Por Raúl Bravo Aduna

Hace algunas semanas comentamos en este espacio el aumento generalizado en los precios del maíz y las harinas necesarias para hacer nuestras tan queridas tortillas. Asimismo, sobre las variaciones en los costos de productos que dependen de ciertas commodities (materias primas) para su elaboración. Y, por supuesto, sobre el impacto que han tenido en la inflación (ronda el 5.75% para la primera mitad de julio), que no significa más que el impacto que tienen sobre nuestras carteras y quincenas. Al centro de una buena parte de la discusión sobre este efecto inflacionario (que, hay que decirlo, no sólo se observa en México) se encuentran las gasolinas y el gas licuado de petróleo, usualmente conocido como gas LP, que es el que usamos principalmente en nuestros hogares para cocinar y bañarnos.

Hace algunos meses los focos rojos estaban en las gasolinas. Entre crisis internacionales derivadas por la pandemia y luego por una escasez generada por reactivaciones económicas en todo el planeta, la volatilidad de los precios de la gasolina era (y sigue siendo) altísima. Pasamos, en menos de un año, de pagar más o menos 15 pesos por litro de Magna a pagar poco más de 20 (precio que se ha mantenido estable ya por algunos meses). Algo similar ha pasado con el gas LP, pero con mayor ferocidad. Si les ha tocado cargar o comprar tanques en estos meses, seguro notaron cómo es imposible presupuestar este insumo para los hogares en 2021. La variación, de un mes al siguiente, puede alcanzar más de 100 pesos; a tasa anual y en promedio, el incremento está entre el 30 y 40%, pero depende muchísimo de la región. 

¿Cómo llegamos a esto?

No hay una razón única para explicar los precios tan altos de gas LP que estamos pagando. Pero analistas, tanto mexicanos como extranjeros, tienen tres hipótesis que, conjugadas, nos pueden acercar a un entendimiento del fenómeno. En primer lugar, ha habido un alza internacional de precios que simplemente le va pegando a cada región del mundo. Esto se debe, en parte, a una demanda industrial del energético que viene por las reactivaciones económicas en todo el planeta; Asia y Estados Unidos, particularmente, buscan maneras de importar más y de más lados el gas LP para mantener algunos de sus sectores al corriente con el incremento de consumidores; igualmente, 2021 ha sido un año acompañado por aumentos en la temperatura y sequías extremas, lo que empuja a un mayor consumo de este gas para sostener aires acondicionados.

En segundo lugar, a México y otros países latinoamericanos les ha afectado el tipo de cambio de sus monedas en relación con el dólar. Los movimientos en este rubro no han sido necesariamente bruscos entre 2020 y 2021, pero de centavito en centavito se llena el jarrito. Por último, se cree que en nuestro país puede haber colusión entre actores y jugadores preponderantes en el mercado del gas LP. Es decir, chance hay vendedores de gas que se están poniendo de acuerdo para elevar sus precios en conjunto. La Cofece tiene tres investigaciones abiertas en esta materia para tratar de determinar si es el caso.

¿Y quién paga los platos rotos? Pues el consumidor final (o sea, nosotros) a quienes se les transfiere buena parte de los costos de estos incrementos para que empresas privadas sacrifiquen lo menos posible sus márgenes de ganancia.

¿Y qué va a pasar?

El gobierno federal ha planteado dos estrategias con miras a alivianar la presión de estos aumentos de precios en los bolsillos de los consumidores; de paso, controlar la inflación que lleva algunos meses por encima del objetivo del Banco de México (3% +/- 1%). Por un lado, el presidente López Obrador anunció (descartando recomendaciones de la Cofece) la creación de una nueva empresa estatal, Gas Bienestar, con suministro de Pemex del hidrocarburo. La idea es que el gobierno pueda vender, casa por casa, gas LP a “precios justos”. Se contempla que entre en acción en un mes, primero en la Ciudad de México (comenzando por Iztapalapa) y Tabasco; posteriormente, en las principales ciudades del país, como Monterrey y Guadalajara. La recepción en el sector ha sido agridulce, por decir lo menos, esperando que su entrada sea, en la medida de lo posible, en igualdad de condiciones.

Por el otro lado, la Secretaría de Energía exhortó a la Comisión Reguladora de Energía para fijar los precios máximos del gas LP en nuestro país, de manera diferenciada por regiones. Por medio de la “Directriz de emergencia para el bienestar del consumidor” (que tardó dos días en aprobarse y cuatro en entrar en vigor), a partir de hoy, domingo 1 de agosto, se regresa al esquema de control de precios por parte del Estado, que había desaparecido en 2017. Desde ayer se publicaron los nuevos precios máximos por región en México (se pueden consultar acá); hasta nuevo aviso, serán actualizados semanalmente. El cálculo de los precios tope se hará con base en tres factores principales: el promedio de la comercialización en punto de venta, el costo estimado del flete (contemplando el centro de embarque y la planta de distribución) y a la inflación para ajustarlo.

¿Qué puede malir sal?

Ponerle un tope a los precios del gas LP, casi sin duda, nos va a beneficiar en el muy corto plazo (y de manera inmediata) como consumidores finales. Va a limitar, hasta cierto punto, la incertidumbre del ranazo mensual para poder bañarnos con agua caliente y cocinar; asimismo, es probable que el precio baje para una buena parte de regiones en México. Sin embargo, no se debe soslayar que también puede generar algunos efectos contraproducentes, sobre todo al mediano y largo plazo. 

Por ejemplo, la Cofece advirtió que la directriz es contraria a la Ley de Hidrocarburos vigente. En ese sentido, no debería sorprender a nadie si, de repente, empiezan a llover amparos en las próximas semanas, dejando a la medida inoperante. Un fenómeno que ya hemos visto un par de veces este año, precisamente con reformas en el sector energético. En ese mismo sentido, hay expertos que consideran que el tope al precio del gas LP puede crear un desequilibrio en la competencia del mercado. Si los precios fijados por el gobierno no se correlacionan con los costos de materias primas y de la logística necesaria para que lleguen al punto de venta, lo más probable es que los vendedores tengan que ajustar en términos de calidad o de franco desabasto; así pues, podría darse una reducción considerable de cobertura y una expansión del mercado negro para cubrir esa necesidad.

En lo que vemos si son peras o manzanas, por lo pronto esperemos que esta medida se presente como un respiro a nuestras carteras, que vaya que resienten todo lo que ha pasado desde 2020 (en el que 90% de las familias de este país vieron una disminución en sus ingresos). 

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Soy Raúl, pero la gente me conoce como Ruso. Estudié letras inglesas en la UNAM y tengo una maestría en periodismo y asuntos públicos por el CIDE. Colaboro en Sopitas.com desde hace más de seis años....

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