Quizá una de las tradiciones más sugerentes de la prensa liberal norteamericana es la que tiene que ver con los mensajes políticos detrás de las portadas de revistas icónicas en momentos que se llegan a intuir como históricos. Hay un esfuerzo notable, llevado a cabo por editores y diseñadores, por tratar de capturar el clima político que se vive. Así pues, las portadas de estas revistas se presentan como una suerte de barómetro ideológico de los sucesos que, tal vez esperan, vayan mucho más allá de la nota diaria. Tal vez es una forma de hacer que el diarismo adquiera una dimensión histórica sobre la marcha.

Desde las elecciones en Estados Unidos del año pasado ha habido gran tensión en los medios de comunicación sobre lo que representa alguien como Donald Trump en la Casa Blanca. Los dejos fascistas y autócratas que eran bastante palpables desde su campaña. Este temor ha quedado retratado en las portadas de varios medios, tanto estadounidenses como internacionales, desde el año pasado, creando unas verdaderas joyas que podemos imaginar algún día serán revisadas incluso desde la historia del arte y la iconografía.

Y desde que Trump asumió el cargo, no ha sido muy diferente. Con frecuencia podemos ver en medios la progresión de la presidencia de Trump, sus escándalos y exabruptos, desde este medidor de las portadas.

Por ejemplo, poco más de una semana después del Inauguration Day de Trump, marcado por un discurso abierta y genuinamente xenófobo y nacionalista, la publicación alemana Der Spiegel enmarcó su trabajo con una imagen del presidente gringo sosteniendo la cabeza decapitada de la estatua de la libertad. El número se llamó “America First”. Y la imagen, aunque efectista, tenía una idea muy clara de lo que las políticas públicas de Donald Trump representarían para el mundo (algo que fácilmente puede ser visto en estas semanas y meses por venir) de renegociación del TLCAN.

Una semana después, cuando la oficina de la Casa Blanca parecía demasiado caótica ya con Trump al mando, los trascendidos y las filtraciones empezaron a inundar periódicos. Un desastre es lo que parecía haber ahí. Y un presidente que no estaba dispuesto ni a escuchar ni a replantearse sus ideas preconcebidas sobre la chamba que involucraba ser, válgame la redundancia, presidente. Fue en ese contexto que la revista Time presentó en su portada una imagen que resumía bastante bien lo que, en la opinión pública, parecía la Casa Blanca, con el título Nothing to See Here (que bien podríamos traducir como “Aquí no pasa nada”).

De igual manera, la misma revista Time se rifó una portada espectacular, cuando la llamada “Trama rusa” (sobre los nexos entre el presidente, las elecciones y los rusos) estaba a tope.

Y ahora que Donald Trump se encuentra en medio de una nueva crisis política, que podría tener consecuencias terroríficas, por lo que sucedió en Charlottesville y sus comentarios al respecto (en los que parece no sólo condonar los actos de los supremacistas blancos, sino que incluso simpatiza con estas expresiones de odio), The Economist en su edición de la próxima semana presentará una portada a la altura de los tiempos que se viven en Estados Unidos y la Casa Blanca.

La imagen habla por sí misma:

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