La Champions League se convirtió en un torneo de pesadilla para el Barcelona, en gran parte porque ha sido el torneo que ha exhibido las carencias de un equipo que ha vivido en el ocaso, principalmente desde hace dos.
En 2017, el Barça remontó al PSG en los Octavos de Final después de haber perdido el juego de ida 4-0. Los catalanes ganaron la vuelta 6-1 y calificaron a los Cuartos de Final y aquella noche fue catalogada como histórica. Nadie advirtió que en realidad era una llamada de atención del principio de una crisis que tiene al Barcelona sumergido en un ocaso. ¿En qué momento y cómo comenzó la debacle del Barça?
Las humillaciones en la Champions
Tras aquella épica remontada al PSG, Barcelona no tuvo respuesta contra la Juventus, que definió la serie desde el juego de ida, en el que se impuso 3-0 y en la vuelta firmó el 0-0.
A partir de 2018 comenzaron las tragedias del Barcelona. La primera en Roma, que remontó el 4-1 en la ida y calificó 4-4 por goles de visitante en los Cuartos de final. En 2019, en Semifinales, Liverpool se repuso del 3-0 en el Camp Nou y goleó 4-0 en la vuelta, pero nada más doloroso que el 8-2 en los Cuartos de Final contra el Bayern Munich en el 2020.
Tres técnicos sin soluciones
Estos resultados han marcado los fracasos deportivos del Barcelona en cada temporada desde la 2016-17, la última con Luis Enrique en el banquillo. Desde ese entonces han pasado tres técnicos que han sido incapaces de evitar humillaciones en la Champions.
Pasó con Ernesto Valverde, con Quique Setién y ahora con Ronald Koeman, quienes no pudieron darle continuidad a un proyecto que inició con Josep Guardiola y que parecía volver con Luis Erique.
Pérdida del estilo de juego
El Barcelona de Guardiola quedó en el recuerdo. El club catalán sólo conserva la parte de la posesión de balón, pero perdió el estilo ofensivo tras la llegada de Valverde, quien consciente de los problemas del club en la zona defensiva, sacrificó la parte ofensiva, aspecto que se exhibió en las remontadas de la Roma y Liverpool.
Setién llegó al Barça asegurando que su filosofía de juego se apegaba al Cryffismo y enamoró a los culés, pero durante su corta gestión pasó a la historia por la humillante goleada contra Bayern Munich, además de perder el dominio sobre el Real Madrid, tanto en el clásico, como en la tabla de La Liga gracias a un estilo de juego sin idea.
Con Koeman el Barcelona ha apelado más al orgullo que a un estilo de juego e idea, más apoyado en canteranos, como Ansu Fati y Pedri, que en elementos que llegaron al club antes con cartel de salvadores, como Dembélé, Griezmann y Coutinho.
Refuerzos caros cerraron la cantera
Barcelona dejó de lado la producción de jugadores de la cantera. Los que debutó los vendió y los mandó a otros equipos, como Carles Pérez, Carles Aleñá y se pensó en hacer lo mismo con Riqui Puig.
Los talentos de La Masía fueron sacrificados para darle entrada a jugadores mediáticos como Dembélé, quien llegó al club para llenar el huevo que dejó Neymar, a cambio de 135 millones de euros.
Meses después arribó Coutinho por 145 millones de euros para cubrir la salida de Iniesta y Antoine Griezmann hace un par de años por 120 millones con la finalidad de hacer un tridente con Messi y Suárez. Otros 86 millones pagó por Frenkie de Jong para apoyar a Sergio Busquets.
En sólo cuatro refuerzos, Barcelona gastó 486 millones de euros, que son una buena parte de la deuda del club catalán, que tuvo que echar mano de su cantera para cubrir las bajas por lesiones en defensa, una zona en la que se les ha olvidado invertir.
El denominador común en el Barcelona
Se podría decir que la crisis del Barcelona comenzó en 2017, precisamente después de la remontada contra el PSG, cuando el club era dirigido por Josep Maria Bartomeu, quien renunció al club desde octubre del 2020.
A Bartomeu se le señala por no haber construido un proyecto como tal, además de haber endeudado al club y crear divisiones con jugadores como Lionel Messi y Gerard Piqué.
¿Qué se puede esperar del Barcelona?
Al Barça le espera una reestructuración con la llegada de Joan Laporta a la presidencia. El directivo debe sanar todas esas fracturas que de momento tendrán al Barcelona en la siguiente temporada de la Champions como un equipo más, fuera de los favoritos, papel que sólo se ganará una vez que deje las humillaciones de lado.