Con todo y su buena actuación, sintió el rigor de la ley.
Un conductor que no respetó la prohibición de la mezcla alcohol-volante intentó evadir el Torito y fingió sufrir un ataque al corazón. No obstante, su actuación fue sobrada y los policías -asesorados por paramédicos- descubrieron el engaño.
Eran cerca de las 4 de la madrugada cuando Jesús Tomás Ortiz andaba por los rumbos de Iztapalapa festejando la Navidad, cuando para su mala suerte –y buena de los demás conductores- encontró un módulo del operativo Conduce sin Alcohol. Consciente de que le iba a caer la voladora y tras no superar la prueba del alcoholímetro, maquinó una salvación que ni a Homero Simpson se le habría ocurrido.
Justo en el momento de subir la unidad que lo conduciría a su destino taurino, el buen hombre se llevó la mano al pecho y cayó desfallecido al suelo: dijo estar enfermo y sufrir un infarto. Paramédicos acudieron a su auxilio y –para hacer más creíble la situación o porque no se le hicieron de malos bigotes- Jesús Tomás les comenzó a repartir besos para despedirse de este mundo.
“Me voy a morir”, aseguró el etílico señor que solicitaba a los policías lo dejaran ir para poder “morir en paz”… los paramédicos interrumpieron el conmovedor momento y rápidamente detectaron que todo fue un engaño.
Al igual que otros 42 borrachines, Jesús Tomás fue conducido al Torito donde pasó la Navidad… dicen que fue tanto su gusto por la actuación que con sus compañeros de celda montará “Secreto en la montaña”… esperamos confirmación.

