Por Olympia Ramírez Olivárez

Pasear por una ciudad es caminar entre (y sobre) los muertos; todas albergan reminiscencias del pasado constituyendo lo que son en la actualidad. Aquello que en algún tiempo remoto tuvo vida, resplandor, auge y uso carece de significado en el presente. Lo único restante de aquello ocurrido aparentemente lejano son los cadáveres de una sociedad posterior. Resulta lamentable que la costumbre nos haya vuelto inmunes al poder y resplandor de los recuerdos esparcidos a lo largo y ancho de la urbe, pues no se puede apreciar la historia del lugar que habitamos ni los cambios que ha sufrido. Por fortuna, uno de los medios que nos permite recordar dichas transformaciones es la literatura, ejemplo de esto es Ciudad fantasma: relato fantástico de la Ciudad de México (XIX-XX) (Almadía, 2017).

Bernardo Esquinca y Vicente Quirarte presentan una antología de relatos sobrenaturales ambientados en la Ciudad de México. Producto de un desafío amigable que Gregorio Monge dio a los autores, Ciudad fantasma… busca reunir historias que inciten a los lectores a, en palabras de Esquinca y Quirarte, “[…] internarse en Los más nuevos misterios de México, esos que desde el pretérito más remoto o bajo la luz del sol en tiempo actual, constituyen alteraciones radicales de la normalidad […]”. Si bien los relatos compilados en esta obra tienen como escenario a la capital mexicana, ésta también goza de un papel actoral que, por su sutileza, pasa casi desprevenido. De esta manera, los relatos que componen este libro exhiben la evolución del cuento fantástico de la Ciudad de México a lo largo de los siglos XIX a XXI: inicia con la tradicional Llorona de Valle-Arizpe, pasa por grandes nombres tradicionales de la literatura mexicana como Alfonso Reyes, Guillermo Samperio y Beatriz Espejo, para terminar con plumas más contemporáneas como las de Bibiana Camacho, Bernardo Fernández (BEF) y Luis Jorge Boone.

Mexico City
Foto: Shutterstock

Como ya se mencionó anteriormente, la Ciudad de México no sólo es el contexto en el cual se llevan a cabo las historias, sino que también se involucra en cada uno de los relatos: ninguno de los cuentos que habitan estas páginas escapa de la intervención de la megalópolis. Locaciones reales y ficticias, personajes históricos, mitológicos, populares, acontecimientos sobrenaturales y fantásticos, conviven a lo largo de esta antología; sin embargo, cada uno de los relatos cuenta con su propio estilo, por lo cual, consecuentemente, el lector podrá encontrar narraciones para todos los gustos y, de igual manera, observar el cambio en la percepción de esta ciudad a través del tiempo. El acomodo cronológico de los cuentos ayuda a revelar la evolución del papel que desempeñan cada uno de los componentes de la capital, es decir, cómo calles, recintos, hechos, personas, tradiciones, rumores y demás fueron adquiriendo importancia y utilidad en la vida cotidiana de sus habitantes de acuerdo al contexto en el que se desenvuelve la historia. Ejemplo de esto es la aparición del metro en el cuento incluido en esta edición “La fiesta brava”, de José Emilio Pacheco, el cambio de nombres de calles y avenidas emblemáticas de la ciudad (los cuales se pueden apreciar si se tiene mucha cautela al leer e investigar la ubicación de vías que en la actualidad no reconocemos) así como acontecimientos que marcaron su historia, como lo fue el temblor de 1985.

Ciudad fantasma es un retrato de la grandeza de esta metrópoli en cuanto a la cantidad de historias que produce —tanto ficticias como reales—. La minuciosa selección de cuentos en esta antología de Esquinca y Quirarte recorre los pasadizos, entrañas y escondites de la Ciudad de México, su historia, transformación, así como sus posibles resultados. Este libro revive, a través del cuento, a aquellos fantasmas abandonados en el olvido: lugares, personajes, eventos, objetos, vestigios. Los elementos sobrenaturales y fantásticos son un medio que nos permite contemplar de manera menos rígida los paisajes de la ciudad y nos muestra el lado que los escépticos se niegan a ver, pero que todos, en algún momento de la vida, hemos escuchado, creído e incluso temido: las vísceras y miembros de la máxima urbe mexicana encerradas en una constante alteración de lo que llamamos realidad. 

Quirarte, Esquinca

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