Por Carlos Monroy y José Manuel Ruiz Ramírez


En Ala Izquierda sabemos que todas las personas del D.F. (perdón, de la ce-de-eme-equis) que nos leen están en pánico por las mil y una impugnaciones a la constitución de la Ciudad. Sabemos que todas y todos ya tienen listas sus antorchas y machetes para ir como turba enfurecida a defender nuestra constitución local, como dijo Mancera, ¿verdad? ¿!VERDAD!?  OK… no.

Probablemente muy pocos sepan o se acuerden de que nuestra ciudad tiene una nueva y flamante (o mejor dicho flameada) constitución local. Resulta que el proyecto insignia de nuestro H. Jefe de Gobierno (no, no los #PitosDeMancera ni sus saleros retirados de las mesas) tendrá que enfrentarse a las impugnaciones promovidas por la PGR, la Presidencia de la República, el Senado, la CNDH, MORENA, Nueva Alianza y el Tribunal Superior de Justicia de la Ciudad (sólo faltaron los árbitros de la Femexfut). Esto ha provocado que el gobierno de la ciudad y algunos constituyentes acusen al Gobierno Federal de querer frenar el gran “avance” del proyecto y regresarnos a la época del porfiriato o, de plano, ya mejor grabar en letras de oro “¡Viva Cristo Rey!” en la Asamblea Legislativa.

Por otra parte, el Gobierno Federal dice que la nueva constitución ni es tan protectora y que, más bien, quedó como el monstruoso disfraz de Florida de Lisa Simpson. Antes de poner los machetes al servicio de una de las partes, tomemos las palabras del autoproclamado literato y preguntémonos “¿Quiúbole con mi #ConstituciónCDMX?


Una brevísima historia
Probablemente recuerden que hace poco más de un año, en la primera semana de junio, votamos por los diputados que nos representaron en la Asamblea Constituyente. Si usted no votó, no se preocupe: casi ocho de cada diez personas tampoco lo hicieron. La Asamblea se instaló el 15 de septiembre del año pasado entre pambazos, pozole, el abstencionismo y el enojo local por los 40 diputados designados por el gobierno federal y el de la ciudad. Después de cuatro meses de trabajo, y justo a tiempo para colarse en la foto del centenario de la Constitución Federal, fue promulgada nuestra constitución local con 71 artículos y 39 artículos transitorios (haga de cuenta que son las reglas que hay que seguir para pasar de D.F. a #CDMX).

 

En el recuento de los daños

El resultado del proceso constituyente fue agridulce. Por un lado, la discusión sirvió para apuntalar que hay varios aspectos del gobierno de la ciudad que es necesario democratizar. Dos ejemplos claros son las delegaciones y el poder judicial local.

En el primer caso, una de las causas de que las mafias políticas se hayan apoderado de estos gobiernos es que los delegados no tienen ningún contrapeso real. En la nueva constitución se introduce la figura de las alcaldías y concejales. Estas nuevas figuras están pensadas para hacer contrapeso a los delegados y quizás frenar la corrupción que invade las demarcaciones.

El caso del poder judicial local es parecido. Desde 2007, la presidencia del Tribunal Superior de Justicia del D.F. ha sido ocupada por una persona: nuestro probable nuevo embajador en los Países Bajos (esperamos que sepa la diferencia con Holanda), Edgar Elías Azar. Con la constitución local cambian las reglas de conformación del Tribunal y del Consejo de la Judicatura local, se abren espacios para la participación ciudadana y se obliga a la alternancia. Esto por el lado positivo.

Sin embargo, los sueños constitucionales de la Asamblea llegaron muy lejos, o eso argumenta la Federación, pues la Asamblea se puso a regular cosas que no le correspondían. La mayoría de las normas impugnadas tiene que ver con un tema de competencias. En otras palabras, la Federación demanda a la Constitución por metiche y quererse entrometer en cuestiones que le corresponden al Congreso de la Unión, a la Suprema Corte y a la CNDH.

Pero espere, ¡aún hay más! Si bien la Asamblea presumió que su texto innovó en la protección de derechos, en una revisión cuidadosa puede observarse que omitieron realizar de forma correcta las consultas obligatorias a personas, comunidades y pueblos indígenas, así como a las personas con discapacidad; además de que limitaron el ejercicio del derecho de protesta y restringieron el derecho de iniciativa ciudadana, por poner algunos ejemplos.


¿Qué pasará con la rasgadura de vestiduras constitucionales?


El siguiente capítulo en esta telenovela constitucional estará protagonizado por la Suprema Corte. A pesar de que el Gobierno de la Ciudad de México y varios constituyentes llevan semanas quejándose del bullying a su constitución, lo cierto es que los cuestionamientos hechos en las impugnaciones ayudarán a resolver muchas dudas sobre el arreglo federal del país. Quienes se rasgan las vestiduras por las impugnaciones a la constitución local olvidan que en nuestro sistema federal y de división de poderes son los frenos y contrapesos los que garantizan que no se abuse del poder.

Si el texto constitucional es tan perfecto como argumentan sus defensores, no tendrá problemas para resistir la revisión que hagan las y los ministros de la Corte respecto de su contenido. Sin embargo, si la Federación tiene razón y se violaron derechos y competencias, estas impugnaciones servirán para hacer valer el contenido de la Constitución Federal y que la Asamblea estaba obliga a respetar.

Al final, aun si la constitución sobrevive íntegra o no a la revisión que haga la Corte, esto no servirá para reducir los problemas que generan la contaminación, la escasez de agua, la creciente inseguridad y un largo etcétera que es lo que urge atender en nuestra ciudad.

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Carlos Monroy es politólogo.

José Manuel Ruiz Ramírez es abogado.

Al fondo y a la izquierda es el espacio en Sopitas de Ala Izquierda, una organización política de la sociedad civil cuyo objetivo es la incidencia política, social, cultural y económica en México. Pugnamos por una democracia incluyente y deliberativa, un sistema de partidos abierto e izquierdas plurales en México. @AlaIzqMX


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