El viernes se estrenó una de las películas que han dado más de qué hablar en los últimos meses: “Argo“. La historia sucede en el Irán posrevolucionario de 1979, cuando un grupo de estadounidenses en la embajada de su país logra escapar de un ataque iraní y se refugia en la embajada canadiense.

La película no pudo llegar en un mejor momento, cuando las relaciones entre Irán y Estados Unidos están en el momento más tenso, quizá desde esa época. El programa nuclear que ha implementado el país de Medio Oriente, junto con las continuas amenazas entre éste e Israel, han mantenido al mundo en constante tensión.

Además, los ataques a embajadas estadounidenses no es algo viejo. Este año el embajador Chris Stevens de Estados Unidos en Libia, fue asesinado el 11 de septiembre y dos días después la embajada en Yemen sufrió un ataque del cual resultó un herido.

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La película de “Argo” empieza con un breve contexto histórico para que el espectador pueda entender por qué pasó lo que ve. Sin embargo, aunque está bien descrito, es demasiado corto y por ello hemos decidido explicarles con mayor amplitud lo que fue la Revolución Iraní:

La historia moderna de Irán puede remontarse a 1905 cuando estalló la Revolución Constitucional Persa que presionó al Shah Mozzafar-al-Din, de la dinastía Qajar, la cual controló Persia desde 1785, para crear un parlamento y decretar su gobierno como una monarquía constitucional.

Este Shah murió en 1907 y lo sucedió su hijo Mohammad Ali, quien sólo duró en el poder por 2 años y fue sucedido por su hijo, Ahmad, último Shah de la dinastía Qajar. Tras el estallido de la Primera Guerra Mundial que provocó el debilitamiento del Imperio Persa, el Reino Unido y Rusia se pelearon por consolidar su influencia en territorio persa, muy ambicionado por las dos potencias debido a su gran cantidad de hidrocarburos.

Ahmad Shah Qajar

El gobierno persa estaba más inclinado a apoyar al Reino Unido, por lo que ciertos sectores socialistas empezaron a organizar un golpe de Estado. Reza Khan, un oficial del ejército Qajar, decidió sumarse a este golpe y lo dirigió, iniciando un periodo muy sangriento que terminó con la derrota del Shah Ahmad y la imposición de una nueva dinastía: la Pahlavi.

El nuevo Shah modernizó el país, reformó el Parlamento respondiendo a las exigencias de los intelectuales e impulso el nacionalismo. Como parte de esto último, cambió el nombre de Persia a Irán, recuperando la antigua forma en la que se llamaba al territorio.

Sin embargo, en la Segunda Guerra Mundial, Khan Shah se pronunció neutral y no permitió al ejército soviético movilizarse por territorio iraní, por lo que la URSS y el Reino Unido invadieron obligando al Shah a abdicar en favor de su hijo. Mohammad Reza subió al trono de Irán el 16 de septiembre de 1941 como un gobernante que trabajaba a favor de los intereses británicos y soviéticos, primero, aunque después de la guerra se alió principalmente con los Estados Unidos.

Para la década de los 50, el petróleo estaba controlado por compañías británicas y estadounidenses, especialmente por la Anglo-Iranian Oil Company. Pero en 1951 fue elegido Mohammed Mosaddeq como primer ministro, quien nacionalizó el petróleo.

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El Reino Unido empezó a organizar un complot para derrocar a Mohammed Mosaddeq y dejar al Shah Mohammad Reza como el único y supremo gobernante de Irán. Consiguió el apoyo de Eisenhower e impulsaron un golpe de Estado al interior del país. Finalmente, el 19 de agosto de 1953, las fuerzas pro-Shah derrotaron a los defensores de Mohammed Mosaddeq y se dio marcha atrás a la nacionalización del petróleo.

Con este golpe, Estados Unidos logró consolidar una alianza con unos de los países más importantes de Medio Oriente, cuyo líder apoyó a todos los movimientos ultraconservadores que se estaban dando en la zona, como en Yemen, Omán, los Emiratos Árabes Unidos, Arabia Saudita, Pakistán, Jordán, Marruecos y Egipto. Es a partir de esta época que se crearon las poderosas élites musulmanas conservadoras en estos países que mantuvieron aislada a toda la zona por tanto tiempo y la figura del Shah Mohammad Reza fue clave en este proceso.

A partir de 1963 el Shah anunció el inicio de la “Revolución Blanca” un programa de seis puntos que buscaba modernizar y occidentalizar el país: una reforma agraria; la nacionalización de los bosques; la venta de empresas estatales; permitir el voto de mujeres y no-musulmanes; establecer el repartimiento de ganancias entre el empleado y el empleador en la industria privada; y una campaña de alfabetización (posteriormente se agregaron 13 reformas que seguían por la misma línea).

Estas medidas provocaron la reacción de varios líderes religiosos que estaban en contra de la occidentalización del país, especialmente del máximo líder, el Ayatolá Jomeini, quien criticó la sumisión del Shah ante los intereses estadounidenses, su poder dictatorial y su “hipocresía” al implementar medidas aparentemente benéficas para la sociedad pero manteniendo una política de opresión.

En 1964 el Ayatolá fue encarcelado, el primer ministro Hasan Alí Mansur trató de convencerlo de pedir perdón por su oposición ante el gobierno, pero ante el rechazo lo abofeteó, razón por la que fue asesinado días después. Jomeini se exilió por 14 años y estuvo en varios países como Irak, Turquía y Francia. En ese periodo estuvo estudiando los modelos políticos occidentales y empezó a formular la importancia de una constitución que limitara el poder del gobernante. El Ayatolá Jomeini se convirtió en un símbolo de resistencia contra el imperialismo estadounidense recibiendo el apoyo de muchos intelectuales alrededor del mundo.

Mientras, Irán sufrió una crisis muy fuerte y gran parte de su población se sumergió en una pobreza extrema. Además, el Shah fortalecía sus lazos con los Estados Unidos e imponía una dictadura cada vez más cruel al interior del país, disfrazada de una serie de reformas que buscaban, en teoría, promover una mayor igualdad social.

En 1970 estalló el boom del petróleo en Irán y todo Medio Oriente. Con el embargo de petróleo que organizaron los países árabes, Irán se convirtió en uno de los principales exportadores de hidrocarburos en el mundo. Esto produjo un periodo de superávit del cuál se beneficiaron los grandes empresarios y, en especial, el Shah. En paralelo, la población en general siguió sumergida en una pobreza cada vez más extrema.

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En 1977 el líder musulmán Ali Shariati y Mostafa, hijo de Jomeini, fallecieron y sus muertes fueron vinculadas con SAVAK, el centro de inteligencia iraní vinculado directamente con la CIA. Esto puso de nuevo en el punto de mira a Jomeini y provocó una serie de rebeliones que fueron fuertemente reprimidas.

En mayo de 1978, soldados del gobierno entraron a la casa del Ayatolá Kasem Shariatmadari y mataron frente a él a uno de sus seguidores que estaba involucrado en las rebeliones. Shariatmadari se unió al movimiento contra el Shah, con lo cual se sumaron casi todos sus seguidores y Mohammad Reza tuvo que pedir el apoyo del presidente de los Estados Unidos, Jimmy Carter.

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Después de la fuerte represión del 8 de septiembre en la que murieron alrededor de 84 personas, acontecimiento conocido como el Viernes Negro, se organizó una huelga general en octubre que paralizó al país. Mientras esto sucedía, Jomeini estaba en Irak en comunicación directa con todos los manifestantes que se oponían al Shah, quienes se convirtieron en sus seguidores directos. Mohammad Reza presionó al gobierno iraquí para que deportaran al Ayotalá, quien se vio obligado a exiliarse en París.

El 10 y 11 de diciembre se dio una protesta general en la que participaron entre 6 y 9 millones de personas, exigiendo el regreso del Ayatolá y la expulsión del Shah. Este último se fue finalmente el 16 de enero de 1979 y Jomeini regresó a Irán el 1 de febrero.

El Ayatolá se consolidó como el líder supremo de Irán, eliminó a todos los hombres del Shah e incluso presionó para que Estados Unidos obligara a que Mohammad Reza, quien se encontraba en Panamá, regresara a Irán, lo que nunca sucedió. El 4 de noviembre, manifestantes iraníes y gente de Jomeini tomaron la embajada de EU, manteniendo al cuerpo diplomático como rehenes hasta el 20 de enero de 1981, un día después de que se firmaron los Tratados de Argel, los cuales buscaban finalizar las hostilidades diplomáticas entre los dos países, evitar una intervención de EU en Irán y que éste último pagara su deuda.

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Perdón… era este video.

Aunque Irán logró la autonomía de su país frente a los intereses estadounidenses y estableció un sistema semi-democrático basado en la constitución de 1906, no pudo disfrutar mucho de este momento pues, además de que su economía estaba destrozada por la revolución, en septiembre de 1980 estalló una guerra contra Irak que duró hasta agosto de 1988.

Los iraquíes eran dirigidos por una persona cuyo nombre es muy familiar para nosotros, Saddam Hussein, y recibieron la ayuda de los Estados Unidos, quienes encontraron una forma de darle la vuelta a los Tratados de Argel. Ahora ya saben de dónde viene la tradición de enemistad entre Irán y los Estados Unidos.

Pero Irán es sólo un país más que ha sufrido la intervención directa del gobierno y de los centros de inteligencia estadounidenses, especialmente de la CIA. La lista es muy larga y sigue creciendo, mientras que los políticos de Estados Unidos han mantenido el discurso de ser los defensores de la libertad y la democracia. La película de “Argo” es una buena reflexión sobre el verdadero procedimiento que los estadounidenses aplican en sus relaciones con los demás países: una sumisión total de los supuestos ideales democráticos por los intereses económicos, en primer plano, y políticos en segundo.

Finalmente, la película termina remarcando el derecho de paso diplomático a través de las embajadas, lo cual nos permite reflexionar sobre la situación que vive Julian Assange en la embajada de Ecuador en el Reino Unido. Una vez más se ve la hipocresía estadounidense, pues cuando sus ciudadanos están en peligro, apoya y alaba el derecho de paso, pero cuando es una persona que ha actuado contra sus intereses, como lo es el creador de Wikileaks, ejerce presión para que se anule dicho derecho.

***Por Julián González de León Heiblum (@JulianBuba)

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