Por José Luis Lezama y Ana De Luca

Nadie pondrá en duda que estamos en crisis. Sería en vano negarlo, cuando la crisis se ha vuelto y es, en los hechos, parte de nuestra cotidianeidad. De alguna manera, la crisis es una forma de vida, es parte de hacer vida, de vivir la vida.

Vista así, la crisis es parte del ser, pero también es un deber ser.

Es una oportunidad para transformar este infame y devastador mundo. La crisis es un sacudimiento, porque un orden social en crisis, un ecosistema en crisis propone cambios, exige cambios, y construye nuevos horizontes.

La pandemia, que se ha revelado como una trágica y totalizadora crisis, es apenas un adelanto, una cierta advertencia para ilustrarnos sobre la gran amenaza que se cierne sobre nosotros. La crisis sanitaria es tan sólo una señal de las consecuencias de la insensata relación de devastación que sostenemos con los mundos humanos y no humanos, que dan cuenta del alcance planetario de este presuntuoso y altanero orden social moderno, de la arrogante civilización occidental.

crisis ambiental
Foto: Pixabay

La pandemia nos mostró que hay un fuerte vínculo entre la crisis ambiental y las enfermedades zoonóticas, así también la crisis ambiental está envuelta en una crisis mayor: la crisis de la vida.  Esta crisis de la vida es la racionalidad que gobierna al mundo que atenta contra la vida. Matamos la vida, la vida que produce y fabrica vida, y matamos a quienes la producen y la defienden. Esta crisis nos revela lo patológico de nuestra relación con la vida, una cruzada casi suicida.

Entre la insensibilidad y el terror 

La supuesta calma y armonía en la que vivíamos antes de la pandemia era sólo aparente e ilusoria. Debajo de esa superficie tersa y amable se agitaba un estrepitoso volcán listo para hacer erupción.  Ahora que ya no podemos fingir esa calma y mirar para otro lado, es tiempo de volver la mirada a nuestro interior, explorarnos internamente, explorar nuestro mundo con todo y el dolor que implica reconocer el lío en el que estamos inmersos como humanidad. Sólo así es que podremos avizorar el escape, construir la salida y las alternativas para armar un mundo más digno para los humanos y no humanos. 

Es difícil reconocerse en la crisis y saber qué hacer con ella. Por un lado, vivimos en ese sitio de la típica anestesia que nos caracteriza, de nuestras ganas de meternos debajo de la cama, un lugar de parálisis y desolación. Un estado que ahora se revela en horas incansables de trabajo, en el mandato patológico de eterna productividad, que solamente nos permiten terminar el día, dormir lo necesario para empezar uno nuevo. Por otro lado, cuando no estamos en el adormecimiento y en el llamado a la productividad, cuando nos dejamos sentir lo que está pasando entonces vamos hacia el otro extremo, sentimos terror por el futuro. Un sentimiento que también nos paraliza, nos cancela alternativas, nos deja inmóviles.

La realidad es que tanto la anestesia como el terror son formas políticas del control y de disciplina que nos mantienen dóciles e inertes. Lo que proponemos es colocarnos en algún lugar entre ambas, un lugar sin duda incómodo, pero solamente en la incomodidad es que nos podremos movernos de lugar. Solamente así vendrá la conciencia reveladora que nos proponga otros mundos y múltiples horizontes de esperanza.

La crisis como oportunidad 

La crisis es una oportunidad transformadora, nos permite pensar en los orígenes de la crisis, las causas profundas de su ser y las opciones para superarla, sus tiempos de apertura. Abre muchas, todas las posibilidades para crear nuevos mundos, multiplicidades de diversos mundos, hacer boquetes, romper paredes, proponer futuros alternativos de alegría.  El regreso a la “normalidad” va a querer hacernos olvidar lo sucedido, borrón y cuenta nueva, y no dejar ningún rastro. Reconocer la crisis en la que estamos inmersos, recordar lo que hemos vivido en este año, nos va a doler profundamente. Por ello, nuestra propuesta es que reconozcamos el malestar y la angustia, que nos dejemos tocar fondo, y desde ahí dar el viraje para apuntar hacia un nuevo amanecer.

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José Luis Lezama y Ana De Luca son fundadores del Centro de Estudios Críticos Ambientales ¨Tulish Balam”.

Twitter: @C_TulishBalam

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