Por si no se enteraron, hace unos días el periódico Reforma dio a conocer el nivel de aceptación que tiene la administración de Enrique Peña Nieto. Para sorpresa de nadie, el porcentaje alcanzado por el actual ejecutivo es el más bajo de los últimos gobiernos. Ante tan triste situación, ya salieron sus defensores al quite.
Primero fue el titular de la Sedesol el encargado de desvivirse en halagos para el copetón (sus dichos fueron de antología, por cierto). Ahora es el líder nacional del PRI, Manlio Fabio Beltrones, el que le dice a EPN que no sienta tan gacho: índices altos de popularidad, no los tiene ni Obama… y mucho menos Merkel.
“Obama mejoró cuando perdió todo, y entonces empezó a hacer una política mucho más agresiva, diciendo cómo iba a diferenciarse de Putin, de los enemigos, cómo iba a conservar nuevos aliados, se iba a ir a Cuba, iba a besar el anillo de Papa, entonces salió después de ello, pero su popularidad no era de lo más presentable. Ya no quiero hablar de Dilma, de cómo anda, o de Cristina Kirchner. En verdad creo que Ángela Merkel, que es una de las mejores gobernantes, tampoco así como que anda en los cuernos de la luna en popularidad”.
Al señalar acertadamente que la baja aceptación es un problema de los gobernantes fregones, Beltrones recurrió al argumento de Mancera con las precontingencias: si las mediciones se hicieran con parámetros diferentes, otro gallo cantaría. En el caso de EPN, si la sociedad fuera menos exquisita, entonces Peña sería uno de los presidentes más amados de la historia… pero no. Nos gusta andar de exigentes.
“En el mundo conservar índices de popularidad en los gobernantes no es cosa fácil, sobre todo ante lo sano que resulta una sociedad demandante, y la intervención que ya tienen las redes sociales en el mundo de la política y de la acción”.
Cuestionado sobre si piensa que el PRI tiene lo necesario para retener la presidencia en el 2018, Beltrones aseguró que eso por el momento le vale… pues apenas estamos en 2016. Lo que ahorita lo tiene con el pendiente son las elecciones venideras, las del 5 de junio. Desde su punto de vista, de lo que se trata no es de conservar la presidencia, sino de cómo hacerle para “conservar la gobernabilidad”.