En un festival masivo de tres días como -digamos, ya que anda por aquí- el Vive Latino, resulta de lo más sencillo comparar a las bandas emergentes y pequeñas de las grandes y consagradas. No porque unas toquen en el día y otras en la noche, o porque algunos grupos tengan un lugar más prominente en el cartel que las otras que están renglones más abajo. Las diferencias a las que me refiero se concentran más en el ámbito musical… incluso me atrevería a decir en el espiritual.

Los actos que uno paga por ver en vivo se pueden dividir en tres:

-Los muchos: Aquella bandas emergentes que tienen dos o tres éxitos populares y suficiente material para entretener a un público por una hora. Son músicos que hacen lo suyo y lo hacen bien, pero les hace falta desarrollar una presencia de escenario, a tal nivel que exhiben un aura capaz de exigir la atención -o mejor dicho, la adoración- de la gente. A ciertos artistas se les hace fácil porque ya cuentan con el carisma mientras que otros se acostumbran poco a poco al ambiente en vivo. Pero no porque una banda sea headliner de un festival quiere decir que ya domina el arte de cautivar a una audiencia. En realidad, tal habilidad es dominio de pocos.

-Los grandes: Es curioso. Los artistas que llamamos “grandes” siguen siendo músicos que deben subirse a un escenario como cualquier otro grupo y tocar los mismos instrumentos musicales de siempre: guitarra, bajo, batería, teclados, etc. Pero cuando se apagan luces y la banda se acomoda en sus lugares, uno puede sentir cierta energía peculiar en el aire que te pone la piel de gallina y te hace temblar con escalofríos. Tienen tal fuerza para llamar la atención y hacerte voltear la cabeza que es como si emitieran feromonas. Más que carisma, los artistas grandes poseen ese “algo” que transmite júbilo. ¿Vieron a Robert Plant el viernes? Ahí es donde uno distingue a las súperestrellas de todos los demás. En la zona de backstage uno se percata de esa vibra porque son los que llegan de repente y todo mundo se calla.

Y por último están los casos raros… como los Happy Mondays. Por primera vez en su larga, turbulenta y extraña trayectoria, los de Manchester pisaron un escenario mexicano y en el festival más sui generis que puede tener nuestro país. En su presente edición, el Vive Latino le agregó un toque conspicuamente británico a su alineación, presentando bandas de cuatro distintos puntos de su historia: el rock de Led Zeppelin, el ska de The Specials, el rave de Happy Mondays, y el indie rock de los Vaccines. Pero llama la atención la presencia de Bez y los hermanos Ryder. Los Happy Mondays y The Specials se suman a una creciente lista de bandas británicas esenciales que por fin pueden decir que ya tocaron en México, pero es de notar que Shaun Ryder ya se ve más traqueteado que cualquier integrante de los Specials. Los años y los vicios han cobrado su cuota.

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De cualquier forma, aunque difícilmente podrían ser considerados como headliners en el sentido moderno de la palabra, los padres del Madchester y la cultura rave de los 80 ocupan un lugar especial en la historia del pop. Son algo así como leyendas marginales, actos estelares en el corazón de sus seguidores -tan peculiares como ellos- pero demasiado extraños, vulgares, e impredecibles para el consumo popular. No podría ser un clásico show de los Happy Mondays sin que Shaun Ryder saliera tan frito como suele ser su costumbre, incapaz de abrir los ojos, con una mano en el bolsillo, y tratando de leer sus versos en el anotador. Paul Ryder en su bajo, enojado con el mundo, la vida, y tal vez con su hermano. Bez, el ahora-político que parece que no hace otra cosa sobre el escenario más que bailar con sus maracas, pero ¿te imaginas cómo sería este concierto sin los pasos inmortales de Bez? El público reunido no se pudo prender todavía más porque terminaría asfixiado por todo el polvo que se había levantado. Y claro, la fortaleza en los vocales de Rowetta, porque alguien tiene que cantar después de todo.

La idea de que los Happy Mondays dieran un concierto en México, y más increíble aun, en un Vive Latino, todavía resulta difícil de digerir mentalmente. ¿Qué es lo que sigue? ¿Morrissey? Ok, mala broma aparte, la banda de Shaun Ryder nos demuestra que la música también puede ser terreno de los degenerados, siempre y cuando cuenten con las herramientas para entregarse, no a su público, sino a la locura de un espectáculo. Si te fuiste del segundo día del Vive Latino cansado, sucio, pero con una sonrisa en el rostro, probablemente fue porque cerraste tu día echando desmadre con los Happy Mondays.

FOTOS: Jacinto Torres
TEXTO: @ShyTurista

P.D.: Y hablando de casos raros, ¿qué tal los Fresones Rebeldes? Otras leyendas en lo suyo…

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