Por Luis Fernández Carril

El mundo se encuentra actualmente sumergido en una crisis por la pandemia actual. No obstante la gravedad, muchas personas se niegan a seguir lineamientos básicos. ¿Será posible que nuestros valores y principios egoístas, nuestra ética, nos impidan adaptarnos a un mundo cambiante?

Bienvenidos al Antropoceno

El Antropoceno, como época geológica que surge por el impacto humano en el medio ambiente, tal vez lo podemos aceptar como concepto abstracto. Como idea, podemos comprenderla, pero no podemos asimilarla. Resulta muy difícil asimilar las implicaciones de algo que es más que una idea; es el cambio de una época, y principalmente el cambio no sólo de un modo de vida, sino de estar y ser en el mundo.

El Antropoceno implica una época de cambios profundos y consecuencias. La amabilidad y estabilidad del clima de la época geológica del Holoceno da lugar a lo que se avecina a una nueva era de gran turbulencia a causa de la aceleración del cambio climático y la creciente crisis ecológica global. Así, la diversidad de crisis provocadas por la actividad humana como la escasez de recursos, extinción masiva de especies, colapso de ecosistemas, pandemias, que por mucho tiempo han sido conocidos como riesgos prevenibles en un futuro lejano, se transforman en manifestaciones y realidades concretas.  Ahora no será posible ignorarlas y mantenerlas debajo del tapete como todos los riesgos ambientales de los que se nos ha alertado desde hace décadas, sino que se transforman en realidades que cambiarán nuestra experiencia del mundo. 

La pandemia actual, entonces, la podemos observar como manifestación del Antropoceno, como síntoma de la crisis ambiental y consecuencia directa de la creciente degradación. A su vez, lo podemos observar en la manera en la que la pandemia se resiste a ser ignorada y puesta debajo del tapete. Por más intentos que se hacen de normalizarla, se resiste. No permite ser tratada como los riesgos ambientales de los años pasados que podían ser ignorados a placer. Eso es en gran medida lo que significa transitar al Antropoceno: vivir en un mundo transformado por las consecuencias de años de inacción. 

La ética de la voracidad 

No obstante la inminencia, nos negamos a cambiar. Nos resistimos a asimilar la transición al Antropoceno. La pandemia actual, con sus millones de contagiados y cientos de miles de muertos, parece no ser suficiente para modificar nuestras conciencias y hábitos. Peor aún, no sólo no son suficientes, sino que incluso hay un deseo y voluntad deliberada de negar su realidad, rechazar lo ocurrido como conspiración o, por el otro lado, de aminorar sus impactos.

Y entonces vemos manifestaciones en EEUU, Madrid, Berlín y otras ciudades del mundo con personas que abiertamente rechazan las medidas sanitarias, que acusan de todo tipo de conspiraciones exóticas y son incapaces de aceptar la inminencia y gravedad de la pandemia. 

Por el otro lado, no todos buscan manifestar abierta y deliberadamente su rechazo a las medidas sanitarias como un acto político. Otros simplemente continúan con sus vidas como si nada ocurriera. Estas personas simplemente siguen con su vida cotidiana; no se manifiestan en contra de las medidas, sólo están demasiado ocupadas para seguirlas, o lo que ocurre a sus alrededores se subordina a sus deseos y caprichos personales. Su individualismo narcisista les crea una burbuja protectora de los embates de la realidad.

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Foto: Pixabay

La negación deliberada o inconsciente y la resistencia a seguir simples medidas de higiene y seguridad están profundamente anclados en una concepción neoliberal de “mi derecho a consumir; mi derecho a pensar sólo en mí; mi derecho a que el mundo gire en torno a mis deseos y aspiraciones personales y, principalmente, los problemas del mundo no son míos, son de alguien más”. De tal manera, estos individuos están configurados para no poder pensar en nadie más, a sentirse atropellados en sus derechos fundamentales por el solo hecho de pedirles no salir y no exponer a los demás. 

Así, podemos observar que la conducta de los individuos en la pandemia, particularmente en las sociedades occidentales, ha sido catastrófica. Esa resistencia e incapacidad de sacrificar el confort y placer personal en pro del bien común está exacerbando la crisis. No pueden asimilar el advenimiento del Antropoceno.

Hacia una ética de la precariedad

Estos modos de vida y valores están relacionados directamente con el medio ambiente. El narcisismo, materialismo e individualismo sólo se pueden dar en condiciones de abundancia y prosperidad. Sólo un mundo próspero puede sostener la voracidad del modo de vida hiperconsumista actual. Sin embargo, la época de desenfreno, voracidad, individualismo y materialismo son lujos insostenibles en el Antropoceno. Aquí tendremos que pensarnos interconectados, vulnerables; tendremos que cooperar, hermanarnos y sacrificar. Ésta es la perspectiva y los valores que forjarán la precariedad y la degradación ambiental en el Antropoceno.

De tal manera, la pandemia nos muestra la profunda complejidad de asimilar que hemos dejado atrás la amabilidad del Holoceno para entrar en las aguas inexploradas del Antropoceno. Nos resistimos con todas nuestras fuerzas y, sobre todo, con todas nuestras creencias a asimilar lo que ahora ocurre. Lo imposible, inesperado, de un mundo caótico comienza a manifestarse en la cotidianidad de seres con un aparato mental y un orden imaginario gestado en la prosperidad, adiestrados para el individualismo. Ahora nos enfrentamos a un mundo cambiante con individuos no preparados para el cambio, a los que se le pide templanza y frugalidad. Ésta es la receta para una catástrofe. 

Así, con el Holoceno se sepultan también la comodidad de los valores y cosmovisiones materialistas y narcisistas. A estos seres no se les puede exigir templanza, pues es contranatural. No es cuestión de brindarles más información para que actúen u obligarlos. Estas creencias y valores son directamente responsables del acelerado deterioro ecológico a nivel mundial y, por el otro lado, aquello que exacerbará la turbulenta transición al Antropoceno. 

La gran labor para evitar agravar la crisis, y transitar de forma menos violenta en el Antropoceno, será inculcar una ética de la precariedad con principios y valores como la interconexión entre los seres vivos, la vulnerabilidad, la compasión, la solidaridad y la compasión, que sólo pueden florecer en un mundo profundamente degradado. El cultivo de estos valores y principios podrá darnos oportunidad a adaptarnos a las condiciones de existencia del Antropoceno.

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Luis R. Fernández Carril es investigador de ética ambiental y política climática internacional y profesor en el Tecnológico de Monterrey, Campus Puebla. Se desempeña como Coordinador de Sostenibilidad y Cambio Climático dentro de esta misma institución. Actualmente es miembro y Autor líder del Grupo de Trabajo II del Panel Intergubernamental de Expertos en Cambio Climático (IPCC) de Naciones Unidas para el 6to Reporte de Evaluación. Se desempeñó como asesor legislativo y posteriormente como Secretario técnico de la Comisión Especial de Cambio Climático del Senado de la República, LXIII Legislatura de 2015-2018. 

Sus principales líneas de investigación son: la gobernanza ambiental internacional, las negociaciones climáticas internacionales, adaptación y resiliencia y  ética del cambio climático. Ha publicado artículos e impartido conferencias a nivel nacional e internacional en lugares como la Universidad de Oxford, la UNESCO en París, la Universidad de Yale y la Glasgow Caledonian University en Escocia. 

 

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