Por Mariana Castro Azpíroz

Vas al súper y como ya estás en plan eco-friendly, seleccionas todos los productos con empaques biodegradables. Llegas muy feliz a tu casa, consumes tus productos y tiras todo a la basura, sin remordimiento porque se va a descomponer sin problema y desaparecerá. Error. La etiqueta “biodegradable” no siempre es sinónimo de ecológico. Resulta que incluso puede llegar a ser nocivo para el ambiente si no se desecha correctamente y no se le da una vida útil suficientemente larga. 

El truco del lenguaje

Que tenga “bio” en el nombre no implica que sea ecológico. Hay plásticos elaborados a partir de fuentes biológicas que no son biodegradables y también hay plásticos biodegradables hechos con combustibles fósiles

“Biodegradable” literalmente significa que, al exponerse al ambiente y a los microorganismos, un material se va a convertir en otros subproductos de menor tamaño. Así que técnicamente, con suficiente tiempo, cualquier cosa se puede calificar como biodegradable. Lo que nos imaginamos con este término es sólo uno de los posibles escenarios: bacterias u hongos se alimentan del producto y generan algo que puede ser reabsorbido por el entorno, sin contaminarlo. Pero otra posibilidad es que al degradarse generen gases de efecto invernadero u otros subproductos tóxicos. Tanto plásticos como periódicos, e incluso residuos orgánicos producen metano y dióxido de carbono en los rellenos sanitarios. 

Ingredientes clave

Para que algo se biodegrade necesita que varios agentes entren en juego: microorganismos, calor, oxígeno, humedad y luz. Entonces, si los materiales que realmente están diseñados para tener un bajo impacto ambiental quedan enterrados en el fondo del relleno sanitario, no tienen acceso a nada de esto y termina siendo lo mismo que los plásticos de uso único: no se descomponen y hacen que los depósitos se llenen más rápido. Cada plástico necesita de condiciones específicas y, en su ausencia, pueden no degradarse, degradarse más lento, o fragmentarse en microplásticos. Sí, esos que contaminan el mar y de los cuales nos comemos el equivalente a una tarjeta de crédito a la semana.

Así que parte de la solución sigue siendo generar menos basura. De todas maneras, solamente el 1% de los plásticos son biodegradables. Anualmente se producen en promedio 333 millones de toneladas de plásticos convencionales y sólo 2.11 de plásticos biodegradables. Eso sería la misma proporción en peso entre un mono araña y una pelota de golf.

Sabores a elegir

Los TPS o termoplásticos de almidón se hacen a partir de las azúcares de las plantas, como el maíz, mezcladas con agua y polímeros, que los “plastifican”. Son el tipo más usado. Recubren los vasos de café y sirven para hacer muchos contenedores desechables. El PLA o ácido poliláctico se obtiene de la fermentación de maíz, caña de azúcar, o yuca y es el segundo más usado. Algunas bolsas de basura están hechas de eso. Los cubiertos biodegradables pueden fabricarse con TPS o PLA. 

plásticos biodegradables
Foto: Pixabay

Si ciertos microorganismos se alimentan con azúcares o grasas, generan los PHA o polihidroxialcanoatos, otro tipo de plástico biodegradable. Éste es menos común, pero tiene aplicaciones clínicas, como en suturas quirúrgicas.

Los plásticos “compostables” o “bioplásticos” son los que están hechos a partir del almidón de las plantas. Se descomponen en agua, oxígeno y composta. Pero aquí también hay una consideración con las etiquetas, porque algunos se pueden añadir a la composta casera y otros necesitan un proceso industrial de composta, que implica altas temperaturas y niveles de humedad para que pueda comenzar la descomposición. El problema es que esto no siempre se especifica con claridad. Además, no se deben mezclar los compostables con los plásticos reciclables.

Cuestión de tiempo

Estudios han encontrado que varias bolsas de plástico biodegradables pueden sostener las compras 3 años después de haber sido enterrados bajo tierra o dejados en agua de mar. 

Mientras que una cáscara de plátano tarda de 2 a 10 días en degradarse y el papel de 2 a 5 meses, un tetrapack tarda 30 años, una prenda de tela sintética tarda 40, las bolsas de plástico convencionales, 150 y las botellas de plástico y pañales desechables ¡450 años!

¿Un callejón sin salida?

Qué tan ecológico es un producto biodegradable depende, al igual que los plásticos convencionales, de las prácticas de producción, la vida útil del producto y un adecuado desecho y tratamiento al final de ésta. De nada sirve que sea bioplástico si le vamos a dar un solo uso de todas formas.

Compostar debe ser la última opción, luego de haberle dado una larga vida útil a nuestros productos. Un mexicano promedio usa 73 popotes y 150 bolsas de plástico al año. Utilizando productos reusables se puede ahorrar el equivalente a 7,300 servilletas, 163 latas de refresco, 500 vasos de café, 234 botellas y 123 cubiertos. Lo mejor que podemos hacer sigue siendo evitar plásticos de uso único (independientemente de su composición) y optar por la menor cantidad de empaques posible.

Hay muchas formas de ayudar al ambiente, pero debemos informarnos bien antes de tomar decisiones. La solución “fácil”, sin tener el panorama completo, nunca es una buena opción y puede terminar siendo contraproducente.

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Mariana Castro Azpíroz estudió biología molecular en la UAM Cuajimalpa. Ha realizado investigaciones en colaboración con el Centro de Investigaciones Biológicas y Acuícolas de Cuemanco (CIBAC, UAM-X); además, se ha dedicado al cuidado y conservación de especies acuícolas endémicas. Desde 2019 se dedica a la divulgación científica y actualmente hace educación ambiental a través de redes sociales.

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