Por Mariel Miranda

Poder vivir plenamente en nuestra ciudad es un derecho. Pero hoy es un derecho que ha sido gravemente vulnerado por la crisis de inseguridad. Todavía más cuando hablamos de mujeres. Lo que en algún momento me pareció que era una impresión exagerada de mi papá (porque es un nostálgico de épocas anteriores), hoy es una realidad sobre la cual conversan vecinas y vecinos de todas las colonias: una mujer no puede vivir plena y libremente en nuestras ciudades. La preocupación de mi papá no sólo fue en aumento a medida que las notas sobre asaltos se hacían más comunes, sino que se potenció por un solo factor: su hija es mujer.

Ante la inseguridad, hemos modificado nuestras rutinas y nuestro comportamiento, probablemente más en el caso de las mujeres. Cambiamos de rutas para despistar al enemigo, cargamos con un celular que no nos duela perder en caso de asalto, salimos más temprano de nuestras reuniones, nos cambiamos de acera si es que vemos a algún personaje sospechoso.

Si eres mujer, quizá has modificado tu forma de vestir, optas por la línea de metro más concurrida—aunque signifique media hora más de viaje—, has dejado actividades que te entusiasman sólo por no hacer uso de la ciudad en las noches, e incluso es posible que le hayas pedido a un hombre de confianza que te espere a la salida del metro para acompañarte a casa. Los servicios privados de transporte también se hicieron recurrentes como medida de precaución. Sin embargo, nada ha sido suficiente. En 2017 levantamos la voz para protestar por el asesinato de Mara: ese caso que evidenció que nadie estaba a salvo, ni siquiera quienes tienen el privilegio de tomar un Uber a casa.

Aterra ver las cifras de feminicidios en México. Destaca la investigación de Data4 que señala el alcance de la violencia contra las mujeres y la vulnerabilidad por cuestón de edad y nivel socioeconómico. La investigación encontró que diariamente se asesina un promedio de 1.7 mujeres. Las mujeres jóvenes y adultas mayores están más expuestas a la violencia en comparación a los hombres.

Acoso callejero
Foto: urgente24.com

A las precauciones que tomamos se sumaron también iniciativas colectivas. Por ejemplo, el hashtag #MiCasaEsTuCasaHermana, que buscaba disminuir los casos de mujeres violadas o asesinadas a causa de ocupar la ciudad de noche. Esta red ampliada de sororidad evidenció que ante problemas como la inseguridad es mejor actuar en colectivo y tejer lazos de confianza, pero también pronto sirvió para darnos cuenta de que nuestra lucha apenas comenzaba. El 17 de diciembre amanecimos con el caso de Mariana y su último mensaje: “me levantó un taxi en Metepec… el chofer no me deja bajar”. Aunque la noticia no alcanzó un eco tan grande, creo que hizo sentir vulnerable a más de una. Parecía que las redes de protección que habíamos tejido no eran suficientes, pues si bien su amiga supo que estaba en peligro, eso no se tradujo en protección o acceso a la justicia para Mariana.

Nos hemos cuidado tanto como hemos podido. Sin embargo, hasta ahora, eso no ha bastado. ¿Qué hacer ante la crisis de inseguridad que nos impide ejercer nuestro derecho a la ciudad?

Algunas medidas probablemente pasen más por la línea de la resistencia en colectivo: como aquellas que corresponden a tomar las calles en los momentos y horarios “indebidos”, como se ha hecho desde los 70’s con Take Back the Night. Asimismo, ampliar las redes comunitarias, como lo hemos hecho con #MiCasaEsTuCasaHermana y, más aún, comenzar a abordar la posibilidad de que esas redes se traduzcan en iniciativas, como lo son las Comisarías de la Mujer en América Latina, que buscan mejorar el acceso a la justicia, y sobre todo, otorgar a las mujeres la certeza de que pueden recurrir a una instancia hiperlocal cuando necesitan ayuda.

Es necesario también tener medidas promovidas desde los gobiernos locales; por ejemplo, procesos liderados y protagonizados por mujeres en los que, mediante un diagnóstico preciso, se señalen las fuentes de inseguridad. Podría seguirse la línea del Mapa de la Ciudad Prohibida, iniciativa impulsada por el partido Plazandreok del País Vasco —lanzada en 1996 y actualizada recientemente— en la que se señalaron en un mapa los puntos más peligrosos de ciudad de Donostia (San Sebastián) con base en lo que señalaron diversos grupos de mujeres. Con esta información, es posible atender las zonas más críticas, planear espacios seguros que reduzcan el miedo a ocupar la ciudad e identificar elementos que disminuyan el riesgo para las mujeres y les hagan sentir que esta ciudad también les pertenece.

Es necesario devolverle la ciudad a las personas. Particularmente, las políticas que generemos deben asegurar que todas las personas puedan ocuparla y hacerlo con plenitud, independientemente de su género o de su ingreso. Para que las personas más vulnerables puedan hacer efectivo su derecho a la ciudad, es necesario que las medidas que tomemos respondan sobre todo a sus necesidades. Estamos hartos de vivir con miedo, y ante eso, lo que nos queda es organizarnos y voltear a ver otras experiencias comunitarias y barriales. Seguramente no tenemos que inventar el hilo negro, más bien queda ser valientes, salir de nuestras casas y empezar a actuar colectivamente.

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Mariel Miranda es integrante de Wikipolítica CDMX, una organización política sin filiaciones partidistas.

Facebook: WikipoliticaCDMX

Twitter:  @wikipoliticacmx |  @MarielMmi

 

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