Borrar lo que llega a alcanzar consideraciones de expresión artística –aunque algunos sí están bastante gachos- representa un gasto para el gobierno tapatío de aproximadamente 6 millones de pesos… nada más en Guadalajara y Zapopan.
Con el uso de pintura, aguarrás, trapos y demás utensilios de limpieza, las respectivas administraciones cuentan con equipos especiales encargados de la eliminación de los grafitis de espacios públicos, además de fachadas de propiedades privadas, como casas y empresas, esto debido a que según sus reglamentos el grafiti “ataca el orden y la paz pública”.
“En la Zona Centro (de Guadalajara) es una cuadrilla fija, está permanente borrando el grafiti en los muros. Tenemos también la cuadrilla que programamos cuando grafitean los edificios que tienen cantera, para eso utilizamos la máquina que tenemos especial”, comentó el director de mejoramiento urbano de Guadalajara, José Lozano Ramírez.
Aunque otros municipios de Jalisco como Tlaquepaque, Tonalá y Tlajomulco también le han invertido duro a la limpieza de bardas, no se especificó cuanto destinan para tal labor.
Las expresiones públicas de amor, odio e impotencia se ve que han estado bastante populares últimamente en Guadalajara, ya que se calcula que tan sólo en el primer semestre del año se han hecho labores de limpieza en lo equivalente a 125 mil metros cuadrados de barda.
Como en varios asuntos de la vida, hasta en el grafiti hay clases, las autoridades buscan que aquellos que hacen del rayado de paredes un arte, se “legalicen” al incorporarse a programas culturales cuyo objetivo es intervenir espacios públicos repletos de “rayones”: “El programa (Escuela Móvil de Arte Urbano) tiene otro objetivo que va más allá de la pinta de murales, que es retirar a los grafiteros de esta actividad ilícita para que después la iniciativa privada los pueda contratar para crear murales”, refirió Rafael Becerra, director del Instituto Municipal de la Juventud en Tlaquepaque.
Aunque luce tentadora la oferta, varios grafiteros dirán ¿y así qué chiste?
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