Todos alguna vez nos hemos levantado con el pie izquierdo, y tenemos uno de esos días en los que la vida se empeña en devolvernos de golpe a la realidad. A veces de forma literal. Si estás en medio de una jornada estresante, te invitamos a reírte de la desgracia ajena viendo estos dos videos que te harán exclamar ¡Ouch!

Primero vamos hasta las verdes canchas de Wimbledon, en donde se celebra uno de los torneos más importantes y legendarios del deporte blanco. Se desarrollaba el partido entre el francés Jo-Wilfried Tsonga y el estadounidense Mardy Fish. El juego transcurría de lo más normal cuando un fuerte saque de Fish fue a dar directo al ojo de una juez de línea.

Tras el impacto, la pobre no sabía si llorar, desmayarse o mentarle la madre al culpable. Sólo se limitó a tocarse el rostro mientras Tsonga fue muy caballeroso a ver cómo se encontraba (yo creo que se la quería echar). Después fue acompañada por otro juez hacía el exterior de la cancha para que fuera atendida, en medio de un afectuoso aplauso por parte de los aficionados. Por cierto, mientras todo esto pasaba, Fish fingió demencia y ni un pan le echó a la pobre señorita a la que se había descontado.

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Según se supo después, la pelota salió a una velocidad de 118 mph. Al final hubo justicia divina y Tsonga alcanzó la victoria.

Ahora nuestra segunda oda al dolor ajeno (y también a la vergüenza). Sucedió recientemente durante una carrera de 100 metros con obstáculos en los Juegos Universitarios de China.

Tenemos la idea de que el deportista chino es disciplinado, competitivo y leal, sin embargo, gracias al próximo video descubrimos que no todos son así.

El competidor de la imagen de plano no sabía ni qué onda. Apenas inició la carrera no pudo ni superar el primer obstáculo… ni el segundo… ni el tercero. Entonces, para no hacer el ridículo y evitar llegar en último lugar, este alegre chinito se puso loco y comenzó a botar las barras horizontales de los obstáculos para así ganar el terreno perdido.

Hasta eso, su táctica le iba saliendo a todo dar. Lo malo es que iba tan enloquecido que terminó tropezando con uno de los obstáculos y se dio un espectacular ranazo, el cual tampoco aminoró sus deseos de obtener la gloria deportiva. Medio encanijado se levantó y siguió corriendo. No le importaba nada, él quería ganar y hacer que su familia se sintiera orgullosa, no importaba si para eso tenía que invadir el carril de otro competidor y prácticamente echarle a perder la competencia.

Finalmente, como el héroe que es, este atleta atravesó la meta cojeando, con el cuerpo maltrecho pero el honor intacto por no haber terminado en último lugar.

Vean el vídeo de esta emotiva hazaña deportiva:

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¿La juez o el chinito corredor, cuál de los dos tuvo un peor día?

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Fundé Sopitas como hobby y terminó siendo el trabajo de mis sueños. Emprendedor, amante de la música, los deportes, la comida y tecnología. También comparto rolas, noticias y chisma en programas...

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