Pocos artistas han logrado llegar a estas alturas de la existencia de la humanidad en buena forma, con una trayectoria vigente e impecable como David Gilmour, guitarra, voz y arquitecto sonoro de Pink Floyd.

Gilmour desarrolló un estilo único que le ha dado una personalidad auditiva, cualquiera que escuche esas pocas notas que siempre usa pero que siempre suenan diferente, sabe que se trata de David. Influenciado por Elvis Presley, Bill Haley y Jeff Beck este jovencito emocionado por el Rock pronto se convertiría en uno de los grandes, como esos que admiraba.

Este hombre de 69 años, apenas hace un par de días declaró que en su vida ya no hay lugar para Pink Floyd (no porque haya contratado al Australian Pink Floyd para su boda quiere decir que desee continuar con la banda). Una declaración descabellada si tomamos en cuenta que gran parte del setlist de sus conciertos se compone de canciones de la banda con la que se consagró e hizo famoso.

Pink Floyd cumplió 50 años de carrera en Febrero pasado, medio siglo usando ya el nombre que hoy es sinónimo de grandeza y buena música. Cuando la banda ya se había integrado, Gilmour no figuraba en su radar. Era simplemente un amigo de Syd Barrett y Roger Waters que tocaba en una pequeña banda local llamada Joker’s Wild (además usando la guitarra de su vecino, pues era tan pobre que no tenía para comprar una, jamás se la regresó y hasta la fecha forma parte de su colección). La banda se desintegró curiosamente antes de que la radio pirata lanzara su único sencillo. Para entonces Gilmour ya se había ido de gira por Francia y España con la banda Built, luego renombrada Flowers, cuyo repertorio constaba de covers de los Beatles y Jimi Hendrix (¡ahí nomás!).

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Sin embargo el destino sería benevolente con él cuando sus amigos le pidieron integrarse “como apoyo” a Pink Floyd, pues Syd Barrett se estaba perdiendo en los confines de su mente cada vez más, lo cual le hacía imposible concentrarse en tocar o cantar. Por un tiempo fueron quinteto hasta que un día les fue demasiado tener que soportar a Barrett y su esquizofrenia  y simplemente decidieron no recogerlo más para ir a tocar.

¿Qué cambió con este hecho? Todo. De entrada Pink Floyd se alejó de las temáticas un tanto hippies tan socorridas por Syd y comenzó a transformarse en una entidad más “artística” (encajonándolos dentro del anaquel del Rock Progresivo). En esta transformación la Gilmour tuvo un papel fundamental. Aparte de asumir parte de las tareas vocales, su guitarra emergió de entre las sombras para ir escalando peldaños poco a poco y a la larga convertirse en el sello más identificable de la banda. El sonido de su Fender Stratocaster, los acordes menores y su característico delay se quedaron en la librería auditiva de millones, anclada al nombre de Gilmour para siempre.

Gilmour además de la guitarra también toca el saxofón (haciendo su debut en el track “Red Sky At Night” de su tercer álbum solista) y en muchos temas de Pink Floyd como “One Of These Days”, “Sheep”, “Hey You” y “Pigs (The Different Ones)” tocó el bajo pues eran temas “muy difíciles” para Waters. Éste fue el menor de los conflictos entre él y Roger, la lucha por el control/dirección de Pink Floyd los puso uno contra el otro al paso de los años: Waters era un férreo creyente de que las letras eran lo más importante, mientras que Gilmour defendía la música como el elemento primordial al que se debía poner más atención. Esta confrontación se dio desde el álbum Ummagumma y se fue incrementando hasta alcanzar su punto más alto en las sesiones de los álbumes The Wall y The Final Cut.

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David plasmó sus frustraciones y la dirección que quería tomar en su primer álbum solista homónimo. Muchas de las canciones que dejó fuera del álbum acabaron en The Wall, como “Run Like Hell” y “Comfortably Numb”, prueba del talento y miras de Gilmour. A mediados de los 80, Pink Floyd, “una potencia gastada” como lo planteaba Waters, con el tecladista Richard Wright rebajado a ser un simple músico asalariado, comenzó a desmoronarse. David estaba en guerra contra Roger, lo manifestó en su segundo álbum solista, About Face, con el tema “You Know I’m Right” (álbum que además el día de hoy cumple 31 años de su aparición).

Así que Waters, en una movida similar a la estocada de Paul McCartney con los Beatles, anunció su salida de Pink Floyd, en su mente poniendo fin a la historia de la banda. Sin embargo y al contrario de lo que sucedió con los oriundos de Liverpool, David no iba a permitirlo y luchó por continuar haciendo música a nombre de esa supuesta “entidad irrelevante”.

Autorizado legalmente para hacerlo, Gilmour, el hombre que había llegado a la banda como un mero apoyo décadas atrás, ahora era el piloto de la nave (que además es cierto, el hombre tiene licencia para pilotear aviones). Muchos fans se sintieron traicionados, considerando que el “cerebro” del grupo ya no estaba en ella. Las acusaciones de haberse vendido no se hicieron esperar. Es cierto que las temáticas cambiaron diametralmente, había temas mucho más “amables”, pero complacientes con el gran público jamás (ni que fuera Journey). Si bien Gilmour no estaba tan neurótico y traumado como Waters, las letras que compuso para la banda a partir de 1986 son de gran calidad, aunque sus temáticas disten de ser tan oscuras, siguen conservando esa conexión profunda con el escucha.

Aparte de sus labores en Pink Floyd, el guitarrista se permitió colaborar y ayudar a lanzar muchas carreras de diversos artistas como Roy Harper, Kate Bush, The Dream Academy, Grace Jones, Tom Jones, Elton John, Arcadia, Bryan Ferry, Berlin, Robert Wyatt, Hawkwind, Paul McCartney, Ringo Starr, Sam Brown, Jools Holland, Propaganda, Pete Townshend, The Who, Supertramp, Warren Zevon, Alan Parsons y muchos más.

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Después de The Division Bell en 1994, Pink Floyd y David Gilmour guardaron silencio hasta que en 2006 lanzó su tercer álbum solista, On an Island, un trabajo magistral que muy bien pudo haber sido parte de la discografía de Pink Floyd, pero decidió no hacerlo así. Un estupendo concierto de este álbum quedó registrado en el DVD, Remember That Night y uno más en audio, Live In Gdansk.

Recientemente Gilmour pareció cerrar para siempre el ciclo de Pink Floyd. Primeramente hizo las paces muy formalmente con Roger Waters y el cuarteto clásico tocó en el histórico Live 8 desatando lágrimas y esperanzas de una reunión. Posteriormente, tras el fallecimiento de Wright, su gran amigo en la banda, le rindió un sentido homenaje, rescatando una olvidada sesión de la época de Division Bell, la cual se lanzó bajo el nombre de The Endless River y se anunció que sería él clavo en el ataúd de Pink Floyd.

Apenas hace unos días recibimos con agrado la noticia que David Gilmour lanzará un nuevo álbum solista y hará una gira “de señor”, según sus palabras, por unas cuantas ciudades. La edad pesa es cierto, pero pesa aún más el talento incomparable y esa pulsión que empuja a los artistas a seguir entregando el alma en una noche mágica sobre un escenario. Roger Waters era el cerebro de Pink Floyd, pero sin duda David Gilmour es el corazón.

Hagan los respectivos honores.

@ivannieblas

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