Los Emiratos Árabes Unidos, a través de dos brazos fortísimos como son Dubái y Abu Dabi, se han posicionado al centro del planeta en casi todo sentido posible. Una ojeada a los grandes eventos de estas semanas dan una muestra de ello. El Gran Premio de Abu Dabi, en el Circuito de Yas Marina, dará cierre a una de las temporadas más competitivas de la historia de la Fórmula 1 el próximo domingo. Desde el 24 de noviembre pasado y hasta el 16 de diciembre, el Campeonato Mundial de Ajedrez se ha vuelto un espectáculo deportivo de alto calibre en Dubái, mientras Magnus Carlsen y Yan Nepómniaschi se han enfrentado en duelos que alcanzan hasta 8 horas de juego. La Exposición Mundial de Dubái 2020 se lleva a cabo actualmente (retrasada un año por la pandemia) y es la primera de la BIE que se realiza en Medio Oriente.

Pero todo esto ya no parece novedad. Llevamos ya más de una década viendo cómo Dubái y Abu Dabi conquistan el imaginario público a través de sus extensiones turísticas gubernamentales. El fútbol mundial y particularmente el inglés, por ejemplo, muestra cada semana al por mayor en camisetas, estadios y hasta torneos, las marcas Etihad y Emirates para recordarle al planeta entero quiénes están detrás de la reinvención del deporte para transformarlo en espectáculo puro en el siglo XXI. Igualmente, año tras año, Dubái se posiciona entre las 10 ciudades más visitadas del mundo, algo que se refleja en redes sociales de influencers que muestran constantemente los lujos y atracciones de lo que se ha llamado el “Las Vegas de Medio Oriente”. Apenas este año, durante los confinamientos generalizados, Dubái “dio asilo” a miles de estrellas de internet para promocionar el turismo a la ciudad durante tiempos de emergencia.

El ascenso como potencias

¿Cómo fue que Dubái y Abu Dabi lograron posicionarse así a nivel mundial en apenas un par de décadas? Los Emiratos Árabes Unidos se han vuelto potencias económicas e incluso políticas para su región y para el mundo entero. El proceso es complejo, pero interesante porque el desarrollo de estos emiratos ha sido paulatino y estratégico. Por un lado, Dubái se hizo de sus primeras reservas fuertes de petróleo en los años 60, pero en ningún modo tenía el potencial de competir a nivel mundial. Pasaron de ser un pueblo pesquero a una súper potencia del turismo en gran medida porque apostó por la interconexión mercantil. Se ha vuelto un nodo de acceso para Arabia Saudita y el resto del Golfo, tanto para Europa como para los países Asiáticos. Asimismo, invirtió fuertemente en infraestructura turística empujando a que, junto con Emirates, se transformara en hub de conexión mundial aérea.

Por su parte, Abu Dabi sí cuenta con reservas enormes de petróleo y gas natural (casi 10% a nivel mundial) que le permiten ponerse al tú-por-tú incluso con Arabia Saudita y Rusia en cuestiones de producción. Sin embargo, al igual que Dubái, ha sabido mover sus piezas para dejar de depender de los hidrocarburos para no sólo subsistir sino florecer con miras a mantenerse con fortaleza en la región. En 2009 comenzaron a diversificar su economía y hoy más de 50% nada tiene que ver con energéticos. Su cara más visible a nivel internacional es quizá el City Football Group, que incluye a su joya de la corona, el Manchester City—que hace menos de 10 años era un equipo de tradición pero colero en el fútbol inglés—, pero que para efectos prácticos no es más que una oficina de mercadotecnia para el emirato.

Lo entendieron todo

Los Emiratos Árabes Unidos saben moverse con muchísima delicadeza diplomática en su región. Rara vez entran en conflicto tanto con los países a su alrededor como con el mundo occidental. Dubái y Abu Dabi, igualmente, supieron flexibilizar las normas al interior de sus emiratos para extranjeros, de tal modo que atrajeron al por mayor turismo e inversión que los catapultó y sigue catapultando en el siglo XXI. No se puede hacer a un lado que gran parte de su éxito recae también en volverse centros financieros sólidos para todo el mundo, a partir de políticas de exención que los convierte en paraísos fiscales tremendos; es relativamente fácil para empresas obtener visas de residente que les permite pagar 0 impuestos. Asimismo, han sabido proyectar una imagen propia que dista muchísimo de algunas realidades atroces de esos emiratos.

¿Cómo es que sistemas de monarquías absolutas se vendan como faros de modernidad sin parangón? Incluso, ¿cómo es que se haga a un lado políticas de franca exclusión para sus poblaciones mientras a los ojos del mundo se presentan como ejemplos de innovación y desarrollo? La respuesta es relativamente sencilla: mercadotecnia pura. Dubái y Abu Dabi han entendido perfectamente que el negocio está en propulsar despliegues enormes de espectáculo y pirotecnia. Caso ejemplar es su aproximación al fútbol. (Para quien le interese el tema, recomiendo ampliamente el libro Richer Than God: Manchester City, Modern Football and Growing Up, de David Conn.) Poco importa el deporte, la asociación o incluso la pasión, mientras se pueda mercantilizar un espectáculo consumido en cada extremo del planeta, a través de publicidad e interconexión globales.

Dubái y Abu Dabi lo conquistaron todo. Y lo hicieron sin que nos diéramos cuenta.

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Soy Raúl, pero la gente me conoce como Ruso. Estudié letras inglesas en la UNAM y tengo una maestría en periodismo y asuntos públicos por el CIDE. Colaboro en Sopitas.com desde hace más de seis años....

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