Normalmente, estamos “acostumbrados” —palabra extraña— a que la contaminación en las ciudades mexicanas se deba a las reacciones del ozono, altos niveles de monóxido de carbono o efectos similares al invernadero o la lluvia ácida. Sin embargo, esta vez, la contingencia ambiental en la CDMX y en la Zona Metropolitana se debe a un fenómeno que no era muy platicado fuera de los círculos especializados: la alta concentración y presencia de partículas PM2.5.

Es importante mencionar que solamente hay de dos sopas cuando hablamos de contaminación por partículas: existen las PM10 y las PM2.5. La única diferencia es el tamaño y son estas últimas son las que nos han traído en jaque durante los últimos días.

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Foto: CDMX

Las ‘PeEmeDospuntocinco’ no se llaman así porque sean la versión actualizada, sino por su microscópico tamaño. El ‘PM’ es una abreviación de ‘Particle Matter’ y el número se debe a que estas partículas son inferiores a 2.5 micras (como 30 veces más pequeñas que un cabello humano). Son tan finas que es imposible verlas a simple vista y ahí es donde arranca el problemón. Entre más pequeñas, más peligrosas para nuestra salud.

¿De dónde salen las PM2.5?

De acuerdo con el departamento de información de calidad del aire de California, la contaminación por partículas microscópicas es una mezcla —bien gacha— de hollín, humo, metales, nitratos, sulfatos, polvo y hasta pedazos de llanta.

Lo que sí es que estas partículas no aparecen nomás porque sí.

En el caso de la CDMX y la Zona Metropolitana nos llenamos de partículas por un friego de fuentes distintas. Por ejemplo, son directamente emitidas por los vehículos al quemar sus combustibles, nuestra atmósfera reacciona a los químicos de las industrias y hasta hay emisiones ‘individuales’ como el humo del cigarro, las cocinas o las fogatas. Claro, el chulísimo Popocatépetl tampoco coopera con su ceniza volcánica y con sus vapores minerales.

Y a eso súmenle todos los incendios que se han registrado en la zona durante los últimos días.

¿Y qué me pasa si respiro partículas PM2.5?

Estas partículas son tan peligrosas debido a su tamaño. Como son tan pequeñas, las partículas evitan cualquier defensa natural de tu cuerpo y se meten hasta el fondo de tus pulmones y tu flujo sanguíneo.

A corto plazo, las personas más sensibles —niños, asmáticos o de la tercera edad— la van a pasar de la patada. Otras personas con un poco más de resistencia pueden tener efectos como irritación en los ojos, nariz y garganta. También se pueden presentar ataques de tos, estornudos y la sensación de falta de aire. A largo plazo, los posibles síntomas son más preocupantes:

  • Ataques de asma “agravados”.
  • Función pulmonar disminuida.
  • Aparición de enfermedades respiratorias crónicas en niños.
  • Aumento de bronquitis crónica.
  • Irregularidades en los latidos del corazón.
  • Ataques cardiovasculares.
  • Muerte prematura.
  • Más posibilidad de cáncer de pulmón.

¿Y ahora?

La recomendación principal es que acudas al médico si sientes alguno de los síntomas ligados a las partículas PM2.5. Ahora bien, si lo que buscas es prevención, las autoridades —después de un rato— decidieron activar la contingencia ambiental con una serie de recomendaciones que van desde mantener puertas y ventanas cerradas hasta evitar cocinar con leña y carbón. Échales un ojo aquí:

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