En Moscu nevaba, como casi siempre, y hacia frío.
Frente al edificio del Kremlin, en la Plaza Roja, el corazón rojo de la Madre Rusia, la plaza desde donde Stalin gobernó con puño de hierro durante años el destino de la URSS y Gorbachev vío caer al regimen por las reformas de la Perestroika, ocho chicas enmascaradas se treparon al altar de la Catedral del Cristo el Salvador y a ritmo de Punk protestaron contra Vladimir Putin.
Las ocho chicas se hacían llamar Pussy Riot y la verdad es que sonaban terrible. La policía rusa, luego de una breve investigación logró capturar a tres de ellas días después. La detención de la vocalista, Nadezhda Tolokonnikova, y su juicio se han convertido desde ese día en uno de los temas políticos más controvertidos de la administración rusa.
Luego de la victoria del ex agente de la KGB en las elecciones presidenciales, el juicio contra Tolokonnikova (la chica de camisa azul en la galería) ha sido reiniciado y en los próximos días se decidirá el destino de ella y otras dos miembros de la banda.
Según la prensa rusa, las Pussy Riot podrían pasar hasta dos años en prisión por incitar con su múscia y protestas a la violencia, mientras que en las calles de Moscu, las manifestaciones de apoyo a favor de las activistas punks se multiplican en espera del veredicto, Amnistia internacional las ha delcarado presas de conciencia y ONG’s de todo el mundo han exigido su liberación.
Por su parte, Putin, ayer, declaraba a la prensa internacional que Rusia busca una nueva economía, modernidad y democracia informativa, pero que no permitirá que las protestas a favor de las Pussy Riot y otros ciudadanos rusos en prisión por motivos políticos se conviertan en una abierta oposición a su gobierno.
Acá las imágenes:
