México ha cambiado muchísimo conforme pasan los años y uno de los lugares donde más se nota —aparentemente— es en la gastronomía o en lo que ponemos en nuestros platos día con día. Con decirles que, a pesar de lo mucho que nos gusten los molletes, en nuestro país hemos dejado de comer frijoles.
En la década de 1980 se consumían cerca de 16 kilos de frijoles por persona… y ahora, no estamos ni cerca.
Según el Panorama Agroalimentario de la Secretaría de Agricultura, en estos momentos, en México comemos 9 kilos de frijoles por persona. En todo el año. Es una caída tremenda.
¿Por qué dejamos de comer frijoles?
No es que nos dejaran de gustar en los molletes, como acompañamiento o que los frijoles, mágicamente, dejaran de formar parte esencial de la dieta de los mexicanos, sino que —según unas especialistas de la UNAM— fueron víctimas del estigma o el clasismo.
Aseguran que se han ido considerando “dieta de pobres” y por ende, con el meñique levantado, los hemos alejado de nuestra vida diaria.
“Pensamos que si no somos pobres, no tenemos por qué estar consumiendo estos alimentos, lo que es muy falso”, comentó Elvira Sandoval Bosch, coordinadora de la Licenciatura en Ciencia de la Nutrición Humana en la UNAM.
Se refería a los frijoles, pero también a otras leguminosas, como las lentejas, las habas o los garbanzos, que a pesar de ser económicas —¿o precisamente por ser económicas?— han abandonado la dieta moderna de los mexicanos y ahora las comemos muy poquito.
Y además, con esta decisión, estamos perdiéndonos de nutrientes importantes.
Los frijoles son proteína, pero sin colesterol y baja en grasa. “Al combinar con la proteína de cereales se obtiene prácticamente el mismo valor nutrimental de la carne”, agregaba Amanda Gálvez Mariscal, académica del Posgrado en Ciencias Bioquímicas.
¿Última curiosidad? Este 10 de febrero es Día Mundial de las Legumbres, así que échense unos frijolitos para compensar.