El próximo lunes 1 de septiembre, Peña Nieto dará un corto mensaje con motivo de su segundo informe de gobierno. En él sacará a relucir un montón de cifras positivas de su administración, pero no puntualizará dos cosas: ante la inseguridad, el estancamiento económico y la corrupción, su gobierno no ha logrado nada. Y lo que es más: sus reformas estructurales tienen un nivel de desaprobación superior al 60%. En otras palabras, los mexicanos tienen serias dudas sobre la estrategia en la que Peña ha invertido todo.

Desde que el presidente Enrique Peña Nieto advirtió que el componente clave de toda su estrategia de crecimiento económico sería la #ReformaEnergética, el apoyo por parte de la prensa y el gobierno estadounidense fue fuerte. También lo fue el de sus aliados, principalmente Gran Bretaña. En el extranjero se aplaudía la apertura de la venta y explotación de gas y petróleo mexicano pues nacía para ellos un nuevo espacio de mercado.

Sin embargo, en México la estrategia no ha sido recibida en lo absoluto con la misma emoción. Son muchas las encuestas y estudios que revelan la caída en la popularidad del presidente y de su estrategia energética. Esta situación ha sido aceptada por el propio gobierno. Peña  Nieto afirma que la caída de su imagen se debe al trabajo emprendido por la oposición, que deslegitima la apertura de Pemex y CFE por motivos nacionalistas.

Lo cierto es que la verdadera oposición no la representan los legisladores de izquierda, que han demostrado una falta total de imaginación durante los procesos parlamentarios que llevaron a la aprobación de las reformas. La oposición más fuerte está representada por la ciudadanía, consciente de la falta de crecimiento y del estancamiento económico, al que el gobierno no ha sabido dar respuesta. Su bolsillo es todo lo que necesita para juzgarlo. Es un motivo más poderoso que cualquier argumento político.

Según los datos que antes te presentamos, extraídos de la encuesta realizada por el Pew Research Center, la caída de la popularidad del presidente ha sido dramática. Aquellos que consideran buena su influencia en el crecimiento de México pasaron de un 57% en 2013, a un 51% en 2014; quienes la califican como mala crecieron de un 38 a un 47%, mientras que los que se reservaron su opinión son menos que el año pasado: la abstinencia bajó de 5 a 2% de los encuestados.

Hablando específicamente de la estrategia económica, la aprobación cayó un 9% y fue calificada como buena tan sólo por el 37%, mientras que la desaprobación aumentó un 14%: fue calificada como mala por el 41% de los participantes. La influencia del gobierno nacional fue calificada como buena tan sólo por el 57% de los encuestados, frente al 68% del año pasado, y fue calificada como mala por el 41% los encuestados, 11% más que en 2013.

Del Congreso ni hablar. La falta de discusión durante el proceso legislativo de las reformas, especialmente estancada durante el debate de la #LeyTelecom y la #ReformaEnergética, le ha valido una de las peores calificaciones de su historia: su aprobación cayó un 12% y quejó fijada en un bajísimo 33%, mientras que la desaprobación creció un 9%: en efecto, el 56% de los mexicanos consideran negativa su influencia en el desarrollo del país. La confusión sobre el papel del Congreso subió: la abstinencia e la opinión pasó del 9 al 11%.

No es para menos: si bien, el crecimiento del país no es tan malo como para declararlo en caída, lo cierto es que el es más lento que el crecimiento de los precios y los impuestos. En 2013, el Producto Interno Bruto de México creció tan sólo 1% y la proyección para finales de este año no llega ni al 3%.

Por supuesto, uno de los principales problemas asociados a la falta de crecimiento económico del país es la corrupción. Un 54% de los mexicanos desaprueban las medidas que ha tomado el gobierno para combatirla. Curiosamente, el Congreso creyó más urgente abrir el mercado petrolero que dar salida a la legislación anticorrupción, que aún se encuentra atorada en la Cámara de Diputados.

Con todo, en algo sí ha progresado el gobierno. La recepción de su política en seguridad es favorable en la mayoría de los casos: 55% aprueba su estrategia. El 45% cree que sus medidas contra el crimen organizado son efectivas, frente al 37% del año pasado. Las cifras de violencia y criminalidad contradicen esta supuesta mejora, al tiempo que las recientes revelaciones de cooperación entre autoridades michoacanas y líderes del cártel de los Cabelleros Templarios han dejado claro que el problema de la inseguridad en México implica al gobierno mucho más de lo que podría pensarse.

¿Cómo se explica el crecimiento positivo en la recepción de una estrategia que no funciona? Es cierto que en algo ha variado la estrategia de seguridad de Peña frente a la de Calderón: la presente no busca explotar la violencia de los operativos en contra de los cárteles: es más prudente al no asociar el Estado con la brutalidad. No son pocos los analistas que explican el crecimiento en la percepción positiva de la lucha contra el crimen a partir de este giro mediático.

Si bien, la estrategia de seguridad ha recibido aceptación, la percepción de inseguridad no ha disminuido. Es decir, la gente piensa que la estrategia luce mejor que antes, aunque considera que no es suficiente para detener el crecimiento del crimen. En la lista de los principales problemas del país, de acuerdo con datos del mismo estudio, el puesto número 1 es ocupado por el crimen: 79% de los mexicanos piensa que se trata de un “problema grave“. Le siguen la corrupción de líderes políticos y la violencia de los cárteles empatados con un 72% de los encuestados que opinan que también son serios problemas del país. En efecto, si bien el Ejército tiene un 75% de aceptación (aunque se le califique de insuficiente), los servidores públicos apenas alcanzan un 33%.

En general, de un 34% de gente satisfecha con el rumbo del país a finales de 2012 (número ciertamente poco alentador), la percepción cayó a un 30% en 2014. Más aún, de un 63% de mexicanos abiertamente insatisfechos con el rumbo del país en 2012, se ha pasado a un 67%.

El próximo lunes 1 de septiembre, el presidente dictará un discurso para acompañar la entrega de su segundo informe de gobierno. El discurso consistirá en alabar la aprobación de las reformas estructurales que no han hecho sino poner más poder en sus manos. El presidente no hablará de violaciones a la libertad de expresión, de la creciente corrupción, ni reconocerá que la mayor oposición que enfrenta en este país es una ciudadanía descontenta. Citará decenas de cifras de su gobierno, pero no puntualizará lo que los números de las encuestas y de su propia administración revelan: la inseguridad y el estancamiento económico son los dos problemas capitales de nuestro país y su gobierno no parece tener la solución.

@plumasatomicas

Vía: Pew Research

 

 

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