¿Vale la pena ver "Dragon Ball Z: La resurrección de Freezer"?

Este 2015 es el año del resurgimiento de la franquicia Dragon Ball. Si bien en el 2013 la llegada de la película Dragon Ball Z: La batalla de los dioses causó gran expectativa, para este año Gokú y compañía regresaron no solamente con una nueva película, sino también con el anuncio de un nuevo anime de la saga: Dragon Ball Super.

En lo que esperamos ansiosos el regreso de Gokú a la televisión, tuvimos la oportunidad de ver Dragon Ball Z: La resurrección de Freezer, decimonovena película del universo Dragon Ball y decimoquinta de Dragon Ball Z. Esta cinta ha generado varias dudas en los fanáticos de todo el mundo, pues de alguna forma es considerada como una secuela de Dragon Ball Z: La batalla de los dioses, aventura que no fue del agrado para muchos por lo burdo de la historia, que le dio más peso al humor que al desarrollo de una trama más compleja y con más acción.

¿Qué debemos esperar entonces del regreso de los Guerreros Z al cine?

Si bien hay un gran número de fanáticos de Dragon Ball, debemos entender que todos fuimos enamorados por distintos aspectos de este universo, y por lo tanto, es probable que busquemos cosas diferentes al comprar un boleto de cine para ver La resurrección de Freezer. Algunos lo harán por mera nostalgia, sin esperar nada más que recordar viejos tiempos; otros en cambio tiene interés por ver el desarrollo de esta película y la forma en la que podría conectar con Dragon Ball Super; en tanto, habrá otros muy preocupados porque esta película finalmente le haga justicia a uno de los personajes de acción más importantes de las últimas décadas.

Lo aceptó, fui al cine más que critico, como fan, consciente de que es muy difícil desarrollar en hora y media lo que en la serie tardan decenas de capítulos, es decir, la llegada de una amenaza o enemigo, la muestra de su poderío descomunal, la forma en la que pasa por encima de la mayoría de los integrantes del equipo Z, y finalmente la siempre gloriosa y apoteósica batalla en la que Gokú lleva su poder al extremo y derrota al mal de forma dramática y por muy poco margen. Esto pasó contra Freezer, Cell y por supuesto, contra Majin Boo.

Lo anterior podría explicar que, salvo sus honrosas excepciones, la mayoría de las películas de Dragon Ball no son muy buenas. Pero volvemos a lo mismo, el fanático de esta saga está acostumbrado a un ritmo mucho más pausado, que permite más profundidad en los personajes, situaciones y claro, en la batallas que alcanzan niveles apocalípticos. Por eso, nuestra primera conclusión es que no podemos comparar, ni remotamente, una película con toda una serie, al menos si hablamos de Dragon Ball.

¿Y de qué va la película?

Ciertamente el título de la película deja más que claras las cosas ¿no?

Cronológicamente la historia se ubica años después de la batalla contra Majin Boo de Dragon Ball Z, y al poco rato de los hechos ocurridos en La Batalla de los Dioses. Todo comienza cuando Sorbet, el oficial que quedó a cargo de lo poco que queda del Ejercito de Freezer, elabora un plan para resucitar a su antiguo emperador. Para ello viaja a la Tierra para buscar a Pilaf y sus poco audaces secuaces, quienes están a nada de reunir las 7 esferas del Dragón. Después de colaborar con ellos para obtener la esfera faltante, Sorbet le pide a Shenlong que resucite a Freezer.

Cuando vuelve a la vida, Freezer no intenta vengarse inmediatamente de Gokú, Vegeta y compañía. De hecho, al enterarse que los saiyajins han incrementado notablemente su poder, cae en la cuenta de que él jamás necesitó entrenar pues desde que nació fue un guerrero nato. Por eso decide entrenar cuatro meses y de esta forma ver qué tanto podría incrementar sus habilidades y poderes.

Mientras en la Tierra todo es risa y felicidad, pues se vive un periodo de paz, Gokú y Vegeta se encuentran entrenando con Wiss, mientras Bills, el Dios de la Destrucción duerme. Es entonces cuando Freezer llega a nuestro planeta con un nutrido ejercito, dispuesto a sembrar el terror y acabar con los guerreros que lo humillaron en el pasado.

¿Y bien, cuál es el veredicto?

Estéticamente la película tiene una buena manufactura. Sin alcanzar los grandes niveles de animación a los que el cine gringo nos tiene acostumbrados, tiene escenas bien logradas y que le dan un toque de modernidad interesante a los personajes y sus ataques. Otro punto digno de resaltar es que la película cuenta con las voces del doblaje original, es decir, nuevamente regresan Mario Castañeda (Gokú) y René García (Vegeta) para evocar más nuestra nostalgia.

Desafortunadamente Dragon Ball Z: La resurrección de Freezer dista mucho de ser perfecta. Si bien tiene mucha más acción que Dragon Ball Z: La batalla de los dioses, el principal problema está en el desarrollo del propio Freezer, de quién nos venden la idea de que ahora posee un poder atemorizante, pero realmente nunca lo sentimos como una amenaza real para la Tierra. Y es que después de ser destruido con una facilidad inaudita por el Trunks del futuro en la saga animada, este villano perdió gran parte de su credibilidad como villano (suponemos que por eso, el propio Toriyama omitió incluir en la trama a Goten y a Trunks, pensando que Frezzer poco podría hacer ante más saiyajins).

Ahora, ni usando su nueva transformación -que lo convierte en una especie de estatuilla de los Premios Oscar- Freezer luce invencible. De hecho, en gran parte de la película ronda la sensación de que Gokú y Vegeta podrían acabar con él en cuanto se lo propongan. Si a esto le sumamos que en varias escenas se hace referencia al poder infinitamente superior de Wiss y Biss, entonces tenemos un villano deslucido.

Esto provoca que la película carezca de verdaderos momentos dramáticos. Quién más o menos sea seguidor de la serie de televisión sabe los niveles que Dragon Ball puede alcanzar en este aspecto: Muertes épicas, sacrificios heroicos, contrincantes al borde de la muerte sacando lo mejor de sí para lanzar un último ataque, aún y cuando se les vaya la vida en ello. Uno esperaría que a los Guerreros Z les pongan difíciles las cosas, que muerdan el polvo y sean humillados, para después levantarse gloriosamente.

Sí, hay batallas. Sí, visualmente lucen. Sí, es extraordinario ver a Gokú, Vegeta y Frezzer nuevamente en acción. Pero no hay sensación de peligro.

Lo peor según nosotros, y eso ya lo decidirán ustedes cuando vean la película, es el final y la forma en la que se resuelve todo, con un recurso tan barato que resulta decepcionante.

A Gokú se le perdona todo

No vaya a pensarse que por lo anterior esta película es un desperdicio, pues el universo de Dragon Ball es mucho más que grandes batallas. Uno de los objetivos de Akira Toriyama era devolverle a la saga un poco del humorismo que tenía la serie en sus primeros años. Si La Batalla de los Dioses nos brindó una buena dosis de risas, La resurección de Freezer no se queda atrás. Y saben, es por eso que la película vale la pena. Ver los clásicos corajes de Vegeta, los desparpajos de Bills a quién solamente le importa comer, o el carácter mandón de Bulma, hacen que uno pase por alto los puntos débiles de la película.

Ya sea de forma consciente, por medio de escenas absurdas (el universo terrestre es una verdadera joya) o de modo involuntario (por ejemplo, en muchas escenas parecería que a Freezer le truena la reversa, y gacho) el espectador promedio ríe y pasa buenos momentos. Y de esto también se trata Dragon Ball.

Las últimas películas sobre súper héroes nos han acostumbrado a ver el lado sombrío y medio mamuco-intelectualoide de ciertos personajes. Eso no ha pasado con Dragon Ball, pues son innumerables las veces que en películas y en la propia serie animada estos personajes son capaces de burlarse de sí mismos y de cualquier situación. Esto resume en parte el carácter del propio Gokú, un poderoso guerrero, un tanto inocente y despreocupado, quién si bien pelea por salvar a la gente que ama, principalmente lucha porque esa es su forma de divertirse.

¿Y quién podría odiar a Gokú? Al menos nosotros no, y le tenemos tanta fe que todavía le perdonamos películas que no son grandiosas pero que nos dejan vibrar por hora y media con sus aventuras.