Miles salen a la calle en el Cairo, protestan en contra del decreto que pone a Morsi, presidente electo en junio, por sobre la ley.

 

El decretazo

El pasado jueves, Mohamed Morsi, el primer presidente electo en urnas en Egipto luego de la revuelta, firmó un decreto que le da el control de facto del poder judicial (la única institución que le era antagonista), es decir, ninguna de las decisiones tomadas desde su investidura podrá ser revocada por ninguna institución estatal.

Morsi poseía el control del poder ejecutivo, el legislativo, y de la Asamblea Constituyente, ahora lo tiene del poder judicial y ni siquiera Mubarak había tenido tanto poder en términos legales. Después de relevar a la cúpula del ejército ya nadie puede frenar sus mandatos.

Además, se prohíbe la disolución de la Asamblea Constituyente y de la Cámara Alta, sendos bastiones islamistas, por lo que Morsi, otra vez, no se quita de encima a los laicos que le exigen un Senado más equilibrado.

En un intento de contrarrestar aquello que sabía que sería visto por muchos como sospechoso, también decretó enjuiciar de nuevo a todos aquellos que habían sido acusados de abuso de poder y asesinatos en la revuelta egipcia pero que habían sido absueltos.

Esta decisión hace temer a muchos que Egipto se  pueda convertir en una tiranía presidencial y si bien la decisión es contundente, es cierto también que, después de 20 meses, la transición no aparece por ningún lado pues el proceso se ha visto entorpecido por las disputas entre la primera Asamblea Constituyente (ya disuelta), el Parlamento y el Tribunal Constitucional. Así según el plan de Morsi, su nueva posición le permite acelerar la transición.

Yasser Ali, vocero del presidente, dijo que la toma de poderes era temporal, sólo hasta que se constituya un nuevo parlamento y termine de redactarse la nueva constitución. Además defiende el decreto diciendo que ya mucho se ha titubeado en el periodo de transición; incluso dijo que la acción era “revolucionaria en todo el sentido de la palabra”.

Tahrir, donde la protesta resucita.

Ya miembros de los partidos laicos habían formado una acampada en la plaza Tahrir, y ahora, miles de personas se agolpan en la plaza y sus peticiones son explícitas: echar abajo el decreto. A lo largo del día se han ido reuniendo más personas en la plaza; ésta es la protesta más grande a la que Morsi se ha enfrentado y las escuelas y negocios han cerrado ya sus puertas

Los Hermanos Musulmanes también se han apresurado a salir a las calles en defensa de Morsi. Se ha dicho que la plaza no será desalojada a la fuerza pero el mandato de Morsi ya está manchado con sangre, un joven, parte de Hermandad Musulmana, murió hace unos días en los enfrentamientos entre opositores y simpatizantes de Morsi, ellos, igual que la oposición, tienen a un mártir puesto en estandarte que usan para lamentar la violencia que ambas partes han causado.

Las palabra “dictador” vuelve a circular por la plaza y los laicos y detractores han dejado de sospechar y afirman que Morsi ha atropellado los acuerdos con el pueblo y se erige ahora como figura todopoderosa.

“No me gusta ni quiero utilizar procedimientos excepcionales, pero si veo que mi país está en peligro lo haré, porque es mi deber”, declaró apenas el viernes en televisión para calmar los ánimos y hacerle frente a las críticas internacionales (en Francia se dijo que era evidente que Morsi lo estaba haciendo mal); lo cierto es que el pueblo egipcio ha vuelto a saturar las calles dejando de manifiesto que el largo proceso (de veinte meses ya) no parece resolverse en breve.

Aquí pueden ver lo que pasa en la Plaza Tahrir en vivo.

***vía The New York Times y El País

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