Trump dijo: “declararé Jerusalén como capital de Israel… y me iré lentamente”, sabedor de que tal anuncio generaría rápidamente protestas ante la intensificación de la disputa entre musulmanes de Oriente Medio. Pese a esto y reclamos, peticiones y hasta súplicas de la comunidad internacional, se espera que hoy mismo el presidente de Estados Unidos haga oficial tal declaración, al anunciar el traslado de la embajada de Estados Unidos de Tel Aviv a Jerusalén.

La problemática de la región es difícil y lo que hará Trump no ayudará mucho: desde hace más de 70 años Jerusalén es un territorio en disputa, en el que la comunidad internacional no se ha atrevido a conceder la soberanía a israelíes o palestinos… no hasta que se llegue a un acuerdo de paz entre ambas partes. Sin embargo, con la mudanza de su sede diplomática a Jerusalén, Estados Unidos está reconociendo que todo el control del territorio es israelí, esto en cumplimiento de promesas de campaña hechas a grupos sionistas conservadores.

En 1947 la ONU acordó la partición de Palestina en un Estado judío y otro árabe. Con esto, se formuló que Jerusalén se convertiría en una ciudad administrada por Naciones Unidas -al menos por 10 años- para después hacer un referendo para definir su destino. Sin embargo, lo anterior no llegó a implementarse y desde 1967 Israel tomó todo el territorio  e instaló ahí la sede de su gobierno. Por su parte, los palestinos reclaman el territorio oriental como suyo, con la idea de que en un futuro sea la capital de un estado independiente. Precisamente la parte este de la ciudad sagrada es la que no está reconocida oficialmente por la comunidad internacional como anexo del gobierno de Israel. La declaración de Estados Unidos tendría un significado simbólico al “resolver” de tajo uno de los aspectos centrales del conflicto de la región.

La decisión, aunque tardará en concretarse, ya es un hecho. De acuerdo con medios internacionales, el republicano ya notificó sus intenciones al gobierno de Israel; al presidente de la Autoridad Nacional Palestina, Mahmoud Abbas, y al rey Abdulla II, de Jordania. Según fuentes oficiales del gobierno de Estados Unidos, entre los argumentos que ofreció Trump para respaldar su decisión, está la inverosímil idea de que la acción podría hacer que avancen las negociaciones de paz… además, prometió que los intereses del pueblo palestino se mantendrán intactos. Es más, invitó a Abbas a un encuentro en Washington. No obstante, los dados están cargados en favor de Netanyahu, quien es uno de los principales apoyos del republicano.

El presidente de Francia, Emmanuel Macron; el de Turquía, Recep Tayyip Erdogan; representantes del gobierno de Alemania; el movimiento islamista Hamás; la Organización de la Conferencia Islámica (OCI); la jefa de la diplomacia de Europa, Federica Mogherini; el canciller de China… y hasta el Papa Francisco, todos de una u otra forma, han intentado persuadir a Trump de su inminente anuncio. Sin embargo, el estadounidense persiste en su idea, pese a que ésta echa a la basura los intentos de su yerno, Jared Kushner, para llegar a un acuerdo en Oriente Próximo y acercar a israelíes, palestinos y líderes árabes.

Información: BBC, El País, El Universal, The Guardian, La Jornada

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