Lo que necesitas saber:
La corresponsabilidad entre ciudadanía y Estado es clave para enfrentar el fenómeno del hacinamiento animal.
Cada vez más personas en las ciudades —como en Ciudad de México— conviven con perros, gatos, aves o cerdos miniatura.
Para muchas, son parte de su familia, pero en medio del cariño, la sobrepoblación urbana y los espacios reducidos, el afecto por los animales se está transformando en hacinamiento y con él, en ansiedad, enfermedades… y decisiones extremas.

La primera causa de muerte de perros en México
Christof Göbel pedaleaba por un carril destinado exclusivamente a bicicletas dentro de un parque, de pronto, un perro sin correa se atravesó en su camino. El choque fue inevitable.
Tras la caída, se acercó al dueño del animal para reclamarle, pero recibió una respuesta insólita:
“Mi perro también tiene derecho a ir libre. Tú debiste tener más cuidado”.

La anécdota, más que una queja, le sirvió de punto de partida para plantear una reflexión: ¿Qué tan preparados están los espacios públicos para una convivencia armónica entre humanos y animales?
¿Y qué ocurre cuando el aumento de mascotas comienza a competir, incluso simbólicamente, con el derecho de las personas a transitar con seguridad?
El arquitecto e investigador, quien ha desarrollado estudios comparativos entre capitales como Berlín y Ciudad de México, apunta que el problema de fondo es la densificación urbana.
Ambas ciudades cuentan con extensiones territoriales similares pero la realidad poblacional es drásticamente distinta.
Porque mientras en Berlín viven unos 3.5 millones de personas, en la mexicana superan los 9 millones de habitantes, lo cual representa una densidad poblacional tres veces mayor.
Si hay hacinamiento para humanos, ¿qué pasa cuando agregamos millones de perros y gatos a la ecuación?
Y la comparación del experto no termina ahí: en la ciudad europea existen aproximadamente 250 mil perros, lo que representa un promedio de un can por cada 14 habitantes.
En cambio, en la CDMX, se estima que hay más de 2 millones de perros, lo que da un promedio de un perro por cada cuatro personas.

La cuestión no radica en que, si las mascotas deben o no existir en las ciudades, sino cómo estamos planificando el espacio urbano para hacer posible su presencia sin sacrificar calidad de vida para todos, sostiene el también profesor de la Universidad Autónoma Metropolitana campus Azcapotzalco.
“El amor a los animales no debería estar reñido con la convivencia ni con la planeación responsable”
Aunque existe poca investigación formal al respecto, lo cierto es que la sospecha del hacinamiento de personas y mascotas en condominios, cada vez más reducidos, está visible; pero también ocurre en el espacio público, afirmó Göbel.
Según la Organización Mundial de la Salud debe haber un mínimo de 16 metros cuadrados de áreas verdes por habitante para garantizar bienestar físico y emocional.

En contraste, el arquitecto ejemplificó el déficit del espacio sano en las alcaldías Iztapalapa que apenas tiene 5.4 metros o Milpa Alta que ofrece sólo 2.5 metros.
“Si el espacio ya era insuficiente para los humanos, ahora tenemos que compartirlo con millones de animales que también necesitan moverse y convivir”.
Consecuencias del hacinamiento de perritos
El arquitecto contó que las repercusiones de este hacinamiento se manifiestan en el incremento de enfermedades zoonóticas.
Es decir, aquellas que se transmiten animales hacia humanos, estrés compartido entre dueños y mascotas, sin dejar de considerar la fricción cotidiana con los cohabitantes.
El deterioro físico y visual de la ciudad también ocurre: heces fecales en las banquetas, orina oxidando mobiliario urbano y una contaminación estética que afecta emocionalmente a quienes habitan esos entornos, destacó.

Göbel recordó un estudio realizado por él y su equipo en la plaza de Santa María la Ribera.
Ahí observaron áreas verdes cercadas exclusivas para mascotas, mientras que las personas no podían pisarlas.
“Estamos hablando de una paradoja: el poco espacio verde disponible se fragmenta aún más, y en lugar de integrar, genera conflicto”.
El reto es reconstruir el sentido común urbano, dijo el profesor, quién retomó al clásico:
El respeto al derecho ajeno es la paz, que, en el contexto de la ciudad contemporánea, eso también implica edificar viviendas y diseñar espacios acordes a nuevas prácticas sociales afectivas a los animales domésticos, pero de cortesía a la otredad.
Porque si algo queda claro, reflexionó el doctor en Urbanismo, es que las mascotas ya forman parte del tejido afectivo y simbólico de la ciudad.

Pero al mismo tiempo urge pensar en quienes no comparten ese afecto: personas con miedo, alergias, traumas o simplemente otra visión del espacio público.
“Solo desde ahí puede construirse una ciudad verdaderamente inclusiva”.
El limbo legal de la convivencia entre humanos y animales
En medio del ruido incesante de una colonia céntrica de la Ciudad de México, los vecinos comenzaron a notar algo más que ladridos: siete perros conviven en el interior de un departamento.
No era el número lo que incomodaba, sino las condiciones: el hacinamiento, los olores, el aullido que rompía la madrugada.
Lo insólito vino después: la dueña de los animales era Ana Villagrán Villasana, titular de la Agencia de Atención Animal (AGATAN), la funcionaria encargada, precisamente, de garantizar el bienestar de la fauna doméstica en la capital.

El video se hizo viral: ella intentando controlar a uno de sus perros en medio de una escena confusa, entre gritos y forcejeos. Las redes reaccionaron con furia. Los medios, con vértigo.
Hasta el cierre de este reportaje se sabe que la Secretaría del Medio Ambiente de la CDMX no tuvo más opción que anunciar una investigación formal.
Este caso no es anecdótico, es un síntoma
En las grandes ciudades —donde el afecto se vuelca cada vez más en los vínculos con mascotas— también se reproduce, a veces sin querer, una lógica de encierro, saturación y abandono emocional, coincidió por su parte el abogado penalista con enfoque en animales Salvador Herrera Mendiola.

En el plano jurídico, el fenómeno del hacinamiento de mascotas en entornos urbanos todavía no tiene regulación específica, dado que es una forma reciente de convivencia, por lo que la ley unificada en todo el país aún no llega, explicó el litigante.
“Tenemos leyes parciales, leyes disparejas y, sobre todo, una falta de seguimiento”
Aunque la Ciudad de México cuenta con leyes relevantes en materia de protección animal, los códigos penales locales no están homologados, lo cual genera criterios distintos y sanciones dispares ante el mismo acto de maltrato, ahondó.
Herrera Mendiola ejemplificó que en mientras algunos estados el castigo es mínimo, existen otros como Chiapas, Tlaxcala, Tabasco o Guerrero donde aún no está tipificado en el Código Penal.
Y las sanciones, si es que ocurren, suelen aplicarse desde lo administrativo, lo que impide la detención del agresor.
Para el abogado el problema no solo es normativo, sino también estructural: de cada 100 casos de maltrato apenas el 10% se denuncia y de este porcentaje menos de la mitad llega a un castigo real.

En muchos casos, dijo el también el experto en Ciencias Sociales y Penales, no se denuncia por miedo.
Todo debido a que las personas que ejercen violencia contra los animales, incluyendo el hacinamiento, “suelen ser personas violentas en general, por eso quienes los rodean prefieren no meterse”.
El experto en estudios sobre la relación de maltrato animal con conductas antisociales —como la delincuencia, drogadicción u homicidio— explicó que cuando el maltrato animal es castigado oportunamente hay una oportunidad para que estas personas rectifiquen el comportamiento antes de buscar víctimas humanas.
“Aunque la ley permite denuncias anónimas, gran parte de la población lo desconoce, lo que agrava el subregistro y perpetúa la impunidad”.
El problema no es menor
México ocupa el tercer lugar en maltrato animal a nivel mundial. La organización World Animal Protection —que evalúa marcos legales de protección animal a nivel global— ha calificado a México con una letra “E” en una escala de la “A” a “G”. Lo que indica una legislación débil y con poca capacidad de implementación.
La ley, refirió Salvador Herrera, aún no comprende el fenómeno de vivir con múltiples mascotas en espacios reducidos ni tampoco ha generado protocolos claros para:
Inspeccionar, prevenir o sancionar estas formas de hacinamiento animal, que también constituye una forma de violencia, aunque muchas veces pase desapercibida o se justifique como “amor”.
“Quienes fomentan este tipo de situaciones, ya sea de manera consciente o no, reproducen una relación tóxica con el entorno, que en el fondo revela una falta de conciencia sobre el derecho a la vida digna de los animales”, afirmó.

No se trata de equiparar cada caso con un delito, aclaró, sino de entender el hacinamiento animal como un síntoma urbano de desajuste afectivo y normativo.
En su visión, propiciar condiciones óptimas de vida para los animales también es parte del tejido legal, ético y emocional de una sociedad que se pretende justa.
“Ignorar esto es seguir normalizando una violencia silenciosa que, en muchos casos, es el primer escalón de violencias mayores”.
Vidas inquietas, decisiones extremas
Hay una estadística brutal que retrata, y debería preocuparnos, la relación humano-animal. Siéntate antes de leerla, respira y sigue el texto:
En México, la principal causa de muerte entre perros domésticos no es la vejez.
Ni las enfermedades ni los accidentes, sino que sus propios dueños deciden llevarlos a dormir. El motivo: “ya no sabemos qué hacer con él”.
El coach canino Jorge Luis Gallardo reveló y explicó esta tendencia como una expresión del afecto al hacinamiento, ya que los y las dueñas toman estas decisiones porque la responsabilidad superó a la expectativa:
“Se hacen dentro de casa”, “ladran demasiado”, “se pelean”, o simplemente “son muy inquietos”.
Una sobrecarga emocional
Vivir encerrados, sin estimulación suficiente, en espacios cada vez más reducidos, afecta directamente su comportamiento, explicó el adiestrador para Sopitas.com.
“Un perro que vive en 40 metros cuadrados y sale dos veces al día para orinar, va a enfermarse de cuerpo y mente”.
Las mascotas en ciudades densas no solo enfrentan encierro físico, sino también una sobrecarga emocional y al mismo tiempo se les exige ser dóciles, limpios, obedientes.
Es decir, lo que se llama ‘mala conducta’ muchas veces es solo un grito de ayuda que piden los animalitos, dijo el experto en psicología social y conducta.
Para el entrenador otro síntoma del hacinamiento es el sedentarismo humano forzado donde, por ejemplo, la alimentación consiste en suministrar croquetas a los perros o gatos como única fuente de alimento.
“Aunque es un debate entre expertos, yo soy de la idea que los perros pueden y deben comer carne, huevo, fruta, verdura; y darles una dieta industrial durante toda su vida refleja la misma lógica de consumo que enfermó a los humanos”, explicó.
Perritos y gatos
Por otro lado, Gallardo comentó que la costumbre urbana de sacarlos a hacer sus necesidades solo por la mañana y por la noche, si bien responde al ritmo laboral de las personas, no empata con las necesidades fisiológicas de los animales:
“Un cachorro te va a aguantar hasta los seis meses y los adultos, si se acostumbran a eso, terminan con infecciones urinarias, incontinencia o problemas renales, simplemente por no orinar cuando su cuerpo lo necesita”.
La contradicción también se expresa en el uso obligatorio de la correa. “La ley lo exige, y es entendible en ciudades saturadas”, dijo el coach canino.

Pero las correas mal utilizadas también lastiman, generan miedo o perpetúan una vida de control físico constante y pese que “salen a pasear”, lo cierto es que siguen atados, limitados y sin libertad real.
El problema con los gatos, quienes viven en interiores casi toda su vida, es que se “vuelven traviesos” y rompen cosas o se tornan agresivos, y esto sucede porque muchas veces están aburridos o en crisis por el encierro.
Y lo que hacen muchos es mutilarlos: ¡Les quitan las uñas!
Según el experto en conducta animal, este hecho los deja incapacitados para cazar, defenderse, trepar y les causa trastornos profundos: “Las garras son todo para ellos, son su identidad”.
La ansiedad por el encierro también se manifiesta en caída de pelo, enfermedades y aislamiento de los michis.
El 70% de los hogares en México tiene al menos una mascota y de ese universo el 70% corresponde a perros.
Y el 30% a gatos, seguidos por pájaros, peces y tortugas; por lo que esta tendencia creciente evidencia una transformación en la composición afectiva de los hogares, refirió.
Ante la pregunta de si existe un estándar de metros cuadrados por especie el especialista respondió que no.
No existe “una tabla exacta que diga cuántos metros necesita cada mascota, porque dependerá del tipo de animal, su energía, su temperamento”.
El adiestramiento no debe ser solo para mascotas
Sin embargo, Jorge Luis Gallardo sí considera urgente que las personas se informen antes de adoptar o comprar una mascota:
“No puedes meter un pastor alemán en un minidepartamento y pretender que no se estrese.
Adoptar, aunque se haga de buena intención, es asumir una responsabilidad que inicia con evaluar si ese animal es apto para tu espacio y estilo de vida”, afirma.
En su visión, el adiestramiento no debe ser solo para las mascotas, sino para el dueño, por lo que debería existir un sistema de licencias para tener una, de la misma forma que existen la de conducir con cierto número de horas de formación teóricas y otro tanto de ellas al aire libre con el animal.
Para él, esta corresponsabilidad entre ciudadanía y Estado es clave para enfrentar el fenómeno del hacinamiento animal en ciudades superpoblada.

