Por Roberto Vélez Grajales

Hace un año estuve en Santiago de Chile participando en un seminario sobre un proyecto a nivel latinoamericano que tiene como objetivo escuchar las voces de los jóvenes. Recuerdo muy bien las fechas, ya que, a los 15 días de haber estado por allá, la selección chilena de futbol nos arrasó en la Copa América con el famoso marcador de 7-0. Hace unos días volví a Santiago para un nuevo seminario del proyecto, con la salvedad de que la Copa Confederaciones 2017 en Rusia ya había pasado y no nos habíamos vuelto a topar con la selección de Chile.

La población joven siempre se encuentra en los discursos públicos. Y es que, más allá del interés legítimo que varios de los profesionales de la política puedan tener sobre el bienestar de esta población, lo que no se puede negar es que los jóvenes se convierten en un objetivo electoral, para el presente o el futuro cercano. Dicho objetivo para el caso particular de México no resulta menor, pues los jóvenes de entre 15 y 29 años de edad representan alrededor de la cuarta parte de la población.

Los jóvenes se encuentran en un mundo lleno de herramientas tecnológicas de gran alcance que hasta hace poco eran inimaginables. Éstas han abierto posibilidades de desarrollo que, sin embargo, no resultan suficientes para asegurar un proyecto de vida para cualquier persona. En ese sentido, en el Informe sobre desarrollo humano México 2016: desigualdad y movilidad, publicado por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), observamos que “las brechas de desigualdad se amplían entre las personas de 15 a 18 años y se profundizan en segmentos de mayor edad… [lo cual] se asocia principalmente al rezago educativo y al abandono escolar” (p. 32). En ese sentido podemos concluir que estos factores “tienen una influencia negativa a lo largo de toda la trayectoria laboral de las personas y afecta a los individuos hasta el final de sus vidas” (p. 32).

Foto: http://sanluis.gob.mx/

Por razones como la anterior, el proyecto al que hago referencia al principio de esta columna busca colocar a los jóvenes en el centro de la discusión, haciéndolos partícipes de la misma. Se trata de un esfuerzo que aglutina a varios países, alrededor de nueve, que tiene como meta la de informar y guiar el desarrollo de intervenciones innovadoras de los sectores público y privado a partir de evidencia sobre las necesidades, motivaciones y aspiraciones de los jóvenes. En esta ocasión, los estudios de la mayoría de los países se circunscriben a su principal área metropolitana que, en el caso de México, es la conformada por las 16 delegaciones de la Ciudad de México y los 60 municipios conurbados, 59 del Estado de México y uno de Hidalgo.

Hemos definido dos rutas para escuchar las voces de los jóvenes de entre 15 y 24 años de edad: a través del levantamiento de una encuesta de corte cuantitativo y por medio de entrevistas de corte cualitativo a grupos de jóvenes con lo que se conoce como grupos focales. Lo anterior se complementa con información de diseño, alcance y de ser posible resultados, sobre estrategias, programas y acciones ya existentes dirigidos a este grupo de población. Además, en el caso mexicano y dado que el proyecto lo realizamos desde el CEEY, el cuestionario de la encuesta a jóvenes se ha complementado con un cuestionario dirigido a sus padres, con el fin de identificar patrones intergeneracionales relativos a la movilidad social.

Si todo sale como está planeado, espero que para estas fechas del próximo año regrese a Santiago de Chile con dos buenas noticias. Primero, que nuestro estudio arrojó resultados que ayudarán a construir un mejor futuro para los jóvenes. Y segundo, que la selección mexicana de futbol no sólo no volvió a perder 7-0 frente a Chile, sino que logró romper, al menos, la barrera del famoso cuarto partido.

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Roberto Vélez Grajales es Director de Movilidad Social del CEEY.

Twitter: @robertovelezg

Imagen principal: Shutterstock

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