La cuestión de los derechos de propiedad intelectual siempre ha sido complicada, especialmente ahora en la era digital. Los artistas no sólo tienen que cuidar su obra de los consumidores que descargan su música ilegalmente, también tienen que cuidarse de otros artistas.

Por muchos años, bandas se han acusado unas a otras porque escuchan una canción y “sienten” que su trabajo artístico ha sido plagiado. A veces el plagio no tiene ser nota por nota; puede ser una melodía que “suena como” el arreglo original y la demanda procede. Hace algunos años, Joe Satriani demandó a Coldplay por fusilarse porciones originales de su tema de 2004 “If I Could Fly” para grabar “Viva La Vida” cuatro años después. Quizás nada más fueron algunos ganchos con la guitarra pero fue suficiente para que se llegara a un acuerdo monetario.

En el caso de sampling la cosa es todavía más complicada. Dentro del contexto musical, Un sample es un pedazo de una composición que se incorpora a otra para crear una canción distinta. Esta práctica es de lo más común en los géneros de la electrónica y el hip-hop donde hay que recurrir a los beats electrónicos de un DJ. El sample produce un fondo musical con un beat repetitivo para que el rapero se sincronice al ritmo de sus rimas. No tiene caso meter instrumentos como guitarra o batería porque ningún músico es fan de repetir las mismas tres o cuatro notas por cinco minutos.

Para evitar que el DJ/productor sea acusado de plagio por extraer una muestra de la música otro artista siempre debe de otorgar algún tipo de crédito. Nadie se puede escapar de esto. El sample puede durar dos míseros segundos, pero si no hay crédito y la canción tiene éxito, es cosa segura que los autores originales (y sus abogados) se verán las caras en la corte.

Tal fue lo que sucedió en el siguiente caso:

El 13 de diciembre la Suprema Corte de Justicia de Alemania emitió un fallo a favor de Kraftwerk, pioneros de la música electrónica. Hace doce años (así es, doce años) la legendaria banda demandó a los productores Moses Pelham y Martin Haas por utilizar un sample no-autorizado de dos segundos de su canción de 1977 “Metall auf Metall”. El tema bajo el microscopio fue “Nur Mir”, una canción interpretada por la rapera Sabrina Setlur en 1997.

Aunque el sample sea únicamente de dos segundos, éste se repite a lo largo de la canción. Puedes escuchar las dos rolas abajo.

El caso fue haciendo brincos de corte en corte hasta que finalmente llegó al máximo tribunal de Alemania. Los jueces decidieron que un sample sería permitido cuando los artistas no pudieran producir ellos mismos el mismo efecto de sonido. Cuando se utilizó un sampler de 1996 para probar que Pelham y Haas pudieron haber producido su propio efecto sin tener que recurrir los beats de Kraftwerk. Por lo tanto, doce años después, la corte le dio la razón a Kraftwerk.

La defensa de Pelham y Haas opina que el fallo podría tener consecuencias graves en la industria musical porque ahora cualquier artista podría demandar a otro por utilizar un sample que antes podía prescindir de un crédito. Tal parece que los DJs van a tener que aprender a tocar batería para producir sus próximos temas. Por lo menos en Alemania.

Via The Economist

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