Este miércoles, 23 de mayo, en un reportaje publicado en La Jornada, nos enteramos que la delincuencia mexicana anda con la mira puesta en el transporte público. De 2017 a la fecha, se han robado casi 100 kilómetros de cables del trolebús y le han costado al sistema de transporte más de 68 millones de pesos. Eso, sin contar las friegas que le ponen a todos los usuarios mientras el transporte está detenido.

De acuerdo al reportaje, estos robos han crecido en los últimos años. En 2016, solo se reportaron 4 mil metros robados. De ahí, en el año pasado y los meses que llevamos de este el robo de cable de cobre ha aumentado en un mil 600 por ciento. 

En 2017, ya que los grupos delictivos traían vuelito, pasaron de robarse 4 mil metros a … ¡70 kilómetros!

En los meses que van de 2018 le han dado baje a más de 28 mil metros y el Servicio de Transportes Eléctricos (STE) denunció que estos robos han costado más de 68 millones de pesos. 

En una entrevista con La Jornada, el exdirector del STE dijo que además de los robos y los costos por reponer los cables ‘desaparecidos’, el servicio queda muy dañado por que cuentan con 340 trolebuses, pero operan nada más 180. Además, diariamente transportan más de 250 mil personas.

El servicio de transporte informó que sí han ido al Ministerio Público cada que a los amigos de los ajeno se les ocurre robar los cables, que son necesarios para que funcione el trolebús. En este año ya fueron a sacar 357 denuncias y el año pasado, juntaron mil 103. Según la STE, es en Iztapalapa y en Gustavo A. Madero donde estos robos son más recurrentes.

Entonces, ¿porqué se roban los cables?

Los cables son de cobre, un material que tiene altísimo valor en la reventa. De acuerdo a La Jornada, un metro de cable de cobre —aunque sea de fayuca— está en mil 200 pesos. Además, es muy difícil de rastrear. Claro, si cachas a alguien con metros y metros de cable podrías saber, o mínimo dudar, que son del trolebús. Sin embargo, los delincuentes operan distinto.

Un vez que ya tienen el cable, para que no sea identificado, los delincuentes se lo venden a un intermediario que pelará los cables y los fundirá. Este intermediario, lo venderá como si tuviera procedencia legal.

El robo de estos cables es una incidencia regular, nada más que ahora vieron el negocio con el transporte público. Hace unos años, la CFE acusó que a ellos les volaban el cable de cobre casi 7 veces al día y perdían 63 millones de pesos al año. En aquella ocasión, casas, negocios y hasta hospitales perdían continuamente la conexión a la luz.

 

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