeadas en su cartilla; esto quiere decir que un candidato nuevo debería generar una propuesta nueva, la cual, no parece estar proyectada.

Un claro ejemplo es el discurso de Ernesto Cordero que quedó tal vez oculto tras el gravísimo error de unir los nombres de Vicente Fox y Felipe Calderón:

“Quiero ser el candidato del PAN para consolidar lo logrado por el Presidente Vicente Fox y por el Presidente Vicente Calderón; quiero ser el candidato del PAN para acelerar la generación de oportunidades para las familias que más lo necesitan; quiero ser candidato del PAN para seguir engrosando las filas de familias de clase media que con mucho esfuerzo salen adelante día con día”.

Otra muestra de esta “continuidad” que pretenden dar al gobierno Calderonista, es el recurso de debate que usó Vázquez Mota, estamos hablando de citar la aprobación del actual presidente a sus labores.

Aunque mucho se habló de la unidad del partido, el debate logró destacar los defectos de cada uno, la guerra sucia entre sus pre-campañas, la búsqueda del error de otro, y no el esfuerzo por demostrar que lo propio es lo mejor. Típico de la clase política nacional.

Es claro que el debate lo terminó perdiendo Vázquez Mota –nadie puede salir muy bien parado de una comparación con Jorge Kahwagi–, pero también es claro que Santiago Creel no figuró lo suficiente y que Cordero destacó sólo por sus cómicos errores. Las propuestas, tan usadas y superficiales, se fueron como agua entre las manos de tres pésimos oradores.

Por ahora la carrera hacia la presidencia parece estar de cierta forma parada, pues, según el calendario autorizado por el IFE, no será hasta el 29 de marzo cuando –luego de revisar los gastos de pre-campaña y las solicitudes– se apruebe a los respectivos candidatos.

Las campañas se desarrollarán del 30 de marzo al 27 de junio: casi tres meses en los que nos bombardearán en serio con promesas, promesas, y una que otra sonrisa.

Por lo pronto, el fenómeno es extraño, en las encuestas realizadas por distintos medios, los resultados varían enormemente.

Una encuesta realizada por Parametría, publicada el 9 de enero, la antigua alianza PANAL-PRI-PVEM ganaba con el 39%, superando a la izquierda que iba en último lugar con un 17%, y al PAN que tenía un 23%.

Como les decíamos, el panorama varía notablemente dependiendo del medio en el que se haga la encuesta. En otro caso, el ejercicio realizado por Uno Noticias, en las redes sociales, a mediados del mes pasado, arrojó un triunfo del 24.82% de Andrés Manuel López Obrador, seguido por un 19.65% del PAN y un 11.06% del PRI.

Finalmente, y tal vez este sea uno de los datos más interesantes, el 23 de enero –tres días después de que se anunciara el rompimiento de la alianza PANAL-PRI– una encuesta independiente (que alegaba no pertenecer a ningún partido, ni obedecer ningún interés) dio los siguientes resultados:

Vivimos un “tiempo muerto” en cuanto a las Elecciones Federales, aún cuando este domingo los panistas definirán a sus representantes. A la gran mayoría de los votantes, no parece preocuparles –según las encuestas– el destino de la candidatura panista. Incluso algunos de ellos –como Josefina Vázquez Mota– ya comienzan a tomar la actitud de Ebrard, cuando apoyó a AMLO luego de perder la candidatura de izquierda.

Por otra parte, sí parecen estar creciendo las dudas y las expectativas acerca del cómo llevarán sus campañas, una vez que arranque la recta final, los dos candidatos a quienes sus partidos ya tienen impresos en boletas.

No sé qué piensen ustedes pero en un proceso idílico, lo único que podemos pensar es que nos gustaría que alguna fuerza de la justicia universal abriera las filas de candidatos y nos diera más opciones que los flancos artificiales de nuestra política; porque las cosas, en lugar de definirse, cada vez nos generan mayor confusión.

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