En la historia de la industria pop, cada década de la segunda mitad del siglo XX puede ser etiquetada por los historiadores de la manera más conveniente y ordenada, de tal modo que solo hay que pensar en un número, y nuestra memoria nos pone un sonido bien definido en la mente. Por ejemplo, los 50 le pertenecieron al rock n’ roll y al jazz; cuando pensamos en los 60, nos brinca la música de la invasión británica, el folk, el R&B y el rock psicodélico. La década de los 70 fue definida por el disco, el punk, el glam y el rock progresivo, aunque éste último luego cambiaría su tono por el hard rock de los 80. Estos diez años también nos dejaron el new wave, el synth-pop, y el surgimiento del heavy metal. Los 90 fueron el terreno del rock alternativo, el hip-hop, el dance-pop y el britpop. ¿Y qué decir entonces de la primera década del siglo XXI?

Mientras existían las grandes disqueras, siempre existieron las alternativas independientes que ofrecían una propuesta distinta a la que se consumía en los medios de consumo masivo, como la televisión y la radio. Sin embargo, en los últimos años del siglo XX y los primeros el XXI, el mundo desarrollado enfrentó el impacto del internet como un medio de comunicación popular que nos abría las puertas de la información como nunca antes se había visto, o sea, a lo estúpido. Se trataba de una biblioteca interactiva, relativamente sin reglas y sin límites, que representaba un anarquismo del consumo. Las viejas jerarquías impuestas por los conglomerados de la industria del entretenimiento no pudieron hacer nada más que ver cómo su imperio se derrumbaba y a una velocidad impresionante. Ni los mejores abogados pudieron frenar el avance tecnológico que permitía tanto violaciones al concepto que teníamos antes de “derechos de autor” como las facilidades que otorgaba a cualquiera de compartir su arte a través de la red mundial.

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Estas facilidades tuvieron consecuencias. Quizás en el siglo pasado, podías aprender a tocar guitarra y formar tu banda de garage, pero nadie te iba a escuchar fuera de la escena local porque firmar un contrato con una disquera era una labor casi imposible. Todo eso cambió en la era digital. Ahora era más sencillo que nunca formar tu propia banda, abrir una cuenta de MySpace y subir tu música para que todo el planeta la pudiera escuchar sin costo alguno. De una semana a otra, tenías muy buenas probabilidades de convertirte en una estrella de rock independiente (aunque eso ya dependía de tus propias habilidades en relaciones públicas).

La apertura global que se dio con el creciente acceso del mercado a una conexión cada vez más rápida tuvo como resultado una explosión de bandas que eran resaltadas en la blogosfera. De estas bandas auténticamente independientes, las que gozaban del mayor número de seguidores fueron recogidas por los sellos indie o los sellos subsidiarios de las grandes disqueras que se especializaban en la música “marginal” o “de vanguardia”. Es un modo diplomático de referirse a los grupos que no les generaban rentabilidad alguna, pero les ganaban prestigio entre la crítica y algunos premios realmente cotizados (fuera de los Grammys o los VMAs). En un cambio drástico de papeles, estas nuevas bandas amateur de indie rock eran las que se estaban comiendo el pie del modelo económico de las corporaciones al atraer el mayor número de fans del cotizado demográfico de 18-34.

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Como ya se había mencionado anteriormente, el término “indie rock” ha estado circulando en el léxico del underground desde finales de los 70, con el propósito de referirse a los sellos que estaban al margen o fuera del alcance de las grandes corporaciones. En aquellos años, era difícil y costoso grabar, mezclar, distribuir y promover tus propios discos, así que tenías que vender tu propuesta a estos sellos de dudosas credenciales para que editaran y vendieran tu material. Muchos años después, gracias al mundo sin leyes del internet, cualquier chavito con una laptop podía tener su “proyecto” y voilá, ya era un artista.

Esta explosión por supuesto, no tardó en convertirse en una saturación, y más temprano que tarde, teníamos una cantidad difícil de contar de nichos que apelaban a gustos muy específicos dentro de la escena, o mejor dicho, el universo indie. Por un lado, tenías el dance punk de The Rapture y Gossip, luego el post-punk revival de Interpol y Editors, el new wave revival de Franz Ferdinand y Maximo Park, el post-hardcore de At the Drive-In y The Blood Brothers, el alt-country de Wilco y My Morning Jacket, el twee-pop de Belle and Sebastian y Camera Obscura, el indietronica de Hot Chip y Cut Copy, el freak folk de Animal Collective y Devendra Banhart, el baroque pop de Polyphonic Spree y Arcade Fire, el anti-folk de Kate Nash y The Moldy Peaches, el riot grrrl de Le Tigre y Sleater-Kinney, y cuatro docenas de sub-subgéneros más… fiuf.

Con tanta variedad, es difícil de creer que pudiera surgir un estándar, pero motivados por el mismo objetivo que es el dinero, ahí está. Incluso en el mundo sin reglas del internet, existe una pirámide a la cual solo pueden llegar los más exitosos y con más aceptación entre los nichos indie, y como es natural, los más exitosos siempre tendrán sus imitadores. De ahí el término, “indie pop”.

Aunque técnicamente el término “indie” carece de una definición en cuanto al tipo de sonido, lo que hoy se conoce como “indie pop” surgió para etiquetar al estereotipo de la banda “indie”, o sea, un grupo de cinco o seis músicos, todos bien vestidos, bien portados y bien arreglados, quizás uno de ellos tocando el violín o el acordeón, y por lo menos uno de sus integrantes es una mujer (pero no el cantante); También tienen que tener un nombre ridículo como Hooray For Earth, The Tallest Man on Earth, Walk Off the Earth, o Edward Sharpe & The Magnetic Zeroes (aunque ninguno de ellos se llame Edward Sharpe). Su música tiene muchas armonías vocales, ganchos pegajosos, es muy feliz y alegre y te hace pensar en el amanecer y situaciones muy cursis. Ah, y no dudes en escuchar alguna melodía suya en un comercial de Honda, Apple, GAP, o alguna otra marca trendy (gente que ve los comerciales del gabacho saben de lo que hablo).

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Con el paso del tiempo, estas bandas de indie pop se ganaron una mala reputación al ofrecer un sonido genérico, asociado a la cultura de consumo hipster que suele ser desdeñada como “música de fondo de Starbucks”. No es difícil encontrar reseñas en el que se les acuse de recurrir a las mismas fórmulas, los mismos “hey hos!”, los mismos samples, los mismos riffs angulares, etc. Es increíble como puedo escuchar algunos discos favoritos de hace seis o siete, discos de Clap Your Hands Say Yeah, New Pornographers, Architecture in Helsinki, Ra Ra Riot, Los Campesinos, Bloc Party, Rilo Kiley, y un largo etcétera, y tristemente son canciones que están mostrando su edad. Quizás en 20 años podamos escuchar estos discos de nuevo, y la nostalgia le de un sabor distinto a las melodías, de la misma manera que hoy escuchamos a bandas de los 80 y los 90, y nos recuerdan a “los mejores años de nuestras vidas”… o algo por el estilo.

Por tal motivo, no debe ser sorpresa ver que más y más de estas banditas se están desintegrando para darle paso a una nueva corriente de artistas. Desafortunadamente, este “corte de caja” también implica la separación de muchas bandas que vale la pena salvar, pero las dificultades económicas de esta industria en la actualidad no deja mucho dinero que digamos para el músico indie que anhela con ganarse la vida por medio de su arte, incluso en Estados Unidos y en el Reino Unido (y en México ni se diga, ya que aquí en serio lo hacen por amor al arte). ¿Cómo va a ser definida la música de los 10s? Tal vez sin que nos demos cuenta, somos testigos de las nuevas tendencias que se van a sentir con más fuerza a partir del próximo año. Lo irónico es que, después de todo, estas nuevas propuestas siguen surgiendo desde los sellos indie como Sup Pop, XL, Kitsune, Rough Trade, 4AD, Domino, A&C y muchísmos más, sellos que han logrado sobrevivir en un dificultoso periodo de transición. Pero va de nuevo ¿A qué va a sonar el resto de la década? A todo menos “indie pop”.

T: @ShyTurista

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