Les llamo “futbolistas de carne y hueso” y son a quienes más quiero y admiro, entre otras cosas porque son las personas que le dan su brillo interior al deporte. 

Por cada Alexia Putellas que le da lustre exterior al Barça, hay una Aitana Bonmatí, una Patri Guijarro o una Fridolina Rolfö. En el núcleo de cada Balón de Oro de Messi ha habido un Xavi, un Iniesta… El alma del Boca Juniors rompedor de los dos mil era Juan Román Riquelme. Y si retrocedo un poco más en el tiempo, doy con mis ídolos Ramón Ramírez y Benjamín Galindo. 

Las y los futbolistas que acabo de nombrar acumulan montones de títulos, han tenido sueldos más que generosos, han hecho comerciales y todos sus clubes pintan en la élite de sus respectivas ligas. 

Lo que intento decir es que no son underdogs, mitos de lo que pudo ser ni sombras de sus colegas. Son cracks por derecho propio, pero con Balones de Oro simbólicos. Otra forma de decirlo es que son figuras clásicas: futbolistas que se quedan para siempre en la memoria y cuyo legado nunca pierde valor. Al contrario. 

Es en esa liga donde ubico a Luis Suárez. Es más, está entre los punteros y hoy celebro la oportunidad de recordarlo y de hacerle un pequeño tributo con un podcast. 

El quinto episodio de Las cosas que da el futbol inicia con la imagen de su paradón contra Ghana en 2010, pero se extiende hacia una historia mucho más amplia. En este relato que todavía no termina, Luis es más que un campeador de la garra charrúa: es un ejemplo a seguir.

Miguel, mi sobrino de 10 años, es su fan desde que tenía siete u ocho y podría jurar que se identifica con él. Miggy solía morder a su hermano y a sus compañeros de escuela. No había mala fe, sino una especie de ansiedad que no podía controlar. Si supieran qué cariñoso es mi niño… Esas mordidas no lo definieron. Hoy juega tenis en los niveles más altos de su categoría. También juega futbol y le gustan Messi y Neymar.

A lo mejor no está tan consciente o todavía no tiene las herramientas para expresarlo, pero yo creo que vio a un futbolista con defectos, un futbolista juzgado duramente y también a un futbolista de gran corazón. Miguelito ya no muerde. Luis Suárez, tampoco.

La garra charrúa no es signo ni sinónimo de agresividad. Es un sentimiento heredado de los pueblos originarios que empuja a los uruguayos a luchar ante la adversidad y aunque todo parezca perdido. Entonces, la garra charrúa va de tenacidad. Va de recurrir al ingenio y al atrevimiento y de nunca darse por vencido. 

Esa filosofía no solamente se vive en el fut uruguayo, también podemos encontrarlo en el femenil, y para conectar todos estos puntos, buscamos a Pía Gómez Escalante: guionista, realizadora y mujer de futbol.

Esta americanista, barcelonista y flamante milanista nos dejó reflexiones muy potentes sobre la manera en que se está tejiendo el fut femenil y de las lecciones que está dejándole al varonil.

Como siempre, la realización estuvo a cargo de Carlos “el Santo” Domínguez, quien trabajó un diseño sonoro muy inspirado. En palabras del propio Santo, “a John Williams le bastaron dos notas en cuerdas para crear uno de los himnos de tensión más importantes en la historia del cine, y eso hizo que me preguntara: ¿a qué suena un villano? La respuesta fue: al contexto.”

Y sí, Santo logró un oleaje sonoro que nos lleva de la anécdota a las historias de ida y vuelta, “las veces que sean necesarias para remitirnos a un sentimiento: jugar con el balón en la cancha como si fuera el último de nuestros días.”

Vale la pena escribir, contar y escuchar historias como la de Luis Suárez, futbolista de carne y hueso. Con eso en mente, y en el corazón, les presentamos: El futbol no es perfecto.

Todo lo que no sabías que necesitas saber lo encuentras en Sopitas.com

Comentarios

Comenta con tu cuenta de Facebook