Por José Ignacio Lanzagorta García

Exaltados por el “nosotros” que nos ha dejado una semana llena de solidaridad, conviene pensar que no hay un “ellos” y un “nosotros”. Es decir, los políticos con su carrusel de propuestas ridículas e irresponsables, con sus oportunismos, con sus ausencias, con sus faltas de liderazgos, son también parte de ese “nosotros” al que debemos lograr que llegue y responda esta efervescencia que hemos visto. Porque para que este “nosotros” que tanto nos gustó sea duradero, es mejor que se articule desde el Estado, y el Estado necesariamente los incluye a “ellos”. Vamos despacito, vamos por partes, pero vamos para allá.

Para estas alturas, en 1985, el gobierno de Miguel de la Madrid ya había desplegado centenares de acciones burocráticas especiales para el terremoto. Dos comisiones, tres grupos de trabajo, comités técnicos y consultivos para el fondo de desastres. “Una pirámide de papel”, la llamaría un año después Aguilar Zinser. Ante la sensación del nacimiento de una sociedad civil emancipada del tutelaje del gobierno, la administración autoritaria de partido único respondió con lo único que sabía hacer: burocracia. Hoy respondemos con lo único que sabemos hacer: propuestas ridículas en un marco de competencia entre partidos aún relativamente desconectados de la representación política y con incentivos perversos.

En lo inmediato no nos toca hacer miles de comités, comisiones y grupos de trabajo, pero sí necesitamos ordenar ese festival de propuestas que pasan desde eliminar la representación proporcional a recortar todo financiamiento público de los partidos. Una comisión de emergencia, con metas y plazos perentorios claros, involucrando a los miembros clave del gabinete, a los colegios de profesionistas pertinentes, a los niveles de gobierno, a organizaciones civiles especializadas y a las representaciones en el congreso podría ser una buena idea.

Sí necesitamos ir viendo por dónde irán las tijeras al gasto público; sin embargo, antes de hacerlo a lo loco, conviene generar el plan de acción: quién necesita qué y cómo. Necesitamos silenciar a la oportunista y tonta competencia de los presidentes de partidos políticos por ver quién es el más bueno siendo el más pernicioso para nuestro país. Si el Presidente en turno comenzó su administración jactándose de su capacidad negociadora y su eficacia, éste es el tiempo de demostrarlo logrando una mejor coordinación.

La batalla contra la corrupción

Otra es la batalla contra la corrupción… y contra el modelo de ciudad. Quien tenga responsabilidades por los desastres tendrá que pagar las consecuencias. No puede haber puentes “hechos para colapsar en caso de sismo”. No puede haber edificios nuevos que no sigan los reglamentos que redactamos tras 1985 ni edificios que tengan viejos dictámenes de riesgos desoídos. Ahí el “nosotros”, organizado a través de grupos de abogados, de damnificados y de urbanistas, es fundamental para enfrentar mafias de inmobiliarias y autoridades locales.

La fantasía de una sociedad autogestionada, en la que “ellos” no importan, no nos va a servir para mucho en esta batalla. Al contrario, toca articular organizaciones vecinales y civiles con autoridades para mejorar el modelo entero en el que hacemos ciudad… Habría que revisar si la nueva constitución de la Ciudad de México realmente nos ayuda para eso. La falta de mecanismos de vigilancia y transparencia, así como de regulaciones del mercado inmobiliario y la falta de un modelo de ciudad verdaderamente incluyente son la agenda a corto, mediano y largo plazo.

Foto: Luis Arango

Falta de protocolos

Protocolos. La madrugada del lunes, a casi una semana del sismo del 19 de septiembre, la vida de personas atrapadas en algunos de los derrumbes seguía dependiendo de peticiones ciudadanas de herramientas a través de Twitter. La eficacia ciudadana para generar centros de acopio, para verificar información, para coordinar brigadas sorprende tanto como el vacío institucional del gobierno de la ciudad y federal para liderarlo. Pasada la emergencia y echados a andar planes de reconstrucción, tenemos que lograr que ese “nosotros” llegue a ese “ellos”.

Hay una producción internacional, académica y, sobre todo, testimonial de cómo podemos coordinarnos mejor en las tragedias, sobre todo a la luz de las cambiantes herramientas tecnológicas de comunicación a nuestra disposición. Nos toca organizar foros y mesas plurales en miras a perfeccionar los protocolos existentes y generar los que hagan falta. Necesitamos que verificado19S sea orquestado por una institución a la que podamos perfeccionar pero, sobre todo, responsabilizar. Si el gobierno de la ciudad ya tiene esas instituciones, preguntarnos por qué no estuvieron ahí.

Lo que sigue

El sismo nos pone una emergencia al frente, pero es la reconstrucción la que nos atraviesa por lo más profundo de nuestros frentes. Nuestra corrupción, nuestra ineficacia, nuestra falta de canales de representación, nuestros mecanismos de coordinación política, pero también nuestro centralismo, nuestra gentrificación, nuestras desigualdades, nuestra pobreza… ay, nuestro modelo político y económico. Lo mucho que nos reconforta nuestra solidaridad no debe enajenarnos de eso que también somos nosotros. La “ayuda” también hay que llevarla ahí”. No queremos volver a esa normalidad, dicen algunos. Estoy de acuerdo, no volvamos, y para ello necesitamos que “ellos” sean parte del “nosotros”.

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José Ignacio Lanzagorta es politólogo y antropólogo social.

Twitter: @jicito

Foto principal: Santiago Arau

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