No hay duda: el capitalismo actual es el más grande monumento a la deuda que se haya creado nunca. El principio y fin del modelo económico mundial por excelencia es la deuda. La economía al interior de un país funciona gracias a las deudas que las personas y empresas adquieren con su gobierno o con instituciones extranjeras y su estatus económico como nación está determinado por su capacidad de adquirir deuda con bancos y fondos internacionales, arte delicado aunque bastante rentable, si se hace adecuadamente.

Si no nos crees, basta echarle un vistazo a la lista de los países más endeudados del mundo. Aunque en ella se encuentren naciones que han enfrentado serias crisis económicas últimamente (y con serias queremos decir Grecia), también podemos encontrar algunos de los países económicamente más poderosos. Estados Unidos y Japón se cuentan entre aquellos cuya deuda externa supera a su Producto Interno Bruto, es decir, tienen una deuda mayor a lo que producen anualmente. Islandia, Reino Unido y Francia les pisan la sombra:

1) Japón: 237%

2) Zimbabue: 202%

3) Grecia: 158%

4) Jamaica: 146%

5) Eritrea: 125%

6) Italia: 126%

7) Portugal: 122%

8) República de Irlanda: 117%

9) Granada: 112%

10) Estados Unidos: 106%

11) Islandia: 99,3%

12) Bélgica: 99%

13) Reino Unido: 90,3%

14) Francia: 90,29%

Pero esperen un momento: si cuando yo me endeudo tengo serios problemas, ¿cómo es que a estos países les va tan bien? Bueno, el asunto es que no es el mismo juego. Según Robert Pollin, experto en deuda externa y codirector del  Political Economy Research Institute de Massachussets, endeudarse así es un privilegio para las grandes potencias que, de hecho, sí conlleva graves riesgos:

“Muchos países desarrollados pueden endeudarse en sus propias monedas y acceder a los mercados financieros a muy bajas tasas de interés. Endeudarse de esta manera para financiar el crecimiento o salir de una crisis es una gran ventaja, pero no es un viaje gratis. Todo depende de las circunstancias de cada país.”

fondo monetario internacional

¿Cómo funciona la deuda externa?

La lógica detrás de este asunto en realidad es muy sencilla: imagina que tú tienes el poder de crear ilimitadamente un producto increíble que todo mundo quiere tener. Ahora imagina que, de repente, tienes algún imprevisto que debes solucionar con urgencia, o bien, te sientes arriesgado y quieres un crédito para iniciar un nuevo negocio. Pues bien: mientras tengas la exclusividad de la producción de eso que tooodo mundo quiere, cualquiera te concederá un jugoso préstamo, pues posees algo así como una garantía ilimitada de que en algún momento podrás pagar y no sólo eso: todo mundo estará convencido de que prestarte esos recursos vale la pena, pues en cualquier caso, al llenar una necesidad con tu producto harás crecer la economía, escenario que conviene a cualquier productor, incluyendo al que te prestará.

¿Pero cuál es ese misterioso producto deseado por todos que estos países poseen y que permite a sus gobiernos endeudarse fuertemente? Pues se trata nada menos que de su moneda.

¿Pero por qué algunas monedas son más deseadas que otras? Bien, vayamos por partes:

En primer lugar, una moneda se comporta como cualquier otro producto, pero su producción es monopolio de un gobierno. En segundo lugar, este producto sirve como una regla para medir el valor de otros  productos.

¿Y entonces por qué no se le ocurre a cada país producir cantidades industriales de dinero para que todo mundo gane grandes sumas y pueda comprar lo que se le antoje? Aquí está el meollo del asunto: si una moneda sirve para medir el valor de productos, su propio valor se mide frente al de otra moneda según la competitividad de los mercados de los países que la producen. En forma simplificada, podemos decir que el valor de una divisa depende de la demanda de los productos del país al que pertenece y de lo bien que se mueven en el mercado para hacer que esos productos sean deseados.

cambiario

Si eres el gobernante de un país cuyos productos no son deseados, entonces, sin importar cuánto dinero produzcas, no harás crecer económicamente a tu país, pues ese dinero no está respaldado por su demanda: nadie lo quiere, empezando por los países extranjeros, con quienes te ves obligado a negociar para satisfacer muchas de las demandas internas de tu nación, especialmente la de aquellos productos que no puedes producir tú mismo.

Bien, ¿pero cómo pueden los países elevar el valor de su moneda y así endeudarse sin demasiado problema?

Cuando un empresario de un país hace tratos con un extranjero, desea que, tarde o temprano, su ganancia se vea traducida a su propia moneda (o bien, en la moneda del país donde disfrutará sus ganancias). Imaginemos que un productor estadounidense hace tratos con uno mexicano. Pues bien: o el comprador mexicano deberá, a su vez, comprar dólares para pagar aquellos productos, o el vendedor aceptará pesos que más tarde venderá para comprar dólares. Ambas opciones terminarán por elevar la demanda del dólar y, como ocurre con cualquier producto, esa demanda aumentará su valor.

Otras formas de elevar el valor de tu moneda son estas: las alianzas comerciales garantizarán que otros países usen tu divisa. Tu poder militar dará el mensaje de que puedes controlar los recursos de otros países, así que hacer negocios contigo podría ser más seguro que hacerlos con un país débil. Tu índice de desarrollo garantizará que tus ciudadanos cuenten con las herramientas suficientes para innovar y producir. Tu éxito y tu dominio sobre distintos mercados aumentará tu competitividad y, por lo tanto, tu derecho a crédito.

ejército estados unidos

Por si esto fuera poco, si eres una gran potencia, es casi seguro que ese préstamo que como gobierno pides provenga algún banco o asociación internacional a la que perteneces y que, como potencia económica que eres, muy probablemente fundaste, y el préstamo se te hará nada menos que en tu moneda. Teniendo todo esto en cuenta, ¿qué puedes perder? ¡Nada!… o eso parece…

Los riesgos de la deuda externa

Aunque creas que las grandes potencias económicas crean fama y se echan a dormir, esto no es del todo así. Aunque es cierto que contar con un gran historial de éxito económico ayuda a un selecto grupo a elevar su deuda más allá de lo imaginable, también es cierto que muchos otros países ansían ese poder y, como todo mundo sabe, el poder no es algo que pueda compartirse fácilmente. En muchas ocasiones, las economías emergentes buscan asociarse con otras más poderosas, por lo que le dan a estas últimas un gran poder sobre su crecimiento, de suerte que la economía poderosa ayuda al desarrollo de la débil mientras se asegura que no representa un peligro. Sin embargo, de vez en vez, algunas economías logran despegar y se convierten en un dolor de cabeza para los líderes mundiales, especialmente porque no suelen poseer una deuda tan grande.

El mayor riesgo para un país con una deuda gigantesca es que, por el motivo que sea, su moneda (o sea, su mercado) podría perder interés frente a otras. Mientras el país pueda pagar su propia producción y la compra de bienes de origen extranjero, éste no será un gran problema, pero al menor desajuste interno o externo, la crisis le pasará factura. La razón es sencilla: si pasa por un periodo de crisis, ¿por qué hacer negocios con ellos y no con alguien más?

Si baja la confianza en su poder, los negocios se debilitan, su credibilidad también y con ello, el valor de su divisa. Algo así, pero a pequeña escala, ocurre todos los días en la bolsa de valores. Las divisas suben y bajan unos cuantos centavos porque algunas compañías de distintos países ganan o pierden atractivo en el mercado.

wallstreet

Estados Unidos pasó por una crisis económica que inició en 2008 y que apenas parece estarse solucionando. La causa de la crisis fue, irónicamente, la facilidades de crédito a los ciudadanos que la ley permitía. Cuando la crisis en Europa comenzó, debido a la incorporación de una Grecia quebrada a la Unión Europea, la crisis en Estados Unidos se agudizó. Para solucionar el asunto, Estados Unidos se vio obligado a pedir un nuevo préstamo, pero el Congreso del país se asustó: debía aumentar el tope de deuda que el país estaba dispuesto a adquirir, decisión difícil de tomar justo en el momento en el que su capacidad de pago estaba en duda.

¿Y los intereses?

Cuando nos prestan dinero, estamos obligados a pagar intereses. Tener una deuda nos permitirá crecer sólo si la adquirimos para producir y sólo si esa producción nos permitirá pagar el préstamo con todo e intereses. Por eso, más nos vale conseguir préstamos al más bajo interés posible.

Estados Unidos paga su deuda con una tasa de interés mínima de entre el 1 y el 2%. Esto se debe, por un lado, a que las instituciones a las que debe son, en gran medida, manejadas por él mismo y a que ellas han decidido que la manera más rentable de administrar la deuda es con intereses bajos, de suerte que motiven a ese país a pagar.

Si la tasa de interés aumentara, entonces tendría serios problemas: se vería obligado a dedicar gran parte de los impuestos que su gobierno recauda sólo a pagar los intereses, lo que bajaría su capacidad de desarrollo humano y económico, agudizando el problema. Algo así ocurrió en América Latina durante la década de los ochenta, situación cuyos efectos seguimos pagando hoy.

Si una potencia externa lograra poner en crisis a una comunidad económica entera, los bancos y fondos de esa comunidad se verían obligados a aumentar la tasa de interés a cada uno de los países a los que les ha prestado, eso con la intención de evitar una caída en picada de las economías de los países miembros. Este es uno de los temores de los integrantes del Tratado de Libre Comercio de América del Norte, el Acuerdo Transpacífico y otros grupos liderados por Estados Unidos frente a comunidades contra las que compite, como el Mercosur en Sudamérica y las BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica).

BRIC

Otro asunto que hace que Estados Unidos tiemble es el jaque estratégico que Rusia tiene en Medio Oriente y otras regiones. Básicamente, si Rusia conquista capital, la economía estadounidense se debilitaría, el dólar se depreciaría y su deuda se volvería un gran problema para ellos y para todos sus socios. Rusia, por cierto, tiene una deuda de 31.26% de su producción: mucho más baja que la de Estados Unidos.

Y entonces ¿qué tanto puede endeudarse un país sin que sea una locura?

Los economistas están divididos sobre la respuesta a esta pregunta. En realidad se trata de una cuestión muy delicada: imagina que tu bolsillo no anda del todo bien y estás a punto de caer en números rojos, si no es que ya estás ahí. Con seguridad, te verás obligado a pedir un préstamo, pero has tener cuidado: debe ser lo suficientemente grande como para reactivar tu producción, pero lo suficientemente chico como para que su pago no represente un obstáculo a futuro.

De forma similar, cuando un país se encuentra en problemas económicos, su gobierno puede arriesgarse a producir más moneda que respaldará con un préstamo que provenga de un banco, comunidad o país cuya credibilidad mercantil sea mucho mejor. Esta apuesta es peligrosa: debe expedir tanta moneda como sea necesaria para reactivar su ciclo económico, pero también debe cuidar que el préstamo que pidió ayude a respaldar tal ciclo, en lugar de convertirse en una nueva carga económica que los ciudadanos deban pagar con sus impuestos. Si fracasara, el pago del prestamos haría  valer menos cada centavo, pues una fracción estaría destinada a pagar la deuda.

¿Existe una fórmula mágica para saber exactamente qué tanto puede endeudarse un país?

Muchos han intentado buscar una fórmula para determinar qué tan grande puede ser la deuda de un país sin que ponga en riesgo su economía y sin que comprometa sus recursos de por vida a otro país. En los años 90, el Fondo Monetario Internacional consideraba que el tope de deuda adecuado para un país desarrollado era del 60%de su producción anual, mientras que para un país en desarrollo era de un 40%.

En 2010, un estudio de Carmen Reinhart y Ken Rogoff (antiguo economista jefe del FMI) advertía que ningún país debía adquirir una deuda mayor al 90% de su producción anual. Este estudio fue usado para explicar la crisis europea y estadounidense de 2008 y se convirtió en el principal argumento de los funcionarios que buscaban establecer políticas que redujeran el gasto estatal como solución al problema.

Sin embargo, más tarde, el trabajo de un alumno de la misma universidad probó que los resultado no era correctos ni generalizables y advirtió que, si bien las crisis de Europa y Estados Unidos estaban unidas por el mercado internacional, tenía diferentes orígenes y, por lo tanto, diferentes soluciones.

Lo cierto es que, hasta el momento, no existe ninguna fórmula para determinar el tope de deuda de cualquier país. Se trata de un problema que cada nación debe resolver tomando en cuenta sus proyectos de crecimiento, sus planes de desarrollo, la política exterior, su política económica y, por supuesto, su eficiencia para recaudar y administrar efectivamente sus recursos y combatir la corrupción.

Aunque Japón tiene una deuda del 237% de su producción anual, tiene una economía próspera y desarrollada. Por otro lado, Zimbabue, el segundo país más endeudado del mundo con un 200% de su producción anual, encabeza la lista de los países con menor probabilidad de crecimiento y, por tanto, de pago. Unos 38 países lo acompañan en este ranking.

¿Y qué pasa con la deuda de México y América Latina?

El país con la economía que más rápidamente está creciendo en América Latina también es el que tiene la deuda más alta: Brasil, con un 68%. Por otro lado, Chile, el país con mayor índice de desarrollo humano de la región, es el que que menor deuda tiene: 11.2%.

México, por su parte, tiene una deuda de 43% de su producción anual, lo que no representa ningún peligro comparada con su capacidad productiva, aunque sí es un problema cuando se considera que nuestra deuda externa se duplicó en tan sólo 6 años, de 2006 a 2012. Esto se debió a dos motivos fundamentales: las bajas tasas de interés que Estados Unidos mismo aprovecha y, por otro lado, el “momento mexicano” que se vivió en el sexenio de Calderón. Sin embargo, algunos especialistas afirman que este acelerado incremento de deuda pone en riesgo la estabilidad y forma parte de las causas del actual estancamiento en el crecimiento.

deuda expterna

Estas son las deudas de algunos países de América Latina expresadas en porcentajes de su PIB:

1) Brasil: 68%

2) Venezuela: 57%

3) Uruguay: 53%

4) El Salvador: 52,1%

5) Nicaragua: 52%

6) Argentina: 44%

7) México: 43%

8) Honduras: 34,6%

9) Costa Rica: 34%

10) Bolivia: 33%

11) Colombia: 32%

12) Guatemala: 25%

13) Perú: 19%

14) Ecuador: 18%

15) Paraguay: 11,3%

16) Chile: 11,2%

Después de todo ese rollo ya te quedará claro que contar con una gran deuda externa no necesariamente es malo para un país, pero con seguridad, se trata de un juego de alto riesgo.

@plumasatomicas

Vía: BBC, El Financiero

 

 

 

 

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