Con frecuencia escuchamos estas dos palabras usadas como sinónimos, pero aunque ambas suman para la misma causa ambiental, la mentalidad detrás de ellas es completamente opuesta.

Juego de tronos ambiental

Para empezar: ¿qué es la ecología? Por su etimología, significa “el estudio de la casa”. Se trata de ver cómo se relacionan con su entorno y entre sí todos los seres vivos que viven en un mismo lugar. Esta convivencia genera toda una red de relaciones complejas y la ecología intenta desentramar cómo funcionan. Hoy en día, el término se asocia además a una preocupación por mantener una buena relación con esta “casa” o ambiente. A través de estudios ecológicos, podemos entender los procesos naturales y plantear la mejor manera de manejar y conservar los ecosistemas.

En su libro Huellas en la playa de Rodas, Clarence J. Glacken demostró cómo el lugar que le damos a la Naturaleza ha afectado el curso de los eventos en la historia de la humanidad por milenios. Estudió la relación entre el mundo natural y la cultura y concluyó que hay tres formas de construirla: una convivencia en armonía, un dominio de la Naturaleza sobre la humanidad y un dominio de los seres humanos sobre la Naturaleza. En resumen, la clásica lucha por quién se queda con el trono.

¿Ecologista o ambientalista?

No podemos ignorar el hecho de que hemos modificado nuestro ambiente porque formamos parte de él y tenemos una relación recíproca: si le hacemos algo, se nos devuelve. Los efectos van directamente sobre nuestra salud, bienestar y calidad de vida, así como sobre las de los demás seres vivos. Ahora, en cuáles nos enfocamos para motivarnos a hacer algo al respecto nos define como ecologistas o ambientalistas. El filósofo noruego Arne Naess llamó a los dos movimientos “ecología profunda” y “ecología superficial”.

El ecologismo es un movimiento sociopolítico que busca proteger a la Naturaleza por el valor que tiene en sí misma. Los ecologistas perciben al ser humano como parte de una red, sin privilegios especiales. Aplican los conocimientos que hemos obtenido a través de la ecología para visibilizar problemas ambientales, proponer soluciones y tomar acción. Esto es a lo que Naess llama ecología profunda, ya que es un movimiento de largo alcance que reconoce la importancia de la riqueza y diversidad biológica, así como la interrelación e interdependencia entre los diferentes factores vivos y no vivos del ambiente. En esta concepción, todos los seres vivos tienen su propio valor y el ser humano es solamente un elemento dentro de un gran tejido. Tal como nos mostraban los personajes del Rey León mientras cantaban “El círculo de la vida”.

El que parte y reparte, ¿se queda con la mejor parte?

Por el contrario, para los ambientalistas la humanidad es lo central y su bienestar está por encima de todo. El valor de la Naturaleza se encuentra en su utilidad para el bienestar humano y las personas administran el territorio y obtienen productos y servicios de su entorno. Esto es lo que Naess llama “ecología superficial” y es un movimiento que a través de su enfoque antropocéntrico se preocupa por la contaminación, el agotamiento de recursos, la sobrepoblación y la salud humana. 

Esta corriente de pensamiento es importante porque ha servido para sumar personas a la causa al comprender cómo el daño ambiental las afecta directamente. También puede derivar en políticas públicas que busquen el desarrollo sostenible promoviendo sistemas que garanticen el bienestar social a la par de un buen manejo y conservación del ambiente.

Cada uno desde su trinchera

La crisis ambiental es un problema global, así que nos incumbe a todos. Le afecta a la salud y el bienestar de todo el planeta y los seres que lo habitan y por eso es responsabilidad de todos contribuir de algún modo a combatirla desde sus posibilidades. Cada persona ha contribuido en distinta proporción a este daño y también tiene diferentes capacidades o condiciones para enfrentar la crisis. Algunos tienen el poder para modificar o imponer regulaciones, otros para generar iniciativas y proyectos que ayuden al ambiente. Algunos hacen educación ambiental; que puede ir desde algo muy formal hasta platicarle al vecino por qué es importante cuidar al planeta. Habrá quienes contribuyan con un estilo de vida de consumo increíblemente bajo, no contaminando y aplicando las 5Rs o incluso usando técnicas agroecológicas en comunidades rurales. 

Hay diferentes enfoques para plantear por qué la problemática ambiental es prioritaria, pero lo importante es saber que lo es y que cada quien, desde su trinchera, pueda aportar algo. Ya sea que tus motivos sean ecologistas o ambientalistas, lo crucial es sumar esfuerzos para subsanar el daño que hemos causado al planeta.

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Mariana Castro Azpíroz estudió biología molecular en la UAM Cuajimalpa. Ha realizado investigaciones en colaboración con el Centro de Investigaciones Biológicas y Acuícolas de Cuemanco (CIBAC, UAM-X); además, se ha dedicado al cuidado y conservación de especies acuícolas endémicas. Desde 2019 se dedica a la divulgación científica y actualmente hace educación ambiental a través de redes sociales.

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