Por José Ignacio Lanzagorta García

Hasta ahora, una de las lecturas más recurrentes que se han hecho al relativo desaire de la marcha de #VibraMéxico del domingo pasado en repudio al Presidente de Estados Unidos ha sido que México “está dividido”. Esta conclusión, de tan obvia, no explica nada: toda sociedad está dividida y mientras que en las autocracias se sofoca el reconocimiento de sus diferencias, en una democracia el disenso es el motor de su vida política. Es sano que México dé más muestras de una conversación y debate sobre sus problemas, que priorizar una silenciosa uniformidad. Sin embargo, en la gran decepción que se llevaron algunos de los convocantes de la marcha del domingo, se han dado el lujo de culpar a la “críticas en redes sociales” y “a la izquierda”, como si la crítica y el disenso fueran más un vicio más que una virtud; como si cualquier otra marcha y protesta social no fuera también siempre sujeto de feroces críticas y descalificaciones.

En la reflexión sobre la marcha #VibraMéxico, algunos se extrañan de que el repudio a Trump no signifique, por sí mismo, un factor superador de diferencias. Se me ocurre que tal vez la opinión pública es más sofisticada que eso. Tal vez las mayorías ya no están pensando en repudiar a Trump, porque eso se da por sentado, sino que están uno o dos pasos delante de eso y se preguntan más bien cómo lidiar con él dado que es Presidente de Estados Unidos y que el Presidente de México, respaldado solo por 1 de cada 10 mexicanos –en eso sí que hay unidad-, insiste en ser su amigo y negociar con él. Para ellos, sólo salir a repudiar a Trump es ocioso. Para ellos, solicitarle al gobierno transparencia y rendición de cuentas ya es insuficiente: ha sido inútil.

(Foto: Santiago Arau)

Creo que para pensar en la “unidad” (y división) nacional, vale la pena mirar los movimientos que ha tenido la izquierda en las últimas semanas. Más allá de la inútil rabia de acusar quién administra el patrimonio de la protesta social, es posible que ahí encontremos las causas del desaire a #VibraMéxico y los intereses que comienzan a construirse lentamente como mayoritarios. Tal vez la opinión pública, para encarar a Trump, empieza a prepararse más para la ruptura que para la continuidad. La marcha del domingo ofrecía más considerar lo segundo que lo primero. Si recibiremos una deportación masiva, si perdemos el TLCAN, si el flujo migratorio se detiene, necesitaremos una transformación sistémica mucho más profunda para enfrentar esos choques. Unirnos en torno a un Jefe de Estado cuyo gobierno y partido no administran más que la corrupción, la ineficacia y la violencia no puede ser la solución. Tal vez el segmento de la opinión que desairó a #VibraMéxico está pensando en la unidad en términos de su urgente renovación, no de su preservación que, de suyo, poco bueno le ha traído.

Si en ocasiones anteriores la amenaza de ruptura que ha representado la candidatura de Andrés Manuel López Obrador le ha impedido conseguir un respaldo suficientemente mayoritario, esta ocasión se configura como su momento idóneo. Esas otras veces su natural estridencia, sus contradicciones y su exasperante conservadurismo lo han revelado para tantos como alguien inadecuado para ejercer una presidencia responsable. Sin embargo, su capitalización del momento de la relación bilateral con Estados Unidos y su habilidad para sumar están mostrando una habilidad política que hace una década que algunos le creíamos perdida.

El PRD muestra, también, una importante desbandada hacia el partido lopezobradorista. Una encuesta reciente publicada por SDPNoticias señala que la intención de voto por ese partido, sin ningún candidato en particular, apenas llega al 1.2% de los encuestados. Sus bases se han ido. El proyecto de aglomeración de izquierdas con el que nació parece vivir sus últimos minutos. La figura carismática de López Obrador finalmente venció la institucionalidad y es más evidentemente que él es el principio ordenador de ese espectro político. La misma encuesta muestra a Morena y a AMLO como indiscutibles ganadores si la contienda se celebrara en estos días.

AMLO es puntero en las encuestas rumbo a 2018

(Foto: Facebook)

Irónicamente, y como hemos visto, el fortalecimiento de López Obrador le ha ganado respaldos empresariales. Como ya apuntó Salvador Camarena, es claro que en ellos hay un cálculo político, un instinto de supervivencia. Por supuesto, si lo que la opinión pública busca en López Obrador es la ruptura y renovación, despierta dudas que tras años de acusar una “mafia en el poder”, lo encontremos tan cómodo con personalidades de –por qué no- Grupo Salinas. Sin embargo, en la pericia que ha mostrado López Obrador en los últimos meses, es posible que pueda capitalizar incluso esto para presentarnos un modelo empresarial nacionalista.

El éxito de López Obrador de estas semanas y que, de continuar esta tendencia, lo colocaría como ganador en 2018, se puede explicar como que es el único que “está haciendo algo” de cara a una presidencia hostil de Estados Unidos y una inminente crisis en el modelo económico y político hemisférico. Las mayorías en México podrían estar más interesadas en escucharlo a él o a eventuales competidores con proyectos de nación renovadores, profundos. Ante ese escenario, convocar a “vibrar por México” resulta inútil… por decirlo amablemente.

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José Ignacio Lanzagorta es politólogo y antropólogo social.

Twitter: @jicito

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